Colombia sigue siendo el epicentro de la producción de coca a nivel mundial, un fenómeno que no solo tiene implicaciones económicas, sino que también impacta profundamente en los ámbitos político y social del país.
1. Cifras y Antecedentes
En 2023, los cultivos de coca en Colombia alcanzaron un récord de 253.000 hectáreas, según informe de la Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito, lo que representa un aumento significativo respecto de años anteriores. Este incremento demuestra la persistente dificultad del país para controlar la expansión de estos cultivos ilícitos. Las áreas principales de cultivo siguen siendo Nariño, Putumayo y el Catatumbo, regiones históricamente afectadas por el conflicto armado y la falta de presencia estatal. Narcotráfico potenciador de la subversión.
2. Aumento y Caída
El crecimiento de cultivos de coca ha planteado una sobre oferta del producto con la consecuente caída de los precios, generando una crisis que golpea las economías locales. Sin embargo, habría evidencia de almacenamiento de pasta base de cocaína y su uso como elemento de trueque.
3. Eficiencia de la Producción
El mismo estudio estima el incremento de la producción potencial de cocaína en un 53% entre 2022 y 2023. Se calcula en 2.664 toneladas. La eficiencia habría aumentado la producción por hectárea.
4. Las Mafias contra el Estado
La historia de la coca en Colombia está marcada por la guerra de las mafias del narcotráfico contra el Estado colombiano en la década de 1990. Durante este período, los carteles de la droga, como el de Medellín y el de Cali, libraron una violenta batalla contra el gobierno, utilizando tácticas de terror para proteger sus intereses. Esta guerra dejó una huella imborrable en la sociedad colombiana y complicó aún más los esfuerzos para combatir el narcotráfico.
5. Consumo de cocaína
A nivel mundial, el consumo de cocaína sigue siendo una preocupación significativa. Según el Informe Mundial sobre las Drogas 2023, el consumo de cocaína ha alcanzado niveles alarmantes, con un aumento del 45% en la última década, alcanzando los 39,5 millones de usuarios en todo el mundo. Este incremento en el consumo alimenta la demanda de cocaína producida en Colombia y otras regiones andinas.
6. Políticas del gobierno
Para enfrentar el problema, el gobierno colombiano ha propuesto, sin antecedentes ni sustento, comprar la producción de coca a los campesinos como una medida para reducir la oferta destinada al tráfico ilícito.
Se trataría de crear un incentivo perverso en lugar de ofrecer alternativas lícitas; financieramente insostenible, pues el producto no tendría uso ni destinación económica; manteniendo la infraestructura de suministro básico a las organizaciones de narcotráfico; generando el manejo de recursos vulnerables a la corrupción y la politiquería; enviando un mal mensaje en cuanto a la guerra contra la droga; y malgastando recursos que se podrían emplear en obras de infraestructura para desarrollo regional y producción legal.
La actual política de sustitución voluntaria de cultivos, parte del Acuerdo de Paz de 2016, ingenua e insuficiente, no solo ha sido marginal sino desigual en su implementación y ha generado desconfianza entre las comunidades afectadas.
Un aspecto criticable en la lucha contra los cultivos de coca es el uso de fumigaciones aéreas con glifosato. Esta práctica, que había sido suspendida debido a convenientes argumentos sobre sus impactos en la salud humana y el medio ambiente, debería ser considerada nuevamente como una opción para erradicar cultivos ilícitos. Sin embargo, su uso sigue siendo objeto de estratégico debate.
7. Conclusión
El problema de los cultivos de coca en Colombia, tal vez, el mayor de los problemas, es que no solo potencia la subversión, sino que también incrementa la corrupción y afecta la legitimidad institucional. Requiere de un enfoque novedoso que desmonte las mafias, fortalezca las instituciones, recupere el control del territorio, desarrolle la infraestructura e incentive la economía legal.
Cita de la semana: “¿Por qué Colombia? Por la combinación original de unas redes latentes de narcotráfico vinculadas con los Estados Unidos, la existencia de una clase empresarial marginada por la industrialización fallida de América Latina y el vigoroso arraigo en sus culturas y sociedades locales de unos contrabandistas relativamente educados …”. Manuel Castells, La era de la información (1999).