Un viejo adagio asegura que la inteligencia militar es a la inteligencia lo mismo que la música militar es a la música. Lo descubierto por la revista SEMANA sobre el uso indebido de plataformas de inteligencia va a terminar destapando no solamente el desvío de recursos del Estado para apoyar políticamente a la extrema derecha, sino también la corrupción de altos miembros del estamento militar que usan recursos públicos para enriquecer compadres y encubrir crímenes, especialmente los falsos positivos. Empecemos por hablar de las torpezas en la fachada. ¿Qué tal crear una entidad encubierta para hackear comunicaciones y enviar gusanos espías a computadores y decidir ocultarla bajo el nombre Buggly Ethical Hacking Community? ¿O qué tal usar como tapadera de una operación militar a hombres vestidos con falso camuflaje? Sin embargo, la nula capacidad para cubrir la huella no ha sido lo peor de este asunto. Lo grave es que el gobierno se sienta más cómodo negando los hechos que impulsando una investigación independiente para identificar a los responsables. Desde luego es legítimo que un Estado –en el estricto marco de la ley– use su capacidad de vigilancia para garantizar la seguridad del país. Lo que no puede pasar es que los hombres de inteligencia crucen la línea de la legalidad y que pongan sus hallazgos al servicio de los enemigos del proceso de paz y del presidente que es su comandante en jefe. Trayéndolo al caso específico, es legítimo que el Estado ejerza labores de inteligencia sobre la delincuencia –incluyendo a la guerrilla– pero no sobre los delegados del gobierno que dialogan con ella. Es evidente que el Estado ha monitoreado a los guerrilleros, incluyendo a los que actúan como voceros en el proceso de paz que se adelanta en Cuba. Esa actividad es legal y plausible, porque la existencia de los diálogos no significa la suspensión de las obligaciones institucionales en materia de seguridad. Hace varias semanas conocí una serie de correos electrónicos interceptados a alias Hermes Aguilar y alias Juan Carlos Pérez, voceros de las Farc en La Habana. Muchos de esos e-mails no tienen datos relevantes, algunos son comunicaciones con reporteros que buscan entrevistas, pero uno de ellos contendría información en clave acerca de la salida de Colombia hacia Cuba de los voceros de las Farc alias Mauricio el Médico y alias Carlos Antonio Losada. Esto sucedió en abril del año pasado. Lo curioso es que con una diferencia menor de 36 horas, el expresidente Álvaro Uribe puso un trino citando un aparente radiograma militar en estos términos: “@AlvaroUribeVel Será cierto? ‘Esto lo q acaba de difundir el jefe de operaciones del Ejercito: Buenas tardes: Mensaje de Jeope-6: ‘Lanza acaba de llegar esta Orden del CGFM, para suspender operaciones en Coordenadas (02 45 29.8 - 74 10 40.2) ( 02 45 19.7 - 73 43 47. 7) ( 02 18 24.7 - 74 10 34.6) (02 18 18. 8 - 73 42 45.5), corresponde a áreas generales del guayabero, la macarena, vista hermosa mesetas y la uribe, suspensión a partir del día domingo 07 abril 19:00 horas, hasta el martes 09 abril 07:00 horas’ favor difundir tripulaciones”. El candidato Uribe no solo tenía el mensaje sino el contexto. En declaraciones entregadas en Villavicencio aseguró que esas eran las coordenadas de salida del Médico y Losada. El expresidente recibió una información militar secreta y solo se la pudieron dar los militares que ejecutaban la operación o los militares que monitoreaban a los voceros de las Farc. En cualquier caso, queda en evidencia que hay unos militares que siguen trabajando para el expresidente Uribe y no para el presidente Santos. La historia no termina ahí. En Andrómeda y la ‘sala gris’ hay registros sobre uso de gastos reservados, asignación de millonarios contratos e indicios claros de una operación para comprar silencios en el caso de los falsos positivos, pero esa es otra historia.