La abogada Astrid Helena Cristancho era hasta hace unos días la secretaria privada del defensor del pueblo, Jorge Armando Otálora. Trabajó dos años y cuatro meses en la institución encargada de defender los derechos fundamentales y la dignidad de los ciudadanos. La doctora Astrid Helena renunció para no decir mentiras. Después de la publicación de denuncias sobre el acoso laboral ejercido por el doctor Otálora contra funcionarios de la entidad, el defensor invitó a los altos directivos a firmar una carta respaldándolo y a afirmar que el acoso era un embuste de un exfuncionario resentido y dos columnistas: Juan Diego Restrepo y yo. La estantería del defensor se le vino encima. Más de un funcionario corroboró el maltrato. Entre ellos, el doctor Hernando Toro, uno de los más respetados exdirectivos de la entidad que en un valiente artículo confirmó los insultos y el terror impuestos por Otálora. Un grupo de trabajadores hizo una declaración pública contra el acoso laboral y puso contra las cuerdas a la presidenta del sindicato patronalista que pactaba gabelas con el verdugo de los funcionarios. Todo eso fue muy importante. Sin embargo, el aplastante peso de una simple carta terminó demoliendo el castillo de naipes: la carta de renuncia de Astrid Helena Cristancho. Una frase me llamó especialmente la atención: “No me cabe más miedo en el cuerpo ni en el corazón”. Sentí que algo no totalmente dicho, pero profundo y doloroso estaba ahí. (Ver carta) Días después, la doctora Astrid Helena Cristancho recibió una amenaza escrita para que se callara si no quería someterse al desprestigio personal y al ostracismo profesional. Ella entabló la denuncia correspondiente. Nunca he visto a la doctora Astrid Helena pero si he hablado con ella después de este episodio donde mostró la irreversible fuerza del abusado que no va a permitir que el abuso continúe. Después de varias semanas, la doctora quiso contármelo y me autorizó para revelarlo. El defensor del pueblo, Jorge Armando Otálora, no solo la sometió a abusos laborales de palabra sino que la acosó sexualmente por dos años hasta su renuncia a la entidad. Todo empezó como una serie de situaciones equívocas. Entrega de informes en su casa. Invitaciones a comer o a reunirse fuera de los horarios de oficina, donde era borroso el límite entre lo laboral y lo personal. Como ella no accedió a sus insinuaciones tuvo que soportar mayor maltrato laboral. Después vinieron las llamadas a altas horas de la noche para decirle obscenidades. Al día siguiente, de acuerdo con el testimonio de la abogada Cristancho, el defensor se portaba como si nada hubiera pasado. En un chat, él empieza alabando su belleza: “Muy bonita tu foto”. Ella, tratándolo de usted, le pide no hacerle comentarios personales. Y él unas frases después concluye: “Solo quiero que tengas claro que TQM”. (Ver chat) Esta es otra conversación: –¿Cuándo será que se le tiene por estos lados? –pregunta el defensor. –¿Cuáles lados? –pregunta la abogada. –Jajajajaja no entendiste. –Dónde está usted –En mi casita (Ver chat) En una ocasión, el señor defensor del pueblo le mandó dos fotos a su subalterna. La primera es una selfi en pantaloneta y camiseta en la terraza de su apartamento en los cerros nororientales de Bogotá. (Ver foto) La segunda imagen muestra la misma terraza pero desde otro ángulo, la hamaca de la fotografía anterior está en el fondo. Se ven las piernas de un hombre desnudo, la mano izquierda empuñando el pene, mientras se toma la selfi con la derecha. (Ver foto) Le pregunté a la doctora Astrid Helena ¿por qué no denunció esto antes? Su respuesta es la misma de miles de personas que han sido sometidas a abusos por alguien que tenía autoridad sobre ellos: tenía miedo. Además, tengo evidencias de que el doctor Otálora ha acosado y usado lenguaje sexualmente explícito, sugerente y vulgar con otras subalternas. Un fragmento de un chat que ustedes pueden ver en Semana.com da una muestra del trato al que sometió a otra subordinada, cuya identidad no puedo revelar por ahora. (Ver chat) El pasado viernes llamé al doctor Otálora a su celular y a su oficina para pedirle su versión sobre estos hechos. No respondió las llamadas. Las pruebas se siguen acumulando contra el abusador que ostenta el cargo de defensor del pueblo sin que ninguna autoridad haga nada por detenerlo.