El alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, le ha invertido los últimos 15 años de su vida a la causa de predicar que los metros son malos y los TransMilenios buenos. Lo ha hecho de manera sistemática, por numerosos países del mundo, generosamente patrocinado y repitiendo en todas partes que un sistema de buses con carriles exclusivos y un metro son exactamente lo mismo.La diferencia –según él– es que el TransMilenio transporta más personas y es 20 veces más barato.El señor alcalde no admite discusión en eso. Es un dogma de fe. Lo oí de sus labios muchas veces en discursos públicos y en conversaciones personales. Me lo dijo a mí no menos de diez veces hace años y el viernes pasado –en una charla telefónica que sostuvimos– quedé con la impresión de que ese sigue siendo el norte de toda su vida.–A los usuarios de Medellín el metro les sirve para lo mismo que les sirve el TransMilenio a los usuarios de Bogotá– me dijo el doctor Peñalosa.–Señor alcalde –le dije– quizás usted haya notado que los usuarios del metro de Medellín parecen más satisfechos que los usuarios del TransMilenio en Bogotá.–Ah, pero eso sí es porque el TransMilenio ha estado mal manejado –gruñó un poco el señor alcalde, activando defensivamente el espejo retrovisor.Quizás el doctor Peñalosa tenga derecho a usar el retrovisor, pero debería activarlo hasta la época de su primera administración. Ningún análisis completo de TransMilenio debe excluir expresiones como “losas”, “relleno fluido”, “incumplimiento”, “congestión”, “competencia desleal de los operadores favorecidos”, “mal servicio” e “irrespeto al usuario”.Todo esto tiene su génesis desde el comienzo del sistema de transporte implementado en la celebrada primera Alcaldía del doctor Peñalosa.En pocas palabras no fue que TransMilenio se hubiera dañado cuando dejó de estar en las manos de su brillante creador, sino que arrastra unos pecados originales que jamás ha podido superar y a los que –también es cierto– se le han sumado otros como resultado de la cuestionable gestión de quienes sucedieron a Peñalosa.En su promoción mundial del sistema BRT (Bus Rapid Transit), el doctor Peñalosa menciona TransMilenio como si fuera una gesta gloriosa, sin lunares, que hubiera traído enorme comodidad a los usuarios del transporte público de Bogotá. Nada malo.En la hoja de vida con la que el doctor Peñalosa se presenta, un modesto compendio de apenas 12 páginas en las que relaciona su apasionante vida y obra, bajo el acápite ‘Logros como alcalde de Bogotá’, lista en primer lugar su gran orgullo: TransMilenio.Allí se puede leer: “Creó TransMilenio, quizás el mejor sistema de transporte masivo con base en buses, diseñado a partir del modelo de Curitiba, con carriles exclusivos y buses de gran capacidad. TransMilenio se convirtió en un modelo internacional, visitado y estudiado por cientos de líderes y expertos internacionales”.Un retrato sin sombras similar al que ha llevado en sus presentaciones alrededor del mundo.–Señor alcalde –le pregunté en la conversación– si usted está tan seguro de las bondades y suficiencia de TransMilenio, ¿por qué cambió su discurso de tantos años y ahora se comprometió a construir un metro para Bogotá?–Bueno, bueno –respondió el doctor Peñalosa– porque hay aspectos simbólicos asociados con el metro. El presidente de la República quiere tener un metro, los ciudadanos quieren un metro.–¿Pero usted qué piensa?– Que bueno…que puede ser bueno para la renovación urbana.–Pero, señor alcalde, si Bogotá tuviera un metro, ¿cuál sería el sistema principal de transporte público, el metro o TransMilenio? ¿Cuál sería el alimentador del otro?–Los dos, los dos –reiteró el alcalde Peñalosa– serían complementarios, ninguno estaría por encima del otro.La conversación con el alcalde Peñalosa surgió a raíz de un interesante artículo del profesor universitario Carlos Carrillo titulado ‘Peñalosa y su trancón de intereses’. Un muy interesante trabajo –publicado en algarete.com.co– del cual tendremos que hablar en detalle.