Enrique Quiñónez, un diputado del opositor Partido Liberal de Nicaragua, espetó una frase contundente esta semana: “Chávez viene a ver a sus peones. Ortega es empleado de Chávez”. El legislador se refería a la visita del presidente venezolano Hugo Chávez a Nicaragua en la que el coronel visitó a uno de sus aliados en Latinoamérica, el presidente nicaragüense Daniel Ortega. En una rueda de prensa conjunta en la que Chávez acusó al gobierno de Colombia de dilatar un posible proceso de paz con la guerrilla de las Farc, el aliado nicaragüense aprovechó para expresar su opinión sobre el conflicto colombiano llamando a las Farc una “insurgencia” liderada por su “hermano” Manuel Marulanda Vélez. Las declaraciones pueden haber sido fruto del agradecimiento con el Gobierno venezolano, que llegó a Nicaragua ofreciendo préstamos, petróleo y apoyo en todo lo necesario a cambio de respaldo político, pero no es sólo eso. Si bien Nicaragua está pocas veces en el radar de la opinión pública colombiana, excepto por la disputa territorial sobre San Andrés, es relevante mirar más de cerca quién es Daniel Ortega ahora que su amistad con Chávez parece estar consolidándose, y que su opinión sobre la guerrilla colombiana es tan afín a la de Chávez. Ortega llegó a la Presidencia en noviembre de 2006 con menos del 40 por ciento del voto popular (en Nicaragua no es necesario que un candidato gane más del 50 por ciento de los votos para ser declarado victorioso). Su regreso a la política nicaragüense levantó muchas suspicacias, pues como líder del Frente Sandinista de Liberación Nacional (Fsln) Ortega había liderado una revolución esperanzadora contra una dictadura corrupta años atrás, pero con los años se convirtió en un político más del establecimiento. En la década del 70, Ortega se convirtió en el símbolo de la liberación. Su revolución acabó con el régimen corrupto y déspota de la familia Somoza en 1979, después de haber pasado siete años en la cárcel. En los años 80, su victoria se convirtió en calvario cuando el gobierno del Fsln pasó a jugar un papel protagónico en el teatro macabro de la guerra fría. El presidente de Estados Unidos Ronald Reagan se empeñó en derrocar al Fsln por su cercanía con Cuba y la Unión Soviética. Reagan financió a una guerrilla ilegal y violenta (los ‘Contras’) para lograrlo y Ortega pasó entonces a ser la otra cara de una guerra civil que cobró más de 30.000 vidas nicaragüenses. En medio de la guerra, el Fsln cometió atrocidades innombrables contra el pueblo que lo había apoyando antes, unido contra la dictadura. La carrera política de Ortega se desdibujó después de su gobierno entre 1985 y 1990, cuando perdió las elecciones contra Violeta Chamorro, pero no terminó ahí. El antiguo comandante revolucionario se presentó a las elecciones presidenciales de 1996 y 2001. En esos años, el animal político también cambió. Aun como miembro de los despojos del Fsln, Ortega se convirtió al cristianismo, adoptó políticas conservadoras, se alejó de la vieja guardia de la revolución, e incluso hizo tratos con miembros del derechista Partido Liberal, un enemigo de siempre. Durante la campaña para la presidencia en 2006 el viejo idealista escogió como fórmula presidencial a Jaime Morales Carazo, un antiguo líder ‘Contra’. Una seguidilla de gobiernos corruptos e ineficientes y el carisma de la vieja gloria ayudaron a Ortega a volver al poder. Pero tras un año de gobierno, el balance no es bueno. No es de sorprenderse que Ortega se aferre a asuntos internacionales para llamar a la unidad nacional, porque en el tema doméstico su gobierno está en serios problemas. De acuerdo con los últimos sondeos de opinión de la firma M&R, sólo el 22 por ciento de los nicaragüenses creen que el Presidente está haciendo bien su trabajo. La economía está en ruinas, pero el mandatario no duda en señalar de culpable al “modelo capitalista impuesto sobre la humanidad”. La joya más reciente del gobierno de Ortega es su esposa, Rosario Murillo. El 9 de enero, el Presidente le dijo al congreso de su país que debe aceptar a Rosario como un miembro de facto de su gabinete. En Nicaragua, está prohibido que la primera dama ocupe un puesto oficial o gane un salario por sus labores. *Periodista e investigadora asociada para el centro de estudios de opinión pública Angus Reid Global Monitor (www.angus-reid.com).