La autora brasileña, galardonada con el Premio Hans Christian Andersen, nos invita a un nostálgico viaje a la “plaza de los Escribidores”, un espacio extraordinario donde el arte de escribir cartas a mano sigue vivo. Sí, esas hojas manuscritas que no hace muchos años eran el canal predilecto para comunicarnos, tanto en asuntos formales como en los más íntimos, y que guardamos con especial cariño por los recuerdos que evocan de nuestros seres queridos.
¿Hace cuánto no escribimos una carta de nuestro puño y letra, como cuando con mucha dedicación pensábamos en la mejor forma de saludar o despedirnos y elegíamos cada palabra con cuidado? Una como aquellas cartas que atesorábamos, guardadas en un rincón secreto de nuestra habitación, para leerlas una y otra vez. Sin duda, una carta bien escrita tiene el poder de generar una conexión emocional profunda, algo que los mensajes digitales de hoy difícilmente logran replicar.
La historia que nos cuenta Machado es la de Pepe, un niño que no sabía leer ni escribir y que busca la ayuda de un escribidor, Miguel, para comunicarse con su abuelo José, un jardinero igualmente analfabeto. Pepe desea expresar su frustración por los malentendidos y discusiones que han surgido entre ellos, pero prefiere hacerlo de forma escrita.
A menudo, son precisamente estos malentendidos, la falta de escucha y el uso de un lenguaje inapropiado los que causan dolor y crean barreras que nos desconectan y deterioran nuestras relaciones con aquellos amigos verdaderos, los que permanecen a nuestro lado incluso en momentos de adversidad, como los protagonistas de esta historia.
Miguel, más que solo un redactor de cartas, se convirtió en un mediador clave en el diálogo entre José y su nieto, ayudándoles a descubrir cómo fortalecer su vínculo a pesar de sus diferencias. Pero quizá su labor más significativa fue actuar como “formador de proyectos de vida”, alentando a Pepe a reconectar con su escuela y demostrando así el poder transformador de la educación en la vida de una persona, su entorno familiar y su comunidad. Nuestra sociedad se beneficia enormemente de mediadores como Miguel, capaces de contribuir a la disminución de las diversas manifestaciones de violencia cotidiana, muchas de las cuales surgen por un manejo inadecuado de las emociones.
No podemos olvidar a los carteros, cuyo oficio nos inspiró durante muchos años, al igual que Mario en la película “El Cartero y Pablo Neruda”, la historia que nos recuerda que la poesía es de “quien la usa”. Los carteros no solo conocían cada rincón de su vecindario, sino que también tejían lazos especiales con la comunidad al ser portadores de noticias.
Para Ana María, periodista y escritora con alma de artista, mi agradecimiento por generar tantas reflexiones sobre los desafíos familiares cotidianos y por sus críticas constructivas hacia nuestra sociedad. Y para todas las personas, especialmente para los adultos, mi invitación a redescubrir el mundo de la literatura infantil con otra óptica, disfrutar sus ilustraciones y fomentar la creatividad con obras valiosas por sus significados, desde “Alicia en el país de las maravillas” de Lewis Carroll, “Las aventuras de Pinocho” de Carlo Collodi, “El Principito” de Antoine de Saint-Exupéry, hasta el fenómeno global de “Harry Potter” de J.K. Rowling. Estos autores, ya sea desde la realidad o la fantasía, nos enseñan conceptos como la amistad y la solidaridad, tan necesarios en nuestros días.