Hace algunas décadas, las novelas policiacas tuvieron enorme interés y apasionante acogida. Sin embargo, poco a poco, por razón de las espeluznantes series en varios canales de televisión por cable, el género se había venido a menos.
Ahora, estamos volviendo a la época de Agatha Christie, Arthur Conan Doyle y Earl Derr Biggers, con sus pupilos Hércules Poiroit, Sherlock Holmes y Charlie Chan respectivamente. Así como a la de John le Carré, el mago de las novelas de espionaje durante la Guerra Fría.
Aparecieron de tiempo atrás nuevas modalidades de divulgar informaciones reservadas como sucedió en los casos de Daniel Ellsberg, que en 1971 publicó “Los papeles del Pentágono” que pusieron en conocimiento de los norteamericanos la falsedad de las noticias oficiales sobre la guerra de Vietnam y contribuyeron a su terminación; así como el de Julián Assage, con los llamados WikiLeaks, entre otros.
Para no hablar del caso de Garganta Profunda en la crisis de Watergate, que obligó a la renuncia del presidente de los Estados Unidos Richard Nixon el 8 de agosto de 1974, en uno de los capítulos más complejos de la historia política de ese país.
Garganta Profunda fue el informante anónimo de los periodistas Bob Woodward y Carl Bernstein del Washington Post que adelantaron la famosa investigación. Se negaron siempre a dar el nombre y la identidad de su fuente. Sin embargo, treinta años después, en el 2005, Garganta Profunda se identificó y era nada menos que el director adjunto del FBI, Mark Felt.
El renacimiento del género policiaco tiene también capítulos como el del asesinato del hermano mayor de Kim Jong-un, el líder de Corea del Norte en el aeropuerto de Kuala Lumpur, por una espía norcoreana. El atentado contra Alexei Navalny, critico de Putin, envenenado también con un agente nervioso y que salvó su vida milagrosamente. Para no hablar de hechos similares que cotidianamente se presentan en la guerra entre Rusia y Ucrania.
Según la prensa norteamericana, ya las acciones de Putin contra sus opositores son mucho más audaces y se han realizado varios intentos de acabar con ellos en el mismo territorio de los Estados Unidos. El año pasado se había atentado contra un informante de la CIA que residía en Miami.
En Colombia, la gente arrollada por la rápida sucesión de noticias olvidará en breve el “milagro de la selva” con los cuatro niños y Wilson; las divagaciones sobre el muro de Berlín; y la colecta para que el ELN no secuestre ni extorsione. Nuevos hechos desbordarán a los anteriores.
Si volvieran, Hércules Poiroit, Sherlock Holmes y Charlie Chan, tendrían que hacer un rápido curso de actualización y un diplomado en Colombia, donde matan todos los días en todas partes y nadie sabe quién fue. Eso que estamos en la ‘paz total’.