Por estos días de navidad la crisis económica se siente en todas partes de Nueva York, menos en Wall Street. Allí, los codiciosos banqueros causantes del descalabro financiero de hace dos años, han cerrado 2009 con unas jugosas ganancias, mientras miles de millones de norteamericanos han perdido su trabajo, se han quedado sin seguro médico y se aprestan a pasar una de sus peores navidades en muchos años. A pesar de esta realidad tan dura, Goldman Sachs, la legendaria banca de inversión de Wall Street, sin ningún empacho ha anunciado que pagará sus tradicionales y millonarios bonos, en momentos en que habrá muchos que no saben si podrán seguir con su vida el año entrante. Esta falta de austeridad en momentos en que tantos de sus paisanos la están pasando mal, ha convertido a Lloyd C. Blankfein, el jefe pluma blanca de ese legendario banco de inversión, en el centro de las miradas de la prensa neoyorquina. Hace dos días el New York Times le hizo un perfil y lo mostró como un hombre calculador, inescrupuloso y que no piensa sino en los negocios a corto plazo. Pero no sólo el New York Times se ha venido lanza en ristre contra los banqueros. También lo ha hecho el propio Barack Obama, a quien esta semana le tocó aceptar que los salvavidas que se diseñaron para evitar que muchos de esos bancos se fueran a la quiebra y se afectara el bolsillo de muchos ciudadanos, terminaron beneficiando sólo a los banqueros. "Yo no llegué a la Casa Blanca para ayudar a un puñado de gatos gordos de Wall Street", dijo el domingo en el programa 60 minutes. A pesar del tono intimidador de Obama y del perfil demoledor de Blankfein en el New York Times, en Wall Street las declaraciones del Presidente no causaron mayor revuelo, aunque sí fueron aplaudidas por una gran mayoría de norteamericanos que no entiende de dónde sale tanta plata para que Wall Street pague sus millonarios bonos, si supuestamente las prácticas especulativas que fueron las fuentes de esas desmedidas ganancias de años pasados, son ahora cosa del pasado. La respuesta a este acertijo la dio Gerald P.O. Dricoll Jr. en su columna del Wall Street Journal hace dos días. Para este profesor del Cato Institute, las ganancias que este año tienen tan contentos a los banqueros de Nueva York, provienen de la codicia de muchos de ellos, quienes habrían utilizado los salvavidas dados por la administración Obama no para sanear sus instituciones, sino para perfilar aun más su obsesión por el riesgo -a mayor riesgo, más ganancia-, a sabiendas de que si se caen, el gobierno va a venir en su ayuda, como sucedió hace dos años. De esa forma, los banqueros no tendrán que asumir ninguna consecuencia de sus malas decisiones, como de hecho sucedió con la mayoría de los de Wall Street hace dos años, luego de que se produjo la caída de Lehman Brothers. En Colombia, guardadas proporciones, nos está pasando lo mismo. Este año las ganancias de los bancos superaron todas las expectativas, mientras los niveles de desempleo que vivimos en Colombia nos ubican como el primer país en Latinoamérica. La gran diferencia es que mientras en Estados Unidos estas ganancias de los bancos han sido cuestionadas por periódicos tan influyentes como el New York Times y el Wall Street Journal, aquí son escasos los colombianos que se atreven a cuestionar la ética de los banqueros en tiempos de recesión -sólo plumas como Daniel Samper cometen semejante suicidio-. Muy por el contrario, aquí a los banqueros los premiamos y los nombramos empresarios del año. Y mientras los periódicos norteamericanos más influyentes hacen perfiles sobre el banquero más importante de Wall Street mostrándolo como realmente es, en Colombia les hacemos burdos publirreportajes como los que han salido de Luis Calos Sarmiento.Yo he terminado por creer que la causa de que los banqueros sean intocables por parte de los grandes medios viene desde la época en que El Espectador destapó la investigación de los autopréstamos en contra del grupo Grancolombiano y se le vino el mundo encima a finales de los 70. El periódico fue castigado con el retiro de la pauta por parte no sólo del grupo cuestionado, sino de otros muchos que actuaron con un espíritu de cuerpo, lo que terminó por asfixiar financieramente al diario. Cuando Pablo Escobar mató a Guillermo Cano y le puso la bomba al periódico, en realidad éste ya estaba herido de muerte. Desde entonces, la prensa colombiana ha decidido que es más fácil enfrentarse con los paras y con las Farc que con los grupos económicos, los cuales siguen siendo los grandes intocables. Uribe, que tiene la mayoría de los banqueros abogando por su reelección gracias a que les ha dado toda suerte de gabelas, nunca se atrevería a cuestionar a ninguno de ellos, ni mucho menos a llamarlos "gatos gordos". Aquí al único gato gordo que resulta políticamente correcto cuestionar es al pesado de Chávez.