Todo el Gobierno de Petro se puede resumir con la palabra “demagogia”. Un rosario de promesas difíciles de cumplir, de facilismo populista, de mala política, que conquistó a la mayor cantidad de electores en un momento difícil para Colombia, luego de una terrible pandemia y sus devastadores efectos en todos los planos de la vida nacional. Pero son muchos los que ahora están despertando con resaca de este mal sueño.

La desaprobación del presidente se ubica en el 61 % y su aprobación aterriza apenas en un 33 %, según la última encuesta de Invamer. Esto indica de manera clara que Petro se quedó con sus seguidores de siempre, y que el país que le dio un voto de confianza hace un año le ha apartado su respaldo precisamente por eso, por la demagogia.

A cada promesa incumplida le sigue una excusa. A cada escándalo, una victimización. A cada cuestionamiento, un ataque antidemocrático.

Entre toda esta sarta de discursos preparados para justificar al líder supremo, el más fascinante es el de “200 años de gobiernos de derecha no se arreglan en 4 años de izquierda”. Semejante declaración es demagógica porque simplifica la vida política nacional con una premisa fácil de digerir, pero difícil de aceptar como verdadera: no solo la historia de Colombia no se puede resumir en “200 años de derecha”, pues los gobiernos liberales del siglo XIX y de inicios del XX fueron declaradamente gobiernos de izquierda, como el del liberal Alfonso López Michelsen en los años setenta; sino que, además de eso, se supone que un Gobierno nacional actúa en el inmediato presente, ataca los problemas cotidianos de los ciudadanos y debe además regir los destinos de un país con proyección hacia el futuro, no hacia el pasado. Es decir, se gobierna hacia adelante, no hacia atrás.

Por ejemplo, ¿qué tienen que ver los gobiernos conservadores del siglo XIX con, digamos, la “transición energética”, una de las banderas del actual gobierno petrista? Absolutamente nada. Los presidentes conservadores de dicha época no pueden explicar, justificar o referir nada sobre la incapacidad de este gobierno para adelantar la transición energética prometida en un mundo posmoderno. En dicho escenario, con el país colapsado por la inseguridad y la incapacidad, esta semana se supo que Colombia retrocedió 10 puestos en el escalafón global de transición energética del WEF. ¿A qué tara del pasado le echará la culpa el petrismo sobre esto? ¿No es culpa, más bien, de la más mera incapacidad gubernamental actual, que no ha podido concretar una articulación con el empresariado y se ha visto además sórdidamente incapaz de garantizar los más mínimos estándares de seguridad en varias regiones del país, hoy tomadas por la guerrilla?

Utilizar el retrovisor para justificar a Petro es un discurso que va a ser enarbolando incluso en agosto de 2026, cuando este gobierno sufra las consecuencias electorales de su incapacidad. La demagogia seguirá haciendo presas fáciles: ese 30 % de colombianos incondicionales al petrismo, que sin quererlo son la cuña que más lo aprieta. Si solo pudiéramos verlos a ellos exigiendo gestión al presidente, en lugar de aplaudirle hasta su respiración, quizá tendríamos un gobierno menos catastrófico, menos demagógico. La historia no le dará la razón a Petro, pues la demagogia solo es efectiva si hay alguien dispuesto a aceptarla con los brazos abiertos, pero tiene consecuencias. ¿Hasta cuándo con la demagogia petrista?