Dentro de cada uno de ellos, como en todos nosotros, habitan dos seres simultáneamente:
el guerrero valiente y resiliente que se enfrenta al saboteador y víctima.
Cada mañana en el interior de sus almas, antes de salir a la batalla de la vida se daba una conversación magistral, esa conversación que debemos tener todos cuando nos enfrentamos a nuestro peor saboteador, nosotros mismos.
La primera voz que aparecía al amanecer, era la del ser victima que intentaba sabotear, asustar, limitar y encadenar al otro; esa voz interior sometía al ser valiente, el que se disponía a ponerse la armadura de la fe y la fortaleza interior, para salir a darlo todo por alcanzar su victoria personal.
El ser saboteador le gritaba al oído, ¡pobre de ti, eres una víctima, mira la injusticia que te ha tocado vivir, el mundo es cruel, es injusto, ten compasión de ti, debes odiar, llorar, resentir, blasfemar y sobre todo buscar la venganza!
El ser valiente se le enfrentaba con coraje y tesón, para mirarlo fijamente con determinación y decirle, ¡levántate y sacúdete el dolor!, ¡no te quedes ahí, lamiendo tus heridas y autocompadeciéndote!, ¡puedes elegir ser víctima o guerrero!
¿Quién eliges ser? ¿Desde donde elijes vivir?
¿Qué precio estas dispuesto a pagar por quedarte preso del dolor, perdiendo tu vida y tus posibilidades de superación?
¿Qué pasaría en tu vida, si en cambio eliges luchar?
Cuando nos sentimos vulnerados y vulnerables tenemos tres opciones, luchar, huir o echarnos al piso, en posición de rendición simulando que hemos sido vencidos y nos entregamos a la derrota.
Los guerreros espirituales, eligieron vivir desde su poderosa fuerza interior, dándole el protagonismo al ser valiente y resiliente, despidiendo al ser víctima y temeroso.
Decidieron empoderarse y luchar, pues empoderarse significa, la renuncia absoluta a permanecer herido.
El dinero y el poder entonces no juegan un papel determinante en nuestras vidas, cuando la batalla se da en el campo intangible e invisible del alma, pues es precisamente ahí en donde adquirimos una fuerza invencible capaz de someter cualquier adversidad.
Una parte de nosotros nos impulsa a sobrevivir y luchar y otra parte nos limita y nos condiciona.
La parte crítica es aquella que nos secuestra y encadena, sin embargo, de lo más profundo de nuestro ser siempre brota la luz, nuestra verdadera esencia, nuestro sabio capitán que sabe cómo llevar el barco de la vida.
Nuestra vida es un viaje, que nos conduce a navegar en ocasiones sobre aguas serenas y cristalinas, pero en otras nos empuja a atravesar noches de relámpagos, tormentas y naufragios, por eso, debemos decidir a quien le vamos a dar el mando del timón, al ser valiente y guerrero o al ser víctima y saboteador, pues de eso depende que lleguemos a buen puerto o que terminemos ahogados en el fondo del mar.
Nuestra barca debe ir ligera de equipaje, pues los mejores capitanes son aquellos que deciden botar por la borda todo aquel equipaje pesado e inútil que en una tormenta podría llevar la barca a un inminente naufragio.
Debemos elegir despojarnos del equipaje emocional pesado que nos hunde y nos ahoga, pues nuestra libertad será real cuando soltemos las cargas que no necesitamos y que inútilmente hemos decidido arrastrar.
¡Suelta, suelta! el equipaje emocional que no te pertenece y entrégale a cada uno su maleta, con aquello que cada quien eligió llevar para su viaje.
Solo así podrás hacer de tu vida una travesía serena y agradable.
Hoy estamos siendo espectadores de dos crueles guerras, protagonizadas por el ego, el adversario del espíritu, esta lamentable y desgarradora realidad expresada por la sombra mas oscura del ser humano, lo está conduciendo a su propia auto aniquilación. Es en este tenebroso escenario, en donde podemos comprender que nuestra especie no ha logrado la evolución espiritual, sino que mas bien hace apología a la involución, pues los hombres no han logrado comprender que la guerra que libran no es política, económica ni religiosa, es una guerra espiritual o mejor dicho, es la falta de una espiritualidad genuina la que nos sigue empujando al abismo. Es evidente que la mayoría de nuestros mandatarios le dan el timón del barco al ser saboteador, dominado por el ego.
Lo paradójico es que quienes no queremos más guerras debemos dar la batalla espiritual que consiste en luchar contra las fuerzas del mal en el mundo, debemos equiparnos con la armadura de Dios, orar y ejercer el discernimiento espiritual para resistir al enemigo y permanecer firmes en el amor y la esperanza.
Solo habrá paz en el mundo, cuando haya paz en el corazón de cada hombre, de cada relación, de cada familia, de cada nación, pero lamentablemente, la humanidad se ha convertido en legiones de seres heridos que desde su rabia y desde su ego, se convierten en maquinas de hacer heridas que van destruyendo vidas, dejando solo un mundo carbonizado y sumergido en la desolación.
Dentro de cada uno de nosotros habita un ser valiente, un guerrero fuerte y resiliente, pero también habita un ser saboteador, victima y temeroso, por eso es nuestra decisión de vida elegir quien va a ser el capitán y el protagonista de nuestra historia.
Mi píldora para el alma
Dar una mirada a nuestro interior y tener diálogos internos es la mejor decisión. Vivir una vida en nuestra morada del alma, es lo que nos conduce a desbloquear nuestro potencial y de este modo lograremos no vernos a nosotros mismos por quien cree nuestro saboteador que somos; sino por quien nuestro guerrero sabe que somos capaces de llegar a ser.
Paula Lopez Espinosa @paulalopezescritora