Ni a Santrich ni a Márquez les interesó respetar el documento que se acordó en La Habana; llenos de justificaciones y supuestas razones, siempre cuestionaron el eventual cumplimiento del acuerdo final, al tiempo que conspiraron sistemáticamente para ahondar las diferencias en el seno del partido Farc, pues nunca dejaron de reprochar a quienes asumieron el compromiso de respetar la firma que estamparon en el contrato de paz con el Estado colombiano. Estos dos alias, junto al Paisa y Romaña, no volverán a la JEP y, de paso, perderán todos los beneficios sin importar el monumental daño que le hacen al proceso de paz con la subyacente torpeza de concederles a sus enemigos los argumentos necesarios para desprestigiar una negociación que, con todos sus defectos, arrojó resultados positivos para el país, como lo revela la sustancial disminución de la confrontación y el número de víctimas que dejaba a diario el conflicto armado. Da rabia que estos señores le mamen gallo al país entero de esa manera; no es entendible argumentar incumplimientos para no dar la lucha desde la civilidad; para nadie es un secreto, y así lo han documentado analistas e historiadores durante décadas en sus investigaciones, que las élites políticas y económicas de este país prometen y no cumplen; sin embargo, ello no ha sido óbice para que otras fuerzas alternativas que comparten los mismos objetivos sigan en la lucha en busca de cambios estructurales de manera pacífica y democrática. Esa lectura ya no hace parte de sus códigos; el relato al que le apuestan con la decisión de abandonar el proceso de paz es al de la guerra: ¿Cómo la harán Márquez y su banda? ¿Con el apoyo del gobierno bolivariano? ¿Buscarán los cambios vía armada? ¿Con el apoyo de quién? ¡Eso sí es mear fuera del tiesto! Su incompetencia política civilizada los llevó de nuevo al fusil, no tienen otra manera de hacer proselitismo. Reforzarán la feroz oposición al proceso de paz, oxigenarán sus propuestas para modificar el acuerdo y desarticular la JEP para eliminar la posibilidad de la verdad; intensificarán la campaña de desprestigio y hostigamiento contra todo el componente de justicia transicional; y arremeterán contra las altas cortes; en fin, los vientos legislativos serán turbulentos y propicios para desmantelar lo construido hasta ahora. Más allá del daño que los alias Santrich, Márquez, Romaña y el Paisa le hacen a la paz, hay que destacar la seriedad con que los demás miembros del equipo negociador con Londoño y Catatumbo a la cabeza han asumido este compromiso con el país y la historia. No ha sido fácil para los senadores Julián Gallo, Victoria Sanguino y Sandra Ramírez, soportar los frecuentes ataques virulentos y desproporcionados del Centro Democrático; tampoco el tener que soportar cómo en las barbas de las autoridades, asesinan a sus compañeros desmovilizados. Pero ahí siguen, poniéndole el pecho a la dificultad. Bien por ellos, el país les reconocerá más temprano que tarde su compromiso y respeto a la palabra empeñada. Mal por sus compañeros que optaron por el camino equivocado de la historia. @jairotevi