El presupuesto nacional de la Nación ha crecido de manera nunca vista en el Gobierno Petro. Y no se trata exclusivamente del presupuesto para pagar la deuda y las pensiones —que también ha crecido— sino del presupuesto de funcionamiento, el cual pasó de doscientos a trescientos billones de pesos en tal solo dos años.

La verdad es que los presupuestos de la Nación nunca fueron realistas. Se diseñaron altos como una patente de corso para aumentar el gasto público, donde bien se le ocurriera a un gobierno que poco planificó, mientras se sabía que la proyección de recaudo de impuestos y demás ingresos de la Nación eran de pacotilla.

La gran desviación en el recaudo de impuestos es principalmente de responsabilidad del gobierno Petro. De una meta de recaudo de 315 billones de pesos para el 2024, a octubre, solo se habían recaudado 223 billones, un 10,3 % debajo de lo esperado. Cuando la economía crece a ritmos del 0.6 % y el 2 % en 2023 y 2024 — comparado con un crecimiento de 10.3 % y 7.4 % bajo el gobierno Duque después de pandemia—, el impacto sobre el impuesto de renta que se liquida sobre las utilidades es brutal.

La caída de la economía que el presidente intenta barrer bajo la alfombra con interpretaciones curiosas de los números es directa consecuencia del retroceso de la inversión generada por el ambiente de incertidumbre que su gobierno ha generado para el sector privado con sus constantes ataques. Su primera reforma tributaria, la que no se cayó, fue absolutamente negativa para el crecimiento del país. Subir la tasa de impuestos no necesariamente implica recaudar más fondos si genera que las utilidades del sector privado caigan y en nuestro caso, como consecuencia, el recaudo del impuesto de renta está un 18 % por debajo de lo presupuestado.

Tampoco ayudó al ingreso del gobierno el desafortunado manejo de sus empresas públicas como Ecopetrol. La cual, en una ignominia a su gobierno corporativo, dejó escapar oportunidades de oro para invertir. Las utilidades de Ecopetrol cayeron 42.6 % en el primer año del gobierno Petro y en 2024 apuntan a disminuirse un 20 % más.

Sin embargo, el mayor impacto a nivel de las diferencias entre el presupuesto de la Nación y la realidad está en los egresos. Bien es conocido que la ejecución del gobierno del gasto público presupuestado del 70 % es supremamente baja, no se puede desconocer que al no lograr el recaudo, al gobierno no le queda otra alternativa que controlar los egresos. Lo peor es que esa ejecución ya incluye alrededor de 24 billones de pesos direccionados a mecanismos fiduciarios que, además, deben estar ejecutados en muy baja proporción.

Paralelamente, por la presión de caja mencionada, el gobierno ha incumplido compromisos significativos asumidos por el Estado. A pesar de que recibe de los estratos altos una contribución para subsidiar los consumos de gas y energía de los estratos 1 y 2, se ha negado a girar alrededor de 7 billones de pesos en este aparte. En el sector salud, el Estado —como deudor de último resorte— les debe una suma similar a los prestadores de salud. En educación, el Icetex no cuenta con los fondos para seguir desembolsando los créditos a los estudiantes.

Bajo estos parámetros, la crisis de caja generada por el mismo gobierno con sus políticas erradas está teniendo sus consecuencias en el día a día de la población, como la caída de aproximadamente el 30 % en la prestación de servicios médicos que, según el presidente, se debe a que los colombianos ahora nos enfermamos menos. Lo sorprendente es que, además de contar con sus fuentes de ingresos presupuestadas, el Gobierno Petro ha aumentado su endeudamiento financiero en más de 170 billones de pesos, en parte por la devaluación del peso. ¿Podrá describirse un panorama financiero que refleje un manejo más baladí de las finanzas públicas que el del gobierno actual?