Mientras el país se deja distraer por las fantasías presidenciales sobre Pegasus, especula sobre qué tan grave será tener un boquiflojo e imprudente presidente de izquierda radical frente al todopoderoso e igual de boquiflojo presidente Trump, se conmueve por cada nueva fechoría de las Farc y el ELN y se escandaliza por cada nueva revelación de corrupción en el Gobierno, deja de mirar el avance certero y continuado del desmonte de las capacidades de nuestra Fuerza Pública para afrontar los retos que plantean las guerrillas y las mafias como el Golfo o Sinaloa.

El verdadero efecto material y político de los delirios petristas sobre Pegasus es y será privar a la Fuerza Pública del acceso a la colaboración en inteligencia de los países amigos como Estados Unidos o Reino Unido, instrumental en muchos logros contra narcos y guerrillas. En la lucha contra el lavado, Petro buscó y logró, calculadamente, aislarnos de Edgmont Group, que reúne a las unidades de inteligencia financiera más relevantes del mundo. La persecución judicial al general Vargas (r), un colaborador de larga data de la inteligencia gringa, pondrá a pensar a más de un oficial de inteligencia en la Policía y las fuerzas militares (FF. MM.) sobre si ser proactivo con los servicios de inteligencia amigos.

Pero los avances de un bien asesorado Petro y de su siniestro ministro de Defensa son mucho mayores y serán difíciles y demorados de corregir en el propósito nacional, que debemos universalizar, de recuperar a toda costa el control territorial que ilusamente cedimos en el embeleco de la paz de Santos. En esta nueva cruzada debemos asegurarnos de que no aflojaremos cuando tengamos a las guerrillas y grupos armados del pescuezo. ¡No otra vez!

No debemos elegir a un presidente que no esté convencido y comprometido con liderar la que debe ser la ofensiva definitiva para someter a los violentos. Quienes aspiren, pero no asuman ese compromiso, deberían declinar. Porque la primera y más contundente capacidad que requerimos es la voluntad política del nuevo gobierno de ganar el conflicto de manera dinámica y comprometida y que es inexistente en este gobierno.

Pero volvamos a las otras capacidades perdidas o mermadas en el esfuerzo de Petro de asegurar la expansión de las guerrillas. Es difícil ponerlas en orden de importancia. Tal vez son todas igualmente relevantes

El ministro Velásquez ha roto la movilidad que da el poder aéreo. Con la mayoría de helicópteros en tierra por falta de mantenimiento, esta capacidad permite a unas pírricas disidencias y al ELN lucir más fuertes de lo que son y copar con hostigamientos más municipios.

Perdimos 100.000 soldados en las fuerzas militares desde el proceso de paz de Santos bajo la falacia de los Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCR) y el iluso “fin del conflicto”. Y todavía hay quienes, cínicos o pendejos, preguntan por qué el Estado no copó los espacios que “dejaban” las Farc. Petro ha logrado 20.000 retiros voluntarios que no serán compensados con el lánguido plan de reclutamiento que se ha reducido ya a solo 13.000 efectivos entre todas las armas.

Desmontaron el entrenamiento de las tropas. Para sojuzgar a las Farc teníamos muchas unidades muy experimentadas y obsesivamente entrenadas con alta efectividad en combate.

Al eliminar los comandos y fuerzas de tarea conjuntas, desaparecerá la inteligencia verdaderamente conjunta. Se perderá el compartir oportuno y completo de la inteligencia sobre objetivos de alto valor entre las fuerzas.

Se ha roto la congruencia de la inteligencia derivada de la permanencia en los cargos de los mejores analistas de inteligencia. Retiros, reasignaciones y traslados acaban la calidad del neurálgico análisis de inteligencia tanto en Policía como en las FF. MM.

La obsesiva restricción de las misiones beta o de bombardeo contra objetivos de alto valor, permite el acomodo de los mandos guerrilleros, les evita el desgaste de esconderse y es definitiva en la consolidación territorial como la que se lamenta en Argelia y El Salado.

La reducción presupuestal impuesta por Velásquez limita muchos suministros, como las cargas básicas de munición de las unidades, lo cual, a su vez, afecta las prácticas de polígono. Soldados sin puntería no ganan batallas. Con el recrudecimiento de diversas guerras en el mundo hay escasez y nuestro ejército no tiene munición. Indumil no cubre las necesidades. Ya no podemos comprar a Israel. Parece un detalle, pero no lo es. Conseguir proveedores confiables y de calidad es un problema y el costo aumenta.

La falta de mantenimiento de muchos de nuestros equipos de comunicación suministrados por Israel se empieza a sentir en el desarrollo de las operaciones.

Con estas carencias y la severa restricción presupuestal de la nación, a la caza de la mejor comisión, Petro ha ratificado la compra de caza bombarderos supersónicos, anteponiendo la defensa externa a la imperiosa recuperación de capacidades para traer la paz a los ciudadanos.

No demora Petro en sacarle la piedra a Trump, sin querer queriendo, buscando que se nos cierre también la venta de crucial intendencia, munición y equipamiento militar y de comunicaciones de Estados Unidos.

Así, se hará cada día más viable el sueño dorado de Petro y Velásquez de entregar el poder de manera definitiva a las guerrillas marxistas. El consenso político esencial que el país debe lograr es la determinación absoluta, general y eficaz de recuperar rápidamente estas capacidades y acabar con los violentos que nos dominan.