Las políticas económicas del presidente Gustavo Petro están acabando la economía del país. No solamente se trata de su postura en contra del empresariado, la falta de confianza que sus políticas generan en la comunidad inversionista y los efectos de sus reformas, sino también el crecimiento desmedido del Estado que, como una masa deforme, inoperante, burocrática y corrupta, desplaza y ahoga el sector privado. Me explico.
Colombia actualmente está viviendo los efectos de lo que se conoce como el crowding out o “fenómeno desplazamiento”. Se trata de una teoría económica que sostiene que el aumento del gasto del sector público reduce el gasto del sector privado.
Los expertos consideran que cuando el Gobierno impulsa el gasto, ya sea vía impuestos o deuda, les quita incentivos a los consumidores o empresas para que consuman o gasten. La razón es que cuando los Gobiernos deciden aumentar sus impuestos se comen recursos del sector privado y las familias, y cuando se endeudan, hacen que las tasas de interés suban, provocando que los inversionistas individuales e institucionales compren bonos de deuda del Estado, haciendo que quede menos capital para inversiones en el sector privado.
Los críticos argumentan que la teoría del desplazamiento es incorrecta y que más gasto gubernamental conduce a menos gasto privado, lo que finalmente impulsa la economía. Es la teoría de un Gobierno glotón e ineficiente. Lamentablemente, en Colombia esa teoría pasa a la realidad.
Para darse cuenta de la gravedad de lo anterior, basta con hacer un repaso del crecimiento de la economía colombiana por sectores.
Según las propias cifras del Dane, la industria manufacturera registró decrecimientos desde el segundo trimestre del año pasado y promedió una contracción del 3,5 por ciento para 2023. Los datos para la construcción son aún más preocupantes. El sector no levanta cabeza y durante todo el año anterior estuvo en números rojos, cayendo 4,2 por ciento para 2023. Pero eso no es todo, el comercio solo contó con un primer trimestre positivo el año pasado para luego contraerse durante los tres periodos consecutivos y cerrar con una baja del 2,8 por ciento.
En otras palabras: tanto la manufactura como la construcción y el comercio ya están en recesión, así en el total la administración Petro asegure que crecimos. Apocalíptico, pero real y comprobante de que estamos en pleno desplazamiento.
Sin embargo, no hay más ciego que el que no quiere ver. El Gobierno sostiene que durante el año anterior el país creció a una tasa positiva y celebra que lo hizo principalmente por el gasto del Estado, pero como lo establece la teoría del desplazamiento económico, se trata de una manera de crecer que desincentiva las inversiones privadas, que son lo único sostenible y eficiente en el mediano plazo.
Según el Dane, Colombia creció a una tasa de 0,6 por ciento en 2023, el dato de crecimiento más bajo en 25 años. Es una cifra tan mala que es solamente superior a los decrecimientos registrados en 1999 y 2022, cuando estábamos en plena crisis económica y covid, respectivamente. Horrible. Pero ahí no termina todo, es probable que cuando se revisen las cifras el próximo mes, tal y como ocurrió en febrero, el Gobierno tenga que hacer correcciones a la baja, revelando una recesión técnica. De Guatemala a Guatepeor.
La administración Petro sigue en negación absoluta y considera que está haciendo las cosas bien, y su mensaje todavía hace eco en un segmento de la población, pero a este ritmo, la falta de trabajo y oportunidades para el ciudadano, se van a hacer tan evidentes que hasta los bodegueros de las redes van a sentir el mordisco en el bolsillo.
Afortunadamente, el problema económico que enfrenta Colombia es un problema autoinfligido, un verdadero tiro en el pie. Las condiciones económicas internacionales son tan favorables que con un timonazo leve las cosas pueden retomar el camino correcto. Aunque los expertos hablan de un plan de choque, la realidad es que un giro positivo económico se puede concretar en cuatro ideas:
i. Bajar los impuestos para familias y empresas.
ii. Bajar el gasto del Gobierno y apretar el cinturón.
iii. Hacer dieta de declaraciones antiempresa y propiedad privada.
iv. Suspender las reformas en curso.
Sin embargo, el dogma que profesa esta administración le hace difícil cambiar de rumbo. Así, las cosas, evidentemente, están deteriorándose más rápido de lo que todos esperábamos.