Eso de que el mundo va a ser mejor luego de que el coronavirus nos haya consumido hasta secarnos es una gran mentira. Para que nos vayamos entendiendo: después de la crisis del coronavirus no va a haber milagros. Ni Donald Trump se va a volver defensor del medioambiente, ni Luis Carlos Sarmiento va a dejar de ser el dueño de Colombia, ni Maduro va a salir del poder en Venezuela.
Tampoco van a mejorar los índices de aprobación del presidente Duque después del coronavirus ni a la fiscalía de Barbosa le va a dar por investigar la Ñeñepolítica porque la va a seguir enterrando de la misma forma que NHM sepultó la verdad del escándalo de Odebrecht. Repito, milagros no va a haber. Es decir, los colombianos no nos vamos a volver solidarios ni vamos a salir de esta con un contrato social, de la misma manera que el mundo no se va a convertir en un lugar irrigado por el sentimiento de la empatía en donde los enemigos de antes se darán la mano. Todo indica que el mundo va a cambiar pero para peor, como ya lo vaticinó con cierto escepticismo el historiador Harari, cuando habla de que los avances en la biotecnología podrían terminar siendo utilizados para vigilar a los ciudadanos desde su celular.
En otras palabras, que lo que muchos no quieren puede suceder; es decir, que los Estados Unidos pueden terminar reeligiendo a Trump y que Maduro puede quedar más atornillado al poder que antes. En Colombia las cosas también pueden ser peores de lo que ya eran: seremos más pobres que antes y, por lo mismo, estaremos expuestos a la peor cara del capitalismo. Para comenzar, el dueño de Colombia no se va a volver generoso con el coronavirus. Eso no va a pasar. La donación de 80.000 millones de pesos –aproximadamente 20 millones de dólares– que hizo Luis Carlos Sarmiento para ayudar al Gobierno colombiano en la guerra contra el coronavirus lo prueba. Según Forbes, Sarmiento tiene 9.000 millones de dólares de patrimonio propio, con lo cual se puede concluir que la donación equivale a tan solo el 0,22 por ciento de su patrimonio.
Tampoco los bancos se van a volver compasivos con los deudores cuando ya se vuelvan morosos, pese a que el sector financiero fue el que más utilidades sacó en los años anteriores. Solo el Grupo Aval, que tiene la mayor participación de mercado, produjo el año pasado utilidades netas aproximadamente por 3,1 billones de pesos y Bancolombia por cerca de 3,2 billones, según el diario La República. Me puse en la tarea de preguntar en ambos lados cómo iban a repartir esos dividendos, porque me parecía un contrasentido que en medio de esta crisis se estuvieran repartiendo sus utilidades cuando hay gente sin trabajo que se está viendo a gatas para cumplir con los bancos. Me respondieron que decidieron reservar algo más de la mitad de sus utilidades para crear un colchón con el propósito de enfrentar mejor la crisis que se avecina y que solo repartieron el remanente. Sin duda esta vez tomaron la decisión correcta, pero el hecho de que no se hayan repartido este año todos los dividendos no salda la deuda que los bancos grandes tienen con el país.
Ya no se acuerdan que en la crisis de finales de los noventa el Estado salió a salvarlos con el dinero de los colombianos. Esa crisis produjo una mayor concentración de la banca, que le dio a Sarmiento la posición privilegiada que tiene hoy en el sistema financiero. ¿Quién ganó y quien perdió? Esta historia se puede repetir con la crisis económica que nos va a dejar el coronavirus, la cual será más grave que la de hace 20 años. Si eso sucede, el poder de Luis Carlos Sarmiento –quien tiene además casi el 60 por ciento del ahorro de los colombianos– se va a acrecentar todavía más.
De nuevo, los bancos han sido hasta ahora los grandes receptores de las medidas económicas. Han recibido mucha liquidez a una tasa de referencia barata que, según Salomón Kalmanovitz, sigue siendo muy alta. Se han abierto nuevos préstamos a las empresas para que tengan cómo sostener por algunos meses la nómina durante la cuarentena, pero es evidente que esas medidas no van a ser suficientes y que a largo plazo la gente no va a tener con qué pagar sus créditos. Es decir, cuando salgamos del coronavirus estaremos más que nunca en manos de los banqueros y expuestos a sus abusos de poder porque nadie, ni el presidente, se atreverá a controlarlos.
En esas circunstancias tan precarias difícilmente vamos a poder cambiar el rumbo de las cosas. Estamos mucho más cerca de que los gremios utilicen la crisis económica para introducir las reformas que ya tenían en mente antes del coronavirus, como la de la flexibilización laboral y la que busca reducir el tamaño del Estado, que de aprovechar este momento para convertirnos en un país productor de comida y defensor del medioambiente. Y en cuanto al presidente Duque, todo indica que corre el riesgo de que sus índices de popularidad bajen tanto como los ingresos de los colombianos. De ese tamaño va a ser su caída. Y esa debilidad va a incrementar el poder que sobre él tienen los verdaderos dueños del país. Lo siento, todo puede ser peor.