Septiembre es el mes de prevención contra el suicidio. Tan solo el año pasado cerca de 46.000 estadounidenses se quitaron la vida y, lo que es más alarmante, por cada muerte, por lo menos cuatro personas intentan hacerlo. Es decir, la cantidad de personas que toman acciones en su contra es inmensamente preocupante.

Según el Centro de Control y Prevención de Enfermedades, el suicidio es una de las principales causas de muerte entre niños y adultos, y la cifra de personas que mueren por esta causa en el planeta anualmente es de 800.000. Aunque los expertos aún no han logrado desarrollar una metodología que permita identificar a las potenciales víctimas, sí hay coincidencia en que la depresión es uno de los factores primordiales.

Múltiples estudios concluyen que adolescentes y adultos jóvenes que usan redes sociales como Instagram, Facebook y Twitter reportan una mayor tasa de depresión que los que no usan esas plataformas regularmente. La diferencia es de entre el 13 por ciento y el 66 por ciento.

La semana pasada, un evento de claro matoneo a jóvenes lo protagonizaron Daniel Samper Ospina y la reconocida actriz Margarita Rosa de Francisco. Por medio de mensajes en las redes sociales, ridiculizaron a un grupo de tres estudiantes que grabaron un video frente al Congreso criticando a la administración Petro.

Los universitarios, vestidos de traje y corbata, y de ideología conservadora, cuestionaron respetuosamente y sin violencia las políticas del mandatario. Los mensajes de los dos personajes públicos, que conjuntamente suman 5,6 millones de seguidores, desataron una ola de tendencias de memes e insultos contra los jóvenes, que no superan los 20 años.

Tras la avalancha, familiares y amigos relataron cómo uno de ellos, a quien no me referiré directamente en estas letras, cayó en una profunda depresión, mientras que otro pudo relatar los duros acosos cibernéticos en una entrevista a la radio. Su único delito fue expresar su punto de vista.

Al ser cuestionado por Twitter, Samper, a modo chascarrillo, se burló nuevamente del episodio sin reconocer su falta. Al momento de estas letras, la afamada actriz guardó silencio. Los dos, a pesar de su importancia e influencia, se quedaron cortos en reconocer su error.

A los dos quiero decirles, con respeto, por favor, deténganse. Dejen de agredir jóvenes indefensos en redes.

Reconozcan que ustedes tienen un gigantesco poder de convocatoria y que sus palabras potencialmente desatan acciones y consecuencias. Samper tiene todo un historial de usar el humor pasivo-agresivo y luego esconder la mano con la que tira la piedra. Durante años ha sido el típico “matoneador” de colegio que agrede repetidamente y que cuando lo llaman al orden se esconde bajo la bandera del humor. Cuando fue director de la revista SoHo, dedicó decenas de páginas a cultivar el odio y la burla, haciendo sus famosos tops de diez razones por las que odio a una serie de personajes públicos y publicando temas similares de burla a los defectos físicos, sin que nadie lo llamara al orden. Comprensible, siempre ha sido un hombre muy poderoso con grandes medios y amigos de su lado.

Pensé mucho antes de dedicar estas líneas al actuar del señor Samper, pero llegué a la conclusión de que es menester hacerlo. Es necesario que sepa que sus palabras de odio han afectado mentalmente a sus destinatarios e incluso provocado serias afectaciones a personas que se consideran buenos amigos suyos. Fui testigo de cómo uno de ellos se destruyó luego de que usted, tan cercano, se dedicara a publicar que era un obeso intrascendente. Usted lo tomó como un chiste, pero él no. Él consideró, y con razón, que sus influyentes palabras ponían en jaque su futuro laboral y su carrera construida decentemente durante años. Usted es un bully, y los bullies tienen que ser enfrentados antes de que sus acciones acaben o afecten irreversiblemente la vida de las personas que usted jocosamente toma como blanco. Soy testigo del daño que usted les ha hecho a decenas y es hora de que le digan no más.

Seguramente, estas letras levantarán su ira y arremeterá contra mí. No será la primera vez. Pero por mis hijos y por los suyos, espero que los que nos lean entiendan que vale la pena llamar al orden a los matoneadores. En este mes de la salud mental y prevención del suicidio, en esta columna vale la pena levantar la mano y decir no más.