Recientemente, se realizó en la Universidad del Rosario el evento ‘Diálogo sobre las reformas’, un debate académico en torno al estado actual y las perspectivas de la economía del país, particularmente en lo relacionado con las finanzas públicas. Quiero compartir tres de las principales ideas debatidas en tal espacio alrededor de la propuesta de reforma tributaria que en la actualidad se estudia, a manera de interrogantes, y compartir algunas reflexiones personales desde la perspectiva académica.
1. ¿Es el momento adecuado para hacer una nueva reforma tributaria? La respuesta es sí. Académicos, gobernantes, empresarios y analistas coinciden en reconocer que el panorama internacional actual está marcado por problemáticas transversales a las diferentes economías del mundo, como un alto nivel de incertidumbre, un fuerte crecimiento de la inflación, una mayor probabilidad de desaceleración del crecimiento o incluso una eventual recesión. Todo esto, en un entorno global en el que siguen teniendo impactos negativos la crisis en las cadenas de abastecimiento, el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, la tensión en el mercado de energía, el aumento en los precios de los alimentos, así como la creciente preocupación por el calentamiento global.
La economía de Colombia no es ajena a estas problemáticas, por el contrario, hay en el país una alta preocupación por la inflación, el dinamismo de la producción, el desempleo y los efectos que podrá tener el cambio que se avecina en la estructura tributaria. A pesar del complejo panorama local y global, la respuesta sobre el mejor momento para hacer la reforma tributaria, en mi opinión, es ahora. La pobreza e inequidad no dan espera, es urgente que se ejecuten políticas públicas encaminadas a cumplir el sueño de lograr el bienestar para todos los colombianos.
Un aspecto que, tanto en lo económico como en lo social, juega a favor es el hecho de que Colombia está mostrando un crecimiento económico destacado, en el marco de un proceso de recuperación económica pospandemia. Se cuenta con el ánimo de construir una estructura tributaria más justa, lo cual está acompañado de la oportunidad, vía mayor crecimiento económico, y de tener más recursos para llevar a cabo una inversión que fomente el bienestar social, empresarial y medioambiental.
2. ¿Está lista la propuesta de reforma? La respuesta es todavía no. Si bien es cierto que el Gobierno fue muy diligente en la preparación de la propuesta inicial, el texto se encuentra en manos del Congreso, pero se requiere, como es natural en estos procesos, un diálogo cercano con los diferentes actores del país. Es clara la urgencia de dar trámite a la reforma tributaria, pues el recaudo de un nivel requerido de impuestos es la base para el desarrollo de los planes de gobierno, al tiempo que la reducción del déficit fiscal traería una serie de importantes beneficios, pero es posible tomar las pausas necesarias para la reflexión.
Existen preocupaciones particulares sobre dos frentes: el primero, su posible impacto sobre el sector empresarial, el empleo y la inversión; el segundo, el efecto que generará en la vida cotidiana de todas las personas, no solo de aquellas que cuentan con mayores ingresos. Es indispensable debatir el límite de esta reforma tributaria, para que no se ponga en peligro el crecimiento económico, sino que, más bien, proporcione incentivos al desarrollo productivo en un contexto de justicia social y sostenibilidad ambiental. Resulta muy importante también fortalecer el proceso pedagógico de la propuesta, de tal forma que exista un mejor conocimiento por parte de la sociedad, base para su apropiación y su capacidad de opinión informada. Y, finalmente, se necesita una comprensión de cuál ha de ser el uso óptimo de los recursos para lograr el anhelado bienestar social de nuestro país.
3. ¿Hay temas ausentes en los debates sobre la nueva reforma tributaria? La respuesta es sí. Es indispensable que todo debate sobre cambios en la estructura impositiva de un país vaya acompañado de discusiones sobre el gasto público, con el fin de garantizar el buen uso de tan valiosos y escasos recursos. Algunos analistas se han preguntado por qué el IVA no se ha puesto sobre la mesa precisamente en una discusión de la estructura tributaria del país; bien vale la pena conocer las razones técnicas por las cuales no se incluyó. Es claro que el debate sobre la austeridad del gasto público, así como una lucha frontal contra la corrupción y la evasión de impuestos, son temas obligados en la agenda de la discusión tributaria. Es también necesario que la sociedad colombiana conozca si a futuro se presentará una nueva reforma tributaria en este gobierno o si la actual será suficiente para estabilizar las finanzas públicas y contar con los recursos requeridos para dar cumplimiento al plan de desarrollo propuesto por el gobierno.
Finalmente, quiero resaltar la solidaridad de los colombianos, quienes sin duda estamos dispuestos a contribuir en la solución de los desafíos sociales de nuestro país, confiando en que la eficiencia, la austeridad y la integridad serán las características del manejo de los recursos públicos, que son, en últimas, patrimonio de todos.