Durante 60 años en la mancheta de El Tiempo apareció Eduardo Santos como director-propietario, siempre con el guion. Santos era el propietario, el único propietario del principal periódico. Hace 100 años circulaban varios periódicos en Bogotá. Santos convirtió El Tiempo en el más influyente. No fue obra del azar. Cuando el periódico fue clausurado por el general Gustavo Rojas Pinilla en 1955, en un homenaje de desagravio en el Salón Rojo del Hotel Tequendama dijo Alberto Lleras Camargo, dirigiéndose a Santos: “El Tiempo, obra de vuestra inteligencia, vuestra perseverancia, vuestro espíritu de servicio, vuestra laboriosidad y patriotismo”. La experta que más sabe de la historia del periodismo en Colombia, Maryluz Vallejo, acaba de publicar un libro sobre Santos, que mezclando cartas del director-propietario y ensayos que reconstruyen su época son la mejor aproximación a este gran colombiano de exquisita prosa. Fue una de las principales novedades de la Feria Internacional del Libro y es un volumen oportuno al cumplirse 50 años de la muerte de Eduardo Santos.

Santos fue, además, un humanista, un francófono, un hombre de elevada cultura y un gran lector, como lo atestiguaba la estupenda biblioteca que durante casi medio siglo reposó en la que fue la sede de El Tiempo en la avenida Eldorado. También fue el firmante, como presidente de la república, del Decreto 1723 de 1938, expedido a menos de dos meses de su posesión, el cual señala: “Los funcionarios consulares de la República no podrán sin autorización especial y concreta en cada caso del Ministerio de Relaciones Exteriores visar pasaportes de individuos que hayan perdido su nacionalidad de origen, o que no la tengan, o cuyos derechos civiles y políticos hayan sufrido limitaciones de cualquier especie que dificulten o estorben su regreso al país de origen”. El decreto tenía nombre propio: dificultar y estorbar la expedición de visas a los judíos que en Europa buscaban refugio en ultramar para huir del nazismo.

Que Santos les abrió las puertas a los republicanos de la guerra civil española y se las cerró a los judíos era algo que ya se sabía. Que su canciller, Luis López de Mesa, era un furibundo antisemita también se conocía. Para López de Mesa, los judíos tenían una “orientación parasitaria de la vida”, afirmación que parece calcada de Mi lucha, en la que Hitler escribió: “El judío fue siempre un parásito en el organismo nacional de otros pueblos”. Lo que no se sabía –y ahora revela la profesora Maryluz Vallejo– es que también fue antisemita el ministro de Colombia en Berlín, Jaime Jaramillo Arango. Informaba al Gobierno de Santos en 1938: “También conviene no olvidar que el Gobierno debe ser muy parco en otorgar Cartas de Ciudadanía a estos individuos [los polacos] y a los inmigrantes judíos en general, a fin de que si el problema de los indeseables se complica, no tenga las manos amarradas para poderlos sacar en cualquier momento”. En otro despacho reiteraba el calificativo de indeseables al informar al Gobierno que las compañías de navegación alemanas se habían quejado ante el cónsul colombiano en Hamburgo por la restricción de visas que afectaba la venta de pasajes “como si no fuera Alemania la causante de estos trastornos y como si ella no nos estuviera perjudicando a nosotros acomodándonos esos indeseables”. Jaime Jaramillo Arango también se refería a los judíos que acudían en Berlín a la legación de Colombia: “El problema de la emigración judía sigue en su fina. Yo he estado luchando por contener la corriente de aspirantes que casi en tumulto se presentan aquí en la Legación a solicitar el permiso de ir a Colombia y la visa respectiva. No obstante, encuentro tantas dificultades para sostener la determinación de restringir al mínimo estos permisos que empiezo a temer que me arrolle la corriente”.

Jaime Jaramillo Arango nació en Manizales en 1897. Fue médico cirujano y decano de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional durante el Gobierno de Enrique Olaya Herrera, siendo, además, el médico personal de Olaya y su vecino en Fusagasugá, donde ambos tenían fincas contiguas. Falleció en Bogotá en 1962. Era posible sospechar que Jaramillo Arango, como sus dos superiores jerárquicos, fuera antisemita. Ahora lo confirman los archivos examinados minuciosamente por la gran investigadora y ahora biógrafa del director-propietario.

Maryluz Vallejo Mejía, Eduardo Santos: “Estrictamente confidencial” (Intermedio, 2024).