Justo en el momento en que el país se encuentra paralizado por el paro camionero, generado por el reajuste del precio en el diésel, aparece Petro con una “alocución presidencial” para hablarnos de un supuesto evento corrupto del pasado gobierno. No es una mera coincidencia. Quizá está fraguando una estrategia para contrarrestar una inminente condena en el Consejo Nacional Electoral por violación de los límites de su campaña.
Al comenzar su discurso, hizo una diferencia interesante sobre el paro camionero, el cual habría sido promovido —según él— por unos empresarios que, como de costumbre, persiguen sus funestos intereses y no el bien común. Nada que ver con las buenas gentes del pueblo —el suyo— que paralizaron el país en 2021, causando daños gigantescos a la sociedad. No quiso el presidente percatarse de que el bloqueo actual es de los pequeños camioneros, los que, en muchos casos, se mueven en la informalidad, carecen de seguridad social y cuyo único patrimonio es su vehículo. Son conocidos como los “hombres camión” y, en tal condición, serían parte de la “economía popular” que el gobierno quiere promover.
Es verdad que existe desde tiempo atrás un exceso de oferta vehicular que, en lo fundamental, es causada porque en Colombia no existe, como en la generalidad de los países, una regla de obsolescencia: vehículos que ya no pueden circular en otras partes, por razones ambientales y de seguridad, aquí pueden hacerlo hasta que “sacan la mano”. Cuando así sucede, el modesto camionero no tiene recursos para sustituirlo por otro y tampoco tiene como jubilarse.
Puede ser vana la ilusión de que el programa de apoyo a los adultos mayores en estado de indigencia, que existe desde tiempo atrás, sirva para resolver este problema. Hasta donde sé, el proyecto de presupuesto nacional de este año carece de recursos para ese objetivo. El gobierno estaría esperando los recursos que, como consecuencia de la reforma pensional, dejarán de ahorrarse para apoyar a esos ancianos en condición vulnerable. ¿Y si la Corte la tumba? “Siguiente pregunta, amigo periodista”.
En cualquier caso, y este fenómeno no es exclusivo del actual gobierno, es claro que las vías de hecho contra la vasta mayoría de la sociedad prevalecen ante la crónica debilidad del Estado. Ahora las circunstancias son peores: se sabe de antemano, porque esa es la política vigente, que el gobierno no utilizará la acción policial para restablecer la movilidad, una señal elocuente para que los violentos procedan sin temor. E invita a quienes se han colocado al margen de la ley para que establezcan “corredores humanitarios”, una inaudita claudicación de la autoridad.
Vayamos ahora al escándalo, real o ficticio, denunciado por el presidente, el cual, sin duda, debe ser investigado. Al hacerlo, es preciso advertir que los cuerpos de inteligencia estatal usan herramientas para espiar a la gente, bajo ciertas condiciones, lo cual requiere un delicado balance entre confidencialidad y transparencia. Por ese motivo, compran productos informáticos como los que denunció el presidente la noche del miércoles. En realidad, sorprende que se sorprenda. Sabe que existen. El gobierno los usa. Lo importante es que los use bien.
Sin embargo, las aviesas intenciones de Petro se notan a la legua. Aprovechó para fustigar al gobierno de Israel, al que ha elegido como enemigo, que nada tiene que ver, pues no es actor en esa película. Que la empresa proveedora opere en su territorio es circunstancial. Peor todavía: asume que habiendo ocurrido la compra de ese material poco antes de la campaña presidencial en la que resultó vencedor, es prueba concluyente de que fue adquirido para espiarlos a él y sus copartidarios. Esta es una afirmación irresponsable y falaz. De que dos hechos ocurran uno a continuación de otro no se deduce que el primero es necesariamente causa del segundo. El vuelo agitado de las gaviotas antes de que llueva no causa la lluvia. El canto matutino del gallo no hace salir el sol. ¿Me explico?
Muestra indudable de una falla en nuestra institucionalidad es que el presidente pueda utilizar, cuando le venga en gana, los medios de comunicación que usan el espectro electromagnético, de manera forzada y en condición monopólica. Lo es tambien que, en la práctica, la oposición carezca de derecho a réplica. Peor aún resulta este estilo de gobierno imperial basado en el monólogo del gobernante. No hay ruedas de prensa del presidente; ningún periodista lo puede interpelar. Petro sigue el pésimo precedente de Santos y de Duque. Esta es una situación que corroe las bases mismas de la democracia.