En todas las regiones del mundo, una de las prioridades es evaluar y establecer políticas de recuperación, en diversos ámbitos, en el marco de la fase pospandemia, que se espera empiece a tomar forma el próximo año. En los últimos meses, no hemos dejado de escuchar los más motivadores discursos que buscan encaminar todas las economías a un proceso de restauración tras este duro golpe.
Por supuesto, Europa no es la excepción. A inicios del mes de octubre, Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, propuso una iniciativa en la que el diseño entra a formar parte importante del plan de recuperación europeo. Para ello citó la Bauhaus, una mítica escuela de arquitectura, diseño y arte fundada en Alemania en 1919. Pero, ¿cómo es posible que sea una estrategia viable después de 100 años?
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Al parecer, todo vuelve. Mencionar esta reliquia se consideró una declaración de intenciones, bastante ambiciosa, que busca que el diseño vuelva a tener un rol importante en la sociedad, en la medida que toma fuerza con ejes transversales de nuestra modernidad, como la sostenibilidad.
La idea subyacente, en una propuesta que para algunos pudo ser descabellada, se relaciona con la necesidad de construir algo nuevo, una nueva sociedad. Esto no se limita al diseño arquitectónico. La Bauhaus tiene que ver con una actitud que promueva un modo de vivir y de pensar, dejando la puerta abierta a la creación de cosas totalmente innovadoras.
Como es de suponerse, la Bauhaus surgió en respuesta al final de una crisis: la Primera Guerra Mundial. Para entonces, se buscaba una renovación cultural y social con aire de innovación en el marco de una revolución industrial. Si lo ponemos bajo el contexto actual, hoy día, la renovación les apunta a las energías limpias, la concientización en las formas de consumo, el reciclaje, la reutilización, la implementación de nuevas tecnologías como el Internet de la cosas (IoT) y la impresión 3D, etc.
Esto vuelve a poner sobre la mesa al diseño como factor de competitividad, y hasta de innovación. De hecho, la Declaración de Diseño de Montreal en 2017 destacaba el diseño como facilitador del cambio y la transición; por supuesto, algo muy valioso en épocas actuales en medio de la búsqueda de mejoras en diversos aspectos socioeconómicos.
El propósito principal es crear una “nueva Bauhaus” europea que sirva como un espacio de cocreación en el cual arquitectos, artistas, ingenieros, diseñadores industriales y universidades trabajen por los objetivos de la Unión Europea. Dejando a un lado la típica percepción sobre los procesos de producción y servicios, ahora el diseño pasa a ser una actividad holística que contribuye a la generación de valor agregado.
En vista de nuestra dependencia con la tecnología para seguir en medio de la pandemia, es claro que después de la crisis se deben diseñar productos que mejoren la interconexión bajo el paradigma del IoT, usar materiales que sean amigables con el medioambiente, crear interfaces que posibiliten cada vez más las transacciones, diseñar más y más servicios, tanto tangibles como intangibles.
Es por ello que ahora percibimos más perfiles integrales con el diseño en muchas empresas alrededor del mundo. Con el tiempo emergen con más fuerza cargos, como la figura emergente del Chief Design Officer (CDO) para diseñadores industriales, diseñadores visuales, diseñadores de servicios, diseñadores de comunicación, entre otros. Toda una serie de posiciones que otorgan ahora un nivel estratégico y que capturan un valor especial.
La propuesta ha destacado a nivel mundial porque no se limita a ser un proyecto económico o ambiental, sino que se trata de un proyecto cultural para toda Europa. Con un presupuesto de 750.000 millones de dólares, es una iniciativa denominada Next Generation EU, que abarca todo un plan en el cual el diseño se posiciona como una estrategia clave. No obstante, aún no pasa de propuesta.
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Uno de los puntos más intrigantes que falta por definirse está relacionado con si pudiera tratarse de una escuela física o una plataforma digital, ya que se ha citado la digitalización como promotora de la formación. No obstante, aunque esto aún no está consolidado, la idea, que ha recibido un espaldarazo internacional, por ahora tiene una visión, un plan y una inversión perfectamente distribuidas en tres pilares: apoyar a los Estados miembro en su recuperación, relanzar la economía y apoyar la inversión privada, así como extraer las enseñanzas de la crisis por medio de diversos programas.
En Colombia, si bien no tiene una concepción parecida, uno de los puntos que empezaron a estimular y apoyar algo parecido fue la promulgación de la Ley 1834 de 2017, que les concedió más relevancia a las industrias creativas en la economía nacional. Ha sido todo un enfoque diferencial del cual el diseño, desde muchas perspectivas, se consolidó como eje transversal.
El renacimiento de la Bauhaus, para centrar nuevamente la atención en el diseño como parte de la solución actual, es todo un revolcón e invita a una visión más profunda del análisis de la crisis y de las respuestas a ella. Entender la función que cumple el diseño en la transformación conlleva a una revolución, no solo como concepción de la economía creativa, sino como concepto de transformación de nuestra sociedad.