“Traición shakesperiana”, la llama un periodista inglés especialista en el Oriente Medio. Se trata de la traición matrera del presidente norteamericano Donald Trump abandonando por Twitter a su suerte de vencidos a los aliados kurdos de los Estados Unidos, que han sido durante cinco años la punta de lanza de la lucha contra el califato islámico (Isis) en Siria y en Irak, y han perdido en ella más de 10.000 hombres caídos en acción, y el doble de víctimas civiles. Pero la iban ganando, habiendo prácticamente limpiado a Siria de combatientes de Isis y cogido prisioneros a muchos miles. Ahora tendrán que soltarlos, pues no pueden custodiar sus campos de reclusión al haber perdido el respaldo norteamericano frente a Turquía, que los persigue por independentistas y acaba de recibir por teléfono “luz verde” de Trump para proceder a su exterminio. Ya empezó la invasión turca en el noreste de Siria, hasta ahora bajo control de los kurdos. Y ahora los prisioneros de Isis, liberados, podrán volver a reforzar su moribundo califato. Porque, además de traidor, el presidente Trump es un imbécil.
No es el primero, ni será el último. Ya los mismos kurdos, o sus padres, habían sido traicionados hace 30 años por otro presidente norteamericano, George Bush (padre), al final de la Guerra del Golfo. Al dar por concluida su ofensiva “Tormenta del Desierto” contra Irak, Bush incitó a los kurdos del norte y a los chiitas del sur a alzarse contra el gobierno sunnita de Sadam Hussein. “Que los iraquíes tomen las cosas en sus manos y obliguen al dictador Sadam Hussein a retirarse”, dijo el presidente Bush al retirarse él mismo.Y chiitas y kurdos se rebelaron, pero no obtuvieron el respaldo esperado. Las tropas norteamericanas, todavía presentes en medio Irak, asistieron sin intervenir al ametrallamiento de los chiitas y al aplastamiento de los kurdos por la Guardia Republicana de Sadam: en el caso de los kurdos, con el uso de armas químicas incluído. También al después enemigo Sadam Hussein lo habían traicionado antes los norteamericanos, después de haberlo financiado y usado como peón en la guerra contra los ayatolas iraníes y su revolución islámica, dirigida contra “el Gran Satán”, como llamaban los iraníes a los Estados Unidos. Habiéndole vendido las armas y dádole licencia para invadir Kuwait, lo invadieron por haberlo hecho, justificándose con la falsa acusación de que tenía “armas de destrucción masiva”. Como previamente, en el propio Irán, habían traicionado al Shah que ellos mismos habían reinstalado tras un golpe de Estado de la CIA, y que al ser derrocado por los ayatolas y buscado refugio en los Estados Unidos fue rechazado por estos para no incomodar a aquellos. De la misma manera otro gobierno norteamericano, el de Richard Nixon, había abandonado a los survietnamitas después de haberlos obligado a pelear una guerra de décadas contra Vietnam del Norte. Y es por eso que ahora temen su correspondiente abandono los coreanos del Sur, en vista de la creciente compinchería de – volvemos a él– Donald Trump con el dictador Kim Sung Un de Corea del Norte.
Para los kurdos la traición no es cosa nueva. La conocen desde que en el siglo XII el sultán kurdo de Egipto y Siria, Saladino, tuvo que enfrentarse a las perfidias de los Cruzados de Occidente comandados por los reyes de Alemania, Francia e Inglaterra. O, más recientemente, desde que cuando finalizó la Primera Guerra Mundial, hace 100 años, Inglaterra y Francia les prometieron un Estado propio para después repartirse entre ellas dos el desguazado Imperio otomano, dejando a los kurdos distribuidos entre Turquía, Irán, Irak y Siria. Contra cuyos gobiernos, en sucesivas sublevaciones, se han alzado una y otra vez en el reclamo de su propio país, con ayuda de unos u otros, según la ocasión: contra Irán respaldados por Irak, contra Irak con el apoyo de Siria, contra Turquía con el de Irán, contra Siria con el de Irak y el de los Estados Unidos, que ahora los abandonan ante la invasión de Turquía. Hasta en la guerra civil kurda de los años noventa entre las facciones de los Barzani y de los Talabani han participado esos cuatro países, a veces de un lado y a veces del otro. Más la Unión Soviética, cuando existía todavía. Israel también, subrepticiamente. Francia y el Reino Unido, con empresas petroleras y con aviones de combate y tropas armadas. Y, por supuesto, los Estados Unidos. Así que están advertidos los turcos: también a ellos los Estados Unidos los van a traicionar cuando les convenga. Ahora estos últimos se retiran de nuevo por decisión tuitera del presidente Trump, quien alega que los kurdos, sí, fueron aliados de los norteamericanos en la guerra en Siria contra el califato islámico, pero sin mérito alguno: porque “luchaban por su propia tierra”. Y en cambio, dijo, no ayudaron a los Estados Unidos en el desembarco de Normandía en la Segunda Guerra Mundial. Pero promete que, si los turcos en su represión de los kurdos “hacen algo que yo, en mi grandiosa e incomparable sabiduría, considero excesivo, yo destruiré totalmente y aniquilaré la economía de Turquía (ya lo he hecho antes)”. Así que están advertidos los turcos. También a ellos los Estados Unidos los van a traicionar cuando les convenga.