Acostumbrado a hacer lo que quiere aun por encima de lo que puede, el presidente Gustavo Petro rebasó esta semana todos los límites. Pretender nombrar como embajador de Colombia en Tailandia a Daniel Mendoza, autor de la serie Matarife, es la muestra viva de lo poco que le importa a este Gobierno que sus representantes en el exterior sean personas aptas, pero, sobre todo, lo poco que le importan las mujeres y la lucha contra la violencia de género.
Este Gobierno criticó hasta el cansancio que el servicio diplomático fuera la caja de pagos de los apoyos políticos en los Gobiernos anteriores. Petro molió a palos a su antecesor, Iván Duque, por nombrar en embajadas y consulados a personas cuyo único mérito era ser fieles a su Gobierno. Por eso prometió que el servicio diplomático estaría reservado para funcionarios de carrera.
Pero, además, prometió que el servicio exterior estaría enmarcado por lo que llamó “la política global feminista”, para lo cual nombró incluso a Arlene Tickner, embajadora itinerante para asuntos de género y política global feminista.
A pesar de todas estas promesas, el Gobierno de Gustavo Petro ha demostrado que estas no fueron más que palabras fáciles en discursos delirantes para generar aplausos. Pero ninguno de estos compromisos es real.
Son varios los nombramientos que Petro ha hecho de personas que no cumplen ningún requisito para estar en un cargo diplomático. Nombró a personas que ni siquiera tienen formación profesional, como Moisés Ninco Daza, a quien designó embajador en México, o cuyo único mérito para estar allí fue ser fiel seguidor del presidente, como el cónsul Andrés Hernández. También repartió cargos entre amigos de su familia, como la embajadora en Italia, Ligia Margarita Quessep Bitar, amiga de toda la vida de la primera dama, Verónica Alcocer. Hoy son 22 los nombramientos que están demandados por no cumplir requisitos.
Pero lo de Daniel Mendoza en la embajada de Tailandia va mucho más allá. No se trata solo de nombrar como representante de Colombia a una persona que no tiene mérito, más allá de ser fiel seguidor del presidente, y autor de una serie en la que señala al expresidente Álvaro Uribe Vélez de determinador de varios homicidios (cosa que al presidente Petro le fascina). Se trata de entregarle esta dignidad a una persona que públicamente ha manifestado el más alto desprecio por las mujeres.
Repetir en este espacio las bajezas que ha dicho Mendoza contra las mujeres no vale la pena. Es tan bizarro, retorcido, que solo da asco. Eso, además de llevar a cuestionarse sobre la salud mental, o al menos sexual, del personaje.
Pero peor aún que los trinos asquerosos de Mendoza sobre las mujeres es la defensa que de este nombramiento hizo el propio presidente Petro. “Por ahí me están diciendo que no puedo nombrar al señor Mendoza, porque salieron unas fotos de él desnudo con unas señoras. Las señoras no dicen que fueron a la fuerza, sino que les gustó el momento… Cómo esperan que un Gobierno libertario y progresista prohíba el amor y hacer el amor, ni que fuera Pinochet”, dijo Petro en Barranquilla.
El rechazo de esta intención de Petro de entregarle este privilegio a Mendoza generó el rechazo de varios sectores. Pero el presidente, al menos al momento de escribir estas palabras, se mantuvo en su decisión.
En este grito unido de rechazo, la gran ausente es la voz de las mujeres del llamado “progresismo”, que, se supone, son defensoras a ultranza de los derechos de las mujeres.
¿Dónde está la voz de Francia Márquez, ministra de la Igualdad, a quien se le creó todo un ministerio para dizque luchar por la igualdad de género y la erradicación de la violencia contra las mujeres? ¿Dónde está la senadora María José Pizarro, que con valentía lideró una campaña para que las mujeres acosadas en el Congreso denunciaran? ¿Dónde está, por ejemplo, María Fernanda Carrascal, que no desaprovecha ocasión para decir que este es el Gobierno que lucha sin descanso por las mujeres? ¿Y Ángela María Robledo?
Solo dos tímidos trinos se vieron, bien lejos de las apasionadas defensas que antes hicieran por las mujeres. El de la embajadora para la política exterior feminista, Arlene Tickner: “Rechazo categóricamente los trinos de Daniel Mendoza Leal. Son misóginos y avalan la violencia sexual contra mujeres y niñas. Por respeto a nosotras, al Gobierno que dice defender y a Colombia, invito al señor Mendoza a apartarse de la aspiración a ejercer un cargo diplomático”. Y el de la embajadora de Colombia en Austria, Laura Gil: “He comunicado mis preocupaciones en privado y ahora lo hago en público: los trinos del Sr. Mendoza constituyen violencia de género”. Y ya.
La única valiente ha sido Iris Marín, defensora del Pueblo, quien rechazó enérgicamente esta designación: “El señor Mendoza ha expresado públicamente su satisfacción con relaciones sexuales con niñas, en ocasiones se refiere a que se encuentren en estados alterados de la conciencia, o con mujeres a quienes se les ha suministrado previamente drogas. Eso NO es amor, son modalidades de violencia sexual contra la mujer y, peor aún, contra las niñas…
Nuestro Estado no se puede convertir en una dolorosa caricatura, ilustrativa de la cultura violenta promovida por altas autoridades que ni siquiera se dieron cuenta de su gravedad. El Gobierno ha dicho que rechaza la violencia de género. Pero hoy, una vez más, lo refuta con su acción… El machismo es una cultura atada al pasado que se extinguirá, pasará a la historia por lo que no debió ser. Le pido al Gobierno que no contribuya más con sus decisiones a retrasar el derecho de las mujeres, y de las niñas, a un buen futuro, a vivir una vida libre de violencias”.
Presidente, usted nos está diciendo a las mujeres que nos desprecia y su capricho no puede estar por encima de nuestros derechos y nuestro respeto.