Cada vez que el candidato Gustavo Petro lanza una propuesta económica, las reacciones no se hacen esperar. Esta semana, el líder de la extrema izquierda, en una visita a una fábrica de confecciones en Bogotá, dijo que bajaría el costo de los arriendos para que el salario a los trabajadores les rinda más. Disminuir por mandato, vía ley o decreto, el costo de los arriendos, es enviarle una señal en extremo negativa al mercado, a los inversionistas y, por supuesto, al sector de la construcción, uno de los principales promotores de la economía.
En 2019, según el Dane, el 85 por ciento de los propietarios de inmuebles que ganan dinero por cuenta de los arriendos, pertenecen a los niveles socioeconómicos 1, 2 y 3. Eso significa que Petro, buscando votos en los sectores más necesitados, no se da cuenta de que afectará a la clase trabajadora que tanto dice proteger. De ese nivel de insensatez son sus propuestas.
Fedelonjas, el gremio que agrupa a las empresas inmobiliarias, cuestionó la propuesta. Pero ni la Cámara Colombiana de la Infraestructura, ni Camacol dijeron nada. ¿Por qué los empresarios del país parecen apáticos frente a los riesgos que presenta el modelo económico de Petro?
Otra de las absurdas propuestas de Petro, que cada vez se parece más a Hugo Chávez, aunque lo niegue, consiste en imprimir billetes y entregar subsidios. Como Petro no ha fundado nunca una empresa, ni pagado una nómina, cree que el dinero y la riqueza se crean con el hecho de imprimir papel moneda. Por eso también ha dicho que las utilidades de las empresas se deben repartir entre los trabajadores. Un ataque directo a los empresarios, que son los que generan los puestos de trabajo, y una promoción de odio y de la lucha de clases, en la que los ricos son los malos de la economía.
Propuso acabar con la explotación y exportación de petróleo, siendo uno de los principales sectores que no solo promueve, sino que ha sostenido por décadas la economía nacional.
Durante el paro nacional, que impidió durante casi 50 días el abastecimiento de medicinas, alimentos y gasolina a varios municipios del país, e incluso cobró la vida de dos bebés que murieron en las ambulancias mientras eran transportados, mediante una “alocución petroniana” convocó a no comprar en almacenes de grandes superficies, no hacer transacciones bancarias y salir de los fondos privados de inversión.
El país vio por televisión que se quemaron sucursales bancarias del Banco Davivienda y del Banco de Occidente durante el paro nacional, pero los empresarios no dijeron nada.
¿Qué opinan Asofondos, Asobancaria, Fenalco, la Andi, Fasecolda, la Cámara Colombiana de Gas, Petróleo y Energía, los textileros, ganaderos y agricultores?
Estamos en un punto de quiebre para el país. Los acuerdos de paz de Santos con las Farc, la reescritura de la historia por cuenta de una narrativa muy agresiva promovida desde la izquierda, han prometido que si las ideas “progresistas” llegan al Gobierno, la pobreza se va a acabar.
Pero si Petro ya gobernó la capital del país, ¿por qué no se acabó con la pobreza? Seguro dirán que porque cuatro años de mandato es muy poco tiempo.
Venezuela ha recorrido durante 22 largos años la destrucción de su economía. Los empresarios de ese país sacaron sus capitales y se fueron a vivir por fuera. En cambio, el pueblo se quedó aguantando hambre, miseria, carencia de servicios públicos, salud y educación. El tejido empresarial fue destruido poco a poco, hasta lograr la estatización de lo poco que quedó. La riqueza fue a dar a manos del dictador Hugo Chávez, su sucesor, familias y amigos del régimen.
Otra de las propuestas de Petro es la de comprarles a 3.000 “tenedores” (ni siquiera los reconoce como legítimos propietarios) de grandes extensiones de tierra “improductiva”, según él, sus fincas. Su principal objetivo es el expresidente Álvaro Uribe, bajo el argumento de que esas tierras no deberían ser usadas para ganadería y sí para cultivar.
De tajo, Petro elimina la ganadería como una actividad económica, y a la expropiación la adorna con el ánimo de no asustar.
Gustavo Petro está en todo el derecho de exponer las ideas políticas que le plazcan. Estamos en un estado de derecho y bajo el marco de la Constitución de 1991 cualquier persona que quiera ser presidente del país tiene el derecho político de presentar su visión. En ese sentido, ha sido claro en que no le gusta el modelo de libre mercado, ni tiene el más mínimo interés de respetar los derechos y las libertades económicas.
Pero reitero, ¿y dónde están las preguntas de los empresarios frente a las propuestas que atentan contra el modelo económico basado en la propiedad privada y en la libre disposición de la renta?
Petro, que se ha dedicado a llenar plazas públicas, pasando por encima del código electoral, también ha asistido a los foros de candidatos promovidos por los distintos gremios. Pero en ninguno de estos eventos los empresarios han elevado preguntas para sus controversiales propuestas. Pareciera no darse cuenta de que cuando dice que va a subirles los impuestos a los 4.000 más ricos del país, ellos están incluidos en sus planes. Sin embargo, asisten como borregos a las conferencias en las que Petro les cuenta sus intenciones sobre la “democratización de la economía”.
Aparte de contarle a Colombia cómo piensa atentar contra la Constitución de 1991 y el libre mercado, Petro no ha explicado cómo es que va a construir más tejido empresarial, crear empresas, aumentar los puestos de trabajo e incrementar los niveles de productividad del país. ¿Por qué no lo ha hecho? La respuesta es simple, porque no sabe.