La decisión del fiscal de la Corte Penal Internacional de extender orden de captura contra Benjamín Netanyahu estaba cantada. Incluso se decía en algunos medios incluso que dilataba la guerra contra Hamás, no solamente para mantenerse en el poder, sino para eludir una eventual acción de la Corte contra él, estando ya por fuera del gobierno.

Naturalmente que el fiscal no hubiera podido solicitar la orden de captura contra Netanyahu y su ministro de defensa si no hubiera hecho lo propio con los líderes de Hamás. Entre los siete delitos que el fiscal imputa a Netanyahu figura el de “Hacer morir de hambre a civiles como método de guerra”, primera vez que se señala esa causal como un crimen de guerra y un acto contra la humanidad.

Karim Khan, el litigante británico y fiscal de la Corte Penal Internacional, deberá conseguir el respaldo de los 3 miembros de la sección de asuntos preliminares para que las órdenes de arresto sean efectivas. Alterando la práctica del tribunal, Khan anunció su decisión, antes de que los miembros de la sección se hubieran pronunciado al respecto.

En 2023 el mismo fiscal obtuvo de la Corte una orden de arresto contra Putin a raíz de la invasión a Ucrania: el mandatario no se inmutó y la opinión pública, incluyendo sectores de la oposición, lo respaldaron firmemente, aunque algunos aseguraban que tendría que cuidarse, ya que podría ser capturado en cualquier lugar y entregado a la Corte para ser juzgado. Se les olvidó que se trataba de Rusia.

En Israel, no obstante que Netanyahu tiene muchos detractores y que incluso han solicitado su dimisión como la única forma de terminar la guerra y lograr la devolución de los rehenes en poder de Hamás, el país se unió para respaldar al primer ministro, que está consiguiendo un amplio apoyo, incluso de los miembros de la oposición. A algunos, incluyendo a Petro, se les olvidó que Israel lucha nada menos que por su existencia.

La Corte Penal, con esta doble situación con Netanyahu y Putin, puede quedar reducida a recibir demandas y proferir sentencias contra algunos países de África y de América Latina.

Entre tanto, las dos guerras continúan. Vendrán las negociaciones y Putin tarde o temprano se saldrá con la suya y se conformará con consolidar su dominio sobre las provincias orientales de Ucrania. Se está jugando, no solo su permanencia, el poder, sino la existencia de Rusia.

Por su parte, Netanyahu también tendrá que negociar. El propósito de continuar la guerra hasta exterminar a Hamás no parece posible. Al mismo tiempo surge nuevamente entre las cenizas la existencia de Palestina, pero no como un estado desarticulado y nominal, como ha sido hasta ahora.

La comunidad internacional apoya a Palestina. Colombia lo hizo hace mucho tiempo, desde la administración de Virgilio Barco, cuando Yasser Arafat, jefe de Al-Fatah y posteriormente premio nobel de paz, era considerado en nuestro medio y por los Estados Unidos como un terrorista. Y los que alternaban con él, casi como auspiciadores del terrorismo.