Carlos Holmes Trujillo pudo ser presidente. Su experiencia se puede medir en toneladas. Difícil encontrar una hoja de vida con tantos nombramientos. Había sido incluso el segundo a bordo de Óscar Iván Zuluaga en las elecciones de 2014. Es lo que llaman un Centro Democrático de pura sangre. El suyo fue el único nombramiento que no presentaba dudas y, al mismo tiempo, es el ministro con mayor cancha. Es tanto su ascenso que habla de temas que no son de su ámbito. Algunos lo nominan para otro ministerio –del Interior– en el próximo remezón del gabinete. Tampoco ha sido tímido en anunciar que buscará la presidencia en 2022. Me comentaba un alto funcionario extranjero que en el Gobierno, quien mejor explica es Trujillo. Su comunicación es fluida y sin contratiempos. Iván Duque le ha dado esa concesión; el canciller se ha convertido en el as del presidente.  Le puede interesar: Mientras tanto en Colombia A Trujillo le tocó ir a Nueva York y a La Haya para explicarle a Naciones Unidas y a la Corte Penal Internacional que Colombia no estaba hundiendo el proceso de paz. La preocupación en ese momento eran las objeciones a la ley de Jurisdicción Especial para la Paz. El objetivo se cumplió a medias: aceptaron la respuesta, pero con preguntas sobre el futuro. Aunque lo valioso es que el canciller ha llegado a ser el interlocutor preferido.  Y no solo para temas internacionales. Ahí se le vio en un videoclip (que a Trujillo le encantan), urgiendo al Congreso a apoyar las objeciones de Duque. Su ausencia en el país se notó en el episodio de Jesús Santrich. Era una voz que los colombianos necesitaban escuchar en ese momento. Esta semana lo embarcaron en otra tarea: persuadir a la junta editorial de The New York Times del proyecto de Duque. Que el acuerdo de paz bien se va a implementar, pero con correcciones. Que eso fue lo que los colombianos votaron el año pasado. En palabras de Trujillo, ese fue el “mandato” que recibió Duque. El discurso no es fácil de vender: que el acuerdo se pueda reformar sin tocar su parte esencial. Era una peluqueada, nada más. Que el Gobierno debe cumplir la promesa de campaña. Curiosamente, ese es el error del Gobierno, el cual repite y repite. Actúa como si liderara una coalición. La realidad es otra: no lidera el propio partido.  Vea tambien: La absolución de Trump Y su peor momento es el tema de la paz. Se convencieron, del presidente para  abajo, que su triunfo se debió al No. No es cierto. En realidad, tienen 39 por ciento, que fue la votación de la primera vuelta. Duque ganó la segunda vuelta por votantes propaz y anti-Petro.  Es un error estratégico no saber porqué se triunfó. El presidente lleva diez meses con su cuento y no avanza. De poco sirve decir lo mismo si el resultado no cambia. En este periodo, ha buscado alternar el acuerdo. Lo ha hecho por medio del narcotráfico y de los gringos. Pero la presión mediática solo ha servido para el otro lado. Hay que replantearse el camino; hacer lo mismo no nos llevará a ningún lado. Peor: echamos para atrás.  Eso pasa cuando hay una mala interpretación de los resultados. Duque tiene dos vías: la primera es seguir golpeándose contra la pared de que hay que cambiar el pasado. Recibirá el aplauso de los uribistas, pero sus otras agendas seguirán paralizadas. La segunda es mirar hacia adelante. Aceptar que la paz –con todos sus problemas– está firme. Que no se puede retroceder. Significará una transformación de Duque y su equipo. Pero hay tiempo: quedan más de tres años. La decisión es del presidente; solo él la puede tomar. También puede leer: Extradición Entiendo la duda. Durante años, Duque se distinguió por la claridad de sus principios, cuya esencia se está midiendo en la paz. Llama la atención lo que dijo el mandatario cuando anunciaba su acatamiento al fallo de la Corte Constitucional. Terminó la frase así: “Pero es necesario reflexionar sobre las herramientas que deben seguir abiertas para corregir las cosas que no están saliendo bien. Tenemos que continuar construyendo una paz con legalidad y sin impunidad”. Es el mismo mensaje de Carlos Holmes Trujillo. La pregunta es si va a subsistir esa declaración o será revaluada.