Nunca me canso de citar en mis clases esas palabras tan bellas del polaco Ryszard Kapuscinski: “No hay periodismo posible al margen de los seres humanos (…) para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser buen hombre o buena mujer.  Si se es una buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades y sus tragedias”.   Si el autor estuviera vivo, le diría que no debería haber profesión al margen de las buenas personas, y que la educación en Colombia (no sólo la que se imparte en la escuela), tendría que estar comprometida con una real transformación de los individuos hasta que estos entiendan que la sociedad es un entramado complejo de seres humanos y no de meros objetos.  De lo contrario, seguiremos haciendo producción en masa de guaches ilustrados, individuos manipuladores y utilitaristas que saben de muchas cosas, pero que son incapaces de reconocer a los demás como gente con los mismos derechos.  Porque algo tiene que estar funcionando mal en el ciclo educativo cuando vemos que los grandes corruptos en este país han pasado por colegios y universidades de élite.  Al parecer, no bastó el esfuerzo de las instituciones que les dieron los diplomas y tampoco el de sus  familias que les brindaron acceso a bibliotecas, viajes, aprendizaje de otros idiomas e interrelación con otras culturas, lo cual no caló lo suficiente para entender que ni “la corrupción es inherente al ser humano”, ni el mal que se le hace a otras personas sale con el jabón del baño al día siguiente. Algo nos falta por aprender para que haya gente con formación doctoral diciendo que le importa un carajo que haya pobres en el país. Para que algunas de nuestras empresas tengan jefes de personal muy eruditos en hacer contratos en detrimento de los trabajadores. Para que existan abogados expertos en triquiñuelas jurídicas y saquen beneficios particulares. Para tener un sistema de salud en el que no es poco frecuente dar con médicos incapaces de comprender el dolor de sus pacientes.  Y así vamos normalizando la existencia de jefes con muchos títulos que gritan a sus empleados hasta enfermarlos de los nervios. Justificamos la aparición en público de poetas estudiados que hacen comentarios sexistas, y de afamados escritores misóginos, envidiosos y elitistas.  Nos encontramos en la cotidianidad con rectores que vociferan borrachos  porque no los dejan subir al avión y con académicos que mueven fichas políticas para tirarse en la carrera de sus compañeros. Con unos ingenieros sin escrúpulos que cambian el beneficio económico por la seguridad de la gente y con especialistas que cobran en dos empresas el tiempo completo y trabajan sólo para una, o para ninguna.   Al parecer la educación no está formando mejores personas, sólo gente que se sabe muy bien el discurso de la rentabilidad y el mercado global. Profesionales muy bien adiestrados en el arte de hacer dinero, pero poco educados para ser ciudadanos y para entender la vida como una forma de organización social y política dentro de la cual se tiene una inmensa responsabilidad.   Por eso lo educados no les quita a muchos lo ‘chunchurrias’ porque estamos frente a la tiranía de una sociedad en la que el éxito de una persona no está determinado por los parámetros éticos bajo los cuales se rige, sino de la renta obtenida, así sea a costillas de la dignidad humana.  En Twitter: @morozcoa margaraorozco@yahoo.es