Ya tenemos clara cuál es la perspectiva de política exterior del Gobierno del presidente Gustavo Petro. Su alineación con las dictaduras del continente, Cuba, Nicaragua y Venezuela, manda un mensaje contundente que Estados Unidos debe escuchar, pero que estoy seguro Rusia, China e Irán ya han digerido.

Ese mensaje quedó claramente plasmado en la visita de Petro al dictador y criminal de lesa humanidad (mafioso además, habría que agregar), Nicolás Maduro. Desde el mismo Palacio de Miraflores, donde se ordenan capturas, asesinatos y envíos de droga, para solo mencionar algunos delitos que allí se fraguan, Petro tuvo la desfachatez de hablar del florecimiento de la democracia en el continente. Y lo hace pocos días después de que el fiscal de la Corte Penal Internacional pidió acelerar las investigaciones contra Maduro y sus secuaces.

La política exterior de Colombia ya tiene una clara identidad y complicidad con el Irán que asesina mujeres por no llevar el hiyab (pañuelo en la cabeza) bien puesto. Con la Rusia que invade un país democrático, invasión que Petro no ha condenado, masacra civiles inocentes, tortura y asesina militares capturados y, además, envenena a sus opositores. Y con una China que tiene más de un millón de ciudadanos uigures en 380 campos de concentración, donde su pecado es ser creyentes del islam y donde supuestamente son reeducados. Es más, cerca de 100.000 de estos ciudadanos presos por su religión son utilizados en China en trabajo forzado inhumano, o esclavismo moderno, tanto en el campo como en las industrias asentadas en la provincia de Xinjiang.

Esa política de apoyo a las dictaduras, de desafío de los derechos humanos, de complicidad con genocidas, de complacencia con la captura y asesinato de presos políticos, representa a Gustavo Petro. No representa al 72 por ciento de los colombianos que no votamos por él. Es más, sin citar a la Comisión de Relaciones Exteriores, por lo menos para informar, le dio un vuelco a una política exterior que siempre dio asilo a los perseguidos, siempre apoyó la democracia y defendió las libertades.

Hoy Petro y su ministro de Relaciones Exteriores le dan la espalda a esta historia común que tenemos como país. Por eso esa posición tan solo representa a una parte de ese 28 por ciento de ciudadanos, pues, la verdad, muchos de ellos no creen que Cuba, Venezuela o Nicaragua son ejemplos de países a seguir, no están de acuerdo con la invasión a Ucrania, no aceptan el genocidio de los uigures y mucho menos la brutal represión a las mujeres y a la comunidad LGBTI.   

Vamos a ver cómo reacciona la comunidad internacional de derechos humanos frente a esta nueva alineación de política exterior que avala todo tipo de atropellos contra la dignidad humana, contra sus derechos y contra sus libertades. Poco debemos esperar de muchos de ellos, pues, la verdad, existe una alineación ideológica con Petro y su mirada al mundo. Institutos como WOLA o miembros de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, como Jim McGovern, que eran implacables con el Gobierno colombiano, guardarán un prudente silencio, pues tienen a su par hoy en la Presidencia. Es una tristeza que esta afinidad ideológica esté por encima de estos valores fundamentales de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. 

Otra cosa puede ser Human Rights Watch, que cambió de director para las Américas. Antes era José Miguel Vivanco, y hoy tiene a la colombiana Juanita Goebertus a su cargo. Uno podía tener muchos desacuerdos con Vivanco, los tuvimos y muy duros, pero siempre hubo esa honestidad intelectual frente a la violación de los derechos humanos, vinieran de donde vinieran. Fue implacable con Ortega, con Cuba y con Maduro. Y era implacable con Colombia, con México y con todos los países de la región.

En eso se parece al líder de su país, Vivanco es chileno, el presidente Gabriel Boric, a quien no le ha temblado la voz para condenar los abusos de los derechos humanos en Venezuela y Nicaragua. Por lo menos es más honesto intelectualmente que Petro o que su canciller. Veremos qué papel juega Goebertus, a quien por ser colombiana la van a medir con aún más rigor. Y los zapatos que deja Vivanco en ese sentido son muy difíciles de ocupar. Desafortunadamente, uno encuentra en esta materia a lo largo del continente más un juego político e ideológico que un verdadero compromiso con los derechos humanos. Vivanco era la excepción.

Mientras tanto, nos tendremos que aguantar las burradas que comete el presidente Petro en temas internacionales. Como que la coca hace menos daño que el petróleo o el gas. O que va a coordinar política ambiental con Maduro para defender conjuntamente la Amazonía en la reunión mundial COP27 de Egipto sobre cambio climático. Se le olvida que Maduro y sus secuaces son los grandes depredadores de la Amazonía venezolana con el negocio de minería ilegal que le entregaron a las Farc, al ELN y a Hizbulá. Presidente, por favor, lea cualquiera de los estudios que ha publicado SOS Orinoco para ver esa catástrofe ambiental.

Y que tal la burrada de que va a intercambiar inteligencia con las Fuerzas Armadas de Venezuela para mejorar la situación en la frontera. Señor presidente, la frontera la manejan el ELN, las Farc, las disidencias de las Farc y los colectivos. La verdad, me hizo mucha gracia ver la frustración del presidente porque abrió la frontera y no pasó nada. 

Sí, la política exterior de Petro, que, repito, no es del 72 por ciento restante, y me incluyo, es la del abrazo del oso. Que ya sabemos cómo termina. En consecuencia, a los colombianos nos toca defender esos valores universales en todos los foros del exterior y a nivel nacional para que sepan que ni Petro ni Leyva nos representan.