Mediante la Ley 1787 de 2016 se estableció el marco regulatorio para el acceso seguro e informado al uso médico y científico del cannabis y sus derivados en el territorio nacional colombiano. Con esta ley, se consolidó la idea, no solo de tener la posibilidad de un tratamiento médico alterno, sino del desarrollo y el crecimiento exponencial del campo colombiano. Esto, ya que el cannabis es posible que sea sembrado en casi todos los pisos térmicos de nuestro país. Podríamos, incluso, convertirlo en un producto de exportación, tan importante y de excelente calidad como nuestro tradicional café colombiano.
Permítanme, amigos lectores, darles algunas cifras que demuestran que el Gobierno nacional está en mora de darle prioridad el potenciamiento y cumplimiento de esta ley. En Canadá, que tiene una de las siete economías más grandes del mundo, el cannabis representa el 0,8 % de su PIB. En Colombia, haciendo una comparación, el café representa el 0,9 % del PIB. Imagínense si tomáramos la decisión de potenciar el desarrollo estratégico del cannabis: podríamos estar en tasas de más del 1,5 % del PIB en exportación de cannabis y café en el corto plazo.
Ventajas en comparación con Canadá y Estados Unidos las tenemos todas; por ejemplo, en términos de costo de producción, en los países norteamericanos, producir un gramo de cannabis cuesta alrededor de 1,85 dólares, mientras que en Colombia lo mismo se haría por 20 centavos de dólar. Adicionalmente, podríamos generar hasta 17,5 empleos campesinos de más por hectárea, con la atenuante de que, a diferencia del café, los cultivos de cannabis son permanentes, no estacionales.
Si se le suma la exportación del cannabis al ítem de floricultura, en poco tiempo esta disciplina superaría, con creces, las cifras de exportación de la agricultura y la ganadería.
El incremento en la producción del cannabis no solamente beneficiaría el sector rural; se debe, por ejemplo, vincular a la academia para explorar nuevos campos de uso de la planta, medicinales más que todo. En sectores como el de bebidas, para que se desarrollen nuevos productos; en el campo de la veterinaria, no solamente en medicinas para los animales, sino para la producción de alimentos y abonos para consumo interno y exportación; en el campo de la moda, teniendo en cuenta que en los últimos 40 años la producción de algodón en Colombia ha caído en más del 95,9 %, el tallo podría servir como materia prima para la producción de telas y confección de prendas de vestir.
Para sacar adelante estos proyectos, el Gobierno nacional deberá definir urgentemente algunas políticas para que este campo crezca y sea competitivo, porque, desafortunadamente, poco se ha hecho desde el Ejecutivo para su potenciamiento y esto se ve reflejado en las cifras de producción y exportación de Colombia, versus las de países latinoamericanos como Argentina, Uruguay, Panamá y México.
Con el fin de consolidar el desarrollo de la producción y de la expansión del mercado, y siguiendo las recomendaciones que se expusieron en un artículo del 2021 en el periódico Portafolio, el gobierno entrante debería poner como prioridad este tema. Esto, para evitar que los países de la región sigan quedándose con todo el mercado y Colombia no pierda una oportunidad demasiado tangible para su desarrollo económico.
Estos serían algunos de los lineamientos recomendados a seguir:
- Como ocurrió con el café, Colombia debe tomar la determinación de que nuestro cannabis sea una marca país. ProColombia y el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo deberán promover esta marca y así favorecer las exportaciones masivas que podríamos tener.
- Igualmente, el Ministerio de Agricultura deberá exigir una cultura de buenas prácticas agrícolas y manufactureras, debidamente certificadas por organizaciones especializadas como el Icontec, para garantizar la calidad del producto y facilitar su exportación.
- Construcción de puentes comerciales, que no es otra cosa que crear demanda, generar confianza y dar a conocer las cualidades del producto.
- Consolidar corredores logísticos, creando sistemas de empaque, proveedores logísticos confiables con el calendario de producción y demanda, y flujo de trámites ágiles con tiempos estrictos y eliminación de trámites o procedimientos innecesarios.
- Conocimiento de marco regulatorio de países importadores. Debemos adelantar con ProColombia y el Ministerio de Comercio una pedagogía estricta con nuestros productores y exportadores, para que conozcan y adopten las normativas de esos países consumidores.
- Cultivos sostenibles. Este es uno de los requisitos más importantes que deberán demostrar los productores y no es otro, sino que toda la producción esté bajo prácticas amigables con el entorno y el medioambiente.
Como ven, amigos lectores, estamos ad portas de una nueva realidad para la economía colombiana, para el desarrollo y crecimiento de los ingresos de nuestros campesinos y para la industria.
Colombia, como ya lo hizo con el café, debe aunar esfuerzos entre los entes gubernamentales y el sector privado, el rural especialmente, para concentrar parte de su política agrícola en el desarrollo del cannabis y así cosechar todas las oportunidades que esto trae de manera directa.