Avianca le pidió auxilio al Gobierno Duque. Aunque ha gozado de un monopolio por décadas en el millonario negocio del transporte aéreo en Colombia, se declaró en crisis financiera por la pandemia y sin flujo de caja para seguir operando. Quiere financiación a cambio de repago de deuda y participación accionaria del Estado. En últimas, pretende que el dinero de los impuestos de los colombianos vaya al rescate de la compañía que no es colombiana. Sus socios y su capital son extranjeros. La sola idea ha causado indignación en la opinión pública, con razón. A todas luces es inaceptable. Atravesamos tiempos difíciles en los que el Gobierno, con recursos limitados, debe atender a millones de ciudadanos vulnerables y a miles de pequeñas y medianas empresas que están al borde del cierre definitivo. ¿Cómo entender que el dinero público se vaya a una compañía domiciliada en Panamá como lo es Avianca? No se trata de populismo, los hechos son contundentes. 

Avianca es una de las empresas más poderosas del país y opera en Colombia hace 100 años. Pero su situación financiera ha sido complicada. Los números hablan por sí solos: a 31 de diciembre de 2019 su deuda ascendía a los 7.000 millones de dólares, cuando su capital era apenas de 5 millones de dólares. Solo el año pasado perdió 893 millones de dólares. Sin embargo, se repartieron dividendos en caja a los accionistas, a pesar de las pérdidas y sin importar la situación de la compañía.  Documentos públicos situación financiera Avianca (Panamá) 

Aunque se trata de un servicio público esencial, Avianca es un negocio privado. No obstante, voces en el Congreso y en los medios de comunicación le piden al Gobierno que la rescate. Argumentan que está en juego la operación aérea en el país. Mentira. En épocas del Grupo Santo Domingo siguió prestando sus servicios, aun cuando se declaró en quiebra. Los dueños y los acreedores asumieron las pérdidas. La historia de la aerolínea más querida del país no puede terminar en un chantaje: o nos rescatan, o no volamos. Hay procesos legales que le permitirían seguir operando. Basta recordar que algunas de las aerolíneas más poderosas del mundo han atravesado procesos de reorganización sin dejar de atender a sus clientes. Ocurrió tras los ataques del 11 de septiembre con United, Delta, American y Air Canadá, entre otras. Solo habría que permitir que el mercado fluya, que lleguen otros accionistas si los actuales se quedan cortos y que Avianca pueda volver a volar tranquila. 

La mala hora de Avianca no empezó con el coronavirus. En 2004 el brasileño Germán Efromovich compró y se convirtió en el gran salvador al que todo luego se le desbordó. Un caso de éxito que terminó en pérdidas grandes de capital. Hace ocho meses sus acciones se estremecieron en las bolsas de Colombia y Nueva York, cuando se filtró un video en el cual el accionista y empresario salvadoreño Roberto Kriete, como presidente de la junta directiva, hablaba con sus empleados sobre el estado financiero de la compañía:  “Avianca está quebrada, ¿OK? Quebrada. No les está pagando a sus acreedores, no les está pagando a las compañías de arrendamiento de los aviones, no les está pagando a los bancos. Estamos en un proceso de renegociar todo eso y reestructurar todas las deudas para poder comprar tiempo…”.  

Entonces, la empresa negó la quiebra y atribuyó todo a una conversación privada y coloquial. Pero ya había síntomas evidentes de crisis tras la prolongada huelga de pilotos que empezó a finales de 2017. Los niveles de endeudamiento crecieron velozmente y de manera alarmante. Las controvertidas decisiones empresariales, las disputas internas. Todo fue creando una turbulencia permanente que desestabilizó a velocidad de crucero a Avianca. También se convirtió en un dolor de cabeza el préstamo de United por 456 millones de dólares, cuya garantía fueron las acciones de la empresa en cabeza de Efromovich. Hoy más de 10.000 empleos directos y 17.000 indirectos que genera la compañía están en riesgo. El Gobierno debe proteger a esos trabajadores para que les respeten sus derechos laborales.  Ahora, es innegable que la pandemia golpea el transporte aéreo en el mundo. Trump anunció una inyección millonaria en dólares para el sector aeronáutico de su país. En Colombia no podemos hacer lo mismo. No hay plata. Mientras tanto, Alitalia será nacionalizada. No imagino si ello ocurriera aquí. Avianca se convertiría en un fortín que se raparían los políticos. Un fracaso. 

La paradoja que vive Avianca es que pretende salvarse con plata pública de sus clientes, que durante años sufrieron abusos de la aerolínea en completa impunidad. Tiquetes por las nubes, demoras, cancelaciones y penalidades. Nunca la razón la ha tenido el usuario. Avianca ha ganado con cara o sello. Una premisa injusta. La indolencia de la aerolínea ha sido norma. No podemos olvidar cuando subió sus pasajes para llenarse los bolsillos, en plena emergencia en la vía al Llano. Se justificó en su condición de empresa privada y en las reglas del mercado.    Avianca ha invertido por décadas miles de millones de pesos en publicidad y tiene una hinchada grande en los medios. Sé que apoyar su salvamento se me devolvería en aplausos por parte de todos los interesados. Sin embargo, como periodista estoy obligada a lanzar una voz de alerta. El Gobierno no puede gastarse la plata de los colombianos en los intereses de unos privados extranjeros. Ojalá en Palacio no caigan en esa tentación. Aunque dicen que los acercamientos van “muy bien”. Además, el presidente tiene un impedimento moral porque su hermana trabaja en la compañía.