Los venezolanos, tanto en Venezuela como en el extranjero, vivimos una campaña electoral sin precedentes. Desde las elecciones primarias en 2023, ya se percibía el totalitarismo que Nicolás -con el Poder Público Nacional completamente secuestrado desde hace varios años- ejercería en la pequeña Venecia en los meses siguientes.
Aunque las primarias fueron un hito importante en esta avanzada por la libertad de Venezuela, los eventos posteriores dejarían desnudo a Nicolás.
Con todo en contra, María Corina Machado recorrió el país de punta a punta por carretera, movilizando a masas increíbles de personas que culminaron en la abrumadora derrota electoral del madurismo el 28 de julio de 2024. El día en que nació Hugo Chávez fue el día en que la ciudadanía enterró el socialismo. Lo ocurrido en Venezuela ese día fue apoteósico, histórico, y quedará grabado en la historia de nuestro país.
Pero como un niño rebelde al que le quitan un caramelo, Nicolás, que ya lo tenía todo, quiso más. Así, se atrevió a dar un golpe de Estado y desconocer la voluntad popular expresada por más de 7 millones de venezolanos que respaldaron al embajador y hoy presidente electo, Edmundo González Urrutia.
Al día siguiente de la elección, se esperaba una celebración masiva de los 5 millones de venezolanos que, según Elvis Amoroso, votaron por Nicolás, pero no fue así. El lunes, el país amaneció en un silencio ensordecedor que culminó en el levantamiento de los barrios de todos los sectores populares. Estatuas de Chávez caían en Falcón, Portuguesa, Guárico, Bolívar y otros estados considerados bastiones de la revolución bolivariana. Jóvenes que nacieron durante el gobierno de Chávez y crecieron en las tenebrosas sombras del socialismo salieron a rechazar el golpe de Estado manifestando pacíficamente. En las calles nunca hubo celebración; por el contrario, existió una resistencia al abrumador brazo armado de la tiranía que terminó por secuestrar en nueve días a 2.229 jóvenes inocentes, entre ellos 91 menores de edad.
A la fecha en la que escribo estas líneas, además de los próceres secuestrados por la tiranía y llevados a las mazmorras de Tocorón y Tocuyito, hay 40 desapariciones forzadas y 26 asesinatos extrajudiciales. Es demoledor ver y escuchar cantar el Gloría al Bravo Pueblo en los videos que llegan cuando los jóvenes fueron trasladados a estas mazmorras en las que seguro serán torturados. Es demoledor escuchar el testimonio de la madre de Edni López, una docente venezolana que a llantos declaró que su hija es inocente y que si no salía a buscarla en todos los centros de detención, nadie le informaba en dónde estaba. “Estoy muriendo por dentro y aun así hay que seguir adelante”.
Ni hablemos de lo atroz que fue ver en vivo a través de Instagram el secuestro de la dirigente y coordinadora del Comando con Venezuela en Portuguesa, María Oropeza. Una chama valiente que horas antes había denunciado la operación “Tun Tun” y como esta había empezado una cacería de brujas. Fueron minutos de angustia en los cuales 7 mil personas vieron como violaron la puerta de su residencia y se la llevaron sin ninguna orden de detención. La dictadura no le perdona que el bastión revolucionario que era Portuguesa haya votado masivamente por Edmundo.
Dicen que el camino de la verdad es el camino de la paz. La verdad es una sola: Nicolás dio un golpe de Estado y quiere quedarse en Miraflores cueste lo que cueste, manoseando y abusando una vez más de la Constitución Millennial de 1999. Misma Constitución que establece que la soberanía, o el poder supremo, pertenece exclusivamente al pueblo y no puede ser transferida a ninguna otra entidad; es el mismo pueblo quien ejerce su soberanía de manera indirecta, eligiendo a sus representantes a través del voto.
Los venezolanos votaron. La verdad reposa en las actas que dicen que Edmundo González Urrutia es el presidente electo. Solo la verdad nos dará la paz, la libertad y la democracia que anhelamos.
Ahora, más que nunca, es imperativo que la comunidad internacional actúe. Las organizaciones de Derechos Humanos deben intensificar su presión, y los gobiernos democráticos deben reconocer la verdad inquebrantable: Venezuela ha hablado. La voz del pueblo debe ser respetada y defendida. Es nuestro deber colectivo asegurar que la justicia prevalezca y que los sueños de un futuro libre y democrático para Venezuela se conviertan en realidad.