Como es usual, jefes de estado, cancilleres y altos funcionarios de los países miembros de las Naciones Unidas, acuden a las sesiones inaugurales de la asamblea general de ese organismo.

Desde hace muchos años, se presenta el fenómeno del ‘Discurso del presidente’, las palabras que cada representante pronuncia ante la asamblea. Con mucha anticipación al tercer martes de septiembre de cada año, los despachos presidenciales, las cancillerías y las misiones en New York, trabajan afanosamente en la elaboración del discurso.

Sin embargo, aunque asisten 193 dignatarios, solo interesan las intervenciones de unos pocos, que son ‘taquilleros’ por su personalidad o por las condiciones políticas del momento. Las de los otros, la gran mayoría, pasan desapercibidas.

Como los discursos deben ser traducidos simultáneamente a los seis idiomas oficiales de la organización: inglés, francés, ruso, chino, árabe y español, por más que un orador utilice giros y entonación muy especiales en su idioma, estos no serán apreciados sino por los que hablan el mismo idioma. De las 193 naciones de la ONU, solamente 21 son hispanoparlantes.

Siempre el primer orador es el representante de Brasil. Es una tradición que viene desde 1947, cuando el jefe de la delegación de ese país abrió el debate en la asamblea general. El segundo es el presidente de los Estados Unidos. Para escucharlo, periodistas de todo el mundo, así como la totalidad de los representantes de las naciones, pugnan por estar presentes en el recinto. Las medidas de seguridad son extremas.

Cuando termina la intervención del mandatario norteamericano, y a menos que el orador que siga sea ‘taquillero’, hay desbandada general de los asistentes. A muy pocos les interesa oír al presidente de Colombia, al de Zambia, al de Bulgaria o al primer ministro de Tailandia. En esos casos, buena parte de los escaños permanecen vacíos o, por cortesía, algunos designan a un funcionario de bajo rango de su misión, para que ocupe el escaño de su país y recopile las decenas de textos de los ‘ladrilludos’ discursos que son distribuidos.

Así, los discursos en buena parte son dirigidos exclusivamente a la opinión pública de los países del presidente, donde algunos medios de difusión lo califican como valiente, inteligente y visionario.

El secretario general de Naciones Unidas ofrece un almuerzo multitudinario a los asistentes, mientras que se dice en los boletines oficiales que mandatario en cuestión, estuvo en un almuerzo haciendo chistes con el presidente de los Estados Unidos o jugando canicas con el primer ministro de la India. También hay encuentros fugaces de los que se dice en la presa del país: “Reunión entre nuestro mandatario y el Presidente de Francia: discuten sobre la situación mundial”.

Poco después se inicia el debate general en el que generalmente nada sucede. Solo en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas se discuten los aspectos fundamentales para la paz y la seguridad internacionales. Eso sí, se cuenta con la aquiescencia de sus cinco miembros permanentes. Pero eso no sucede.

Petro, aunque algunos crean lo contrario, no es ‘taquillero’. ¡Qué le vamos a hacer!