En octubre de 2018, llegaron a InSight Crime denuncias de una masacre de mineros en el estado de Bolívar, sobre la frontera venezolana con Guyana. Este se atribuyó al Ejército de Liberación Nacional (ELN). Eso no era lógico, pues aunque el ELN ha hecho presencia por largo tiempo en Venezuela, esto solo se observaba en la frontera con Colombia, no al otro lado del país. Encargamos a todos nuestros corresponsales en todo Venezuela que nos informaran de cualquier noticia de presencia del ELN. Las respuestas nos sorprendieron. Se reportó presencia del ELN en doce de los 24 estados que tiene Venezuela, con presencia armada y uniformada en cinco de ellos. Para nosotros fue claro que el ELN se había convertido en una agrupación colombo-venezolana. La presencia del ELN en Venezuela data de hace varias décadas. Recordamos la queja presentada ante la Organización de Estados Americanos en julio de 2010, cuando el gobierno de Álvaro Uribe denunció que había unos 1500 insurgentes colombianos residiendo en territorio venezolano. En esos días, la presencia guerrillera obedecía a la búsqueda de refugio, la capacidad de quedar fuera del alcance del ejército colombiano, y realizar operaciones de adiestramiento, planeación y logística sin hostilidades. La situación actual es distinta. Ahora Venezuela es una fuente importante de ingresos para el ELN, no solo por la extorsión, también por el manejo de minas ilegales de oro, muchas de ellas en Bolívar, a cientos de kilómetros de distancia de la frontera con Colombia. También hay evidencia de su participación en narcotráfico, con la salida de aviones cargados de cocaína desde zonas de Venezuela que se encuentran bajo el control del ELN. El reclutamiento de venezolanos en las filas del ELN ahora se cuenta en centenares, según nuestras fuentes. El ELN también ha estado adelantando trabajo político en Venezuela, infiltrando la política local en muchos de los estados y municipios donde tiene fuerte presencia, y desarrollando redes sociales y políticas como las que tiene en lugares como Arauca, en el lado colombiano de la frontera. Incluso han estado distribuyendo alimentos en Venezuela. Nuestro análisis al respecto fue confirmado recientemente en la revista Semana por un viejo amigo, un compatriota británico que lleva dos décadas viviendo en Venezuela, Phil Gunson, quien ahora trabaja para el International Crisis Group: “De este lado de la frontera sentimos que el ELN, en particular, es cada vez más una organización venezolana y no colombiana, en el sentido de que sus bases más importantes y sus principales fuentes de ingresos están más de este lado, donde reclutan más y más venezolanos”. Esto tiene importantísimas implicaciones de política para Colombia, para Estados Unidos, en su campaña por un cambio de régimen en Venezuela, y para el futuro del conflicto civil colombiano, así como las posibilidades de un conflicto civil venezolano. Debe recordarse que el ELN nació con respaldo de Cuba, el aliado más importante del actual régimen de Maduro. ¿Es coincidencia que la expansión del ELN en Venezuela haya ocurrido en un momento en que el régimen de Maduro (con el respaldo de Cuba) resiste múltiples amenazas a su permanencia en el poder? Es poco probable. ¿Defenderá el ELN el régimen de Maduro contra elementos de la oposición que buscan subir al poder? Sí, casi con certeza, pues esto representaría un desafío directo a sus intereses en Venezuela. Eso también significa que es improbable que el ELN dé vuelta atrás si un gobierno respaldado por Estados Unidos sube al poder en Venezuela y amenaza sus bastiones e influencia en el país. El ELN lleva décadas resistiendo gobiernos respaldados por Estados Unidos en Colombia, ¿por qué actuaría de otro modo en Venezuela? La actual situación en Venezuela ofrece las condiciones perfectas para la expansión política, militar y económica del ELN, así como para presentarse como una fuerza insurgente panamericana y bolivariana, no simplemente colombiana. Sin embargo, otro escenario podría venirle bien al ELN: un conflicto civil declarado en Venezuela, donde pudiera aliarse con los Colectivos, elementos chavistas radicales en el ejército y la milicia, así como con los grupos del crimen organizado que tienen profundas raíces en el régimen de Maduro. Esta unificación de conflictos civiles en Colombia y Venezuela es una posibilidad muy real, que debería guiar a los legisladores en Colombia y en el exterior en su apoyo al cambio de régimen en Venezuela. Pero no solo el ELN depende de Venezuela como refugio, fuente de financiación y reclutamiento. Las ex-FARC Mafia, más específicamente los disidentes de las FARC, también tienen una presencia importante y en aumento al otro lado de la frontera. Su mayor puesto de avanzada se encuentra en el estado venezolano de Amazonas, bajo el mando de Géner García Molina, alias “Jhon 40”. Aquí están apostados hasta 500 miembros de las ex-FARC, venezolanos en gran parte, y quizás el principal líder disidente, Miguel Botache Santillana, más conocido como “Gentil Duarte”. Colombia y Venezuela somos como siameses, nuestras historias criminales están unidas por la cadera. Tomar un serrucho y cortar por la diplomacia primitiva, la acción militar y la ganancia inmediata no hará más que prolongar el sufrimiento. Lo que se necesita es una cirugía considerada y precisa para garantizar que ambos países afronten en conjunto sus problemas con la criminalidad, con una visión a largo plazo y cooperación estrecha, en los frentes social y económico, no solo desde la perspectiva del orden público. La retórica del actual gobierno colombiano no apunta a sutilezas de ese tipo. Un conflicto civil en Venezuela solo reforzará al ELN y las dinámicas criminales de Colombia. Y nos condenará a más décadas de violencia. Jeremy McDermott, cofundador y codirector de InSight Crime y el Observatorio Colombiano de Crimen Organizado. Twitter: @jerrymcdermott