El 13 de abril del 2002 el periódico El País de España empezaba así su editorial: “Sólo un golpe de Estado ha conseguido echar a Hugo Chávez del poder en Venezuela. La situación había alcanzado tal grado de deterioro, que este caudillo errático ha recibido un empujón”. El golpe de Miraflores se estaba consumando en ese momento y el diario madrileño se complacía con la llegada de Pedro Carmona al poder. (Ver editorial completo). En aquel entonces, El País no parecía valorar tanto las formas y los procedimientos democráticos como lo hace hoy. Por lo menos para el caso de Venezuela. El jueves pasado, ese mismo diario publicó en primera plana la supuesta imagen del caudillo mientras lo intubaban en una sala de cirugía. La foto iba acompañada de un texto escueto: el periódico admitía que la imagen no tenía firma y que no había podido confirmar su autenticidad. No daba detalles de fecha, lugar, ni circunstancias en las que había sido tomada. La imagen pretendía ser la prueba reina de que un hombre en esas circunstancias no puede gobernar un país, por tropical que este sea. Solo que, como se puede observar, de la fotografía no se puede concluir nada sobre la salud del hombre que yace allí anestesiado. Es apenas el primer plano de un tipo al que le meten un tubo por la boca. No sabemos si está moribundo o rozagante; si se trata de un drenaje o apenas de una endoscopia. Minutos antes de la primicia, Moisés Naím, célebre columnista del periódico –venezolano, incansable crítico de Chávez– lanzó un twitter muy animoso: “Prepárense para una extraordinaria foto exclusiva en la web de ‘El País’ en breve”. La foto-noticia salió al aire en la madrugada, en internet, pero media hora después tuvo que ser bajada del ciberespacio, y la edición impresa recogida antes de que llegara a los kioscos. En cuestión de minutos, las redes sociales estaban inundadas con un video que desde el 2008 está en Youtube, del que fue reproducido este fragmento. No era Chávez, por supuesto. El diario en español más prestigioso del mundo había sido engañado. El País presentó disculpas y muchos periodistas dijeron, solidariamente: le pudo pasar a cualquiera. Aunque yo, francamente, no lo creo. Es posible que le pueda pasar a cualquiera, pero le pasó casualmente a una empresa que el año pasado debilitó su estructura periodística de un tajo: 129 personas, la tercera parte de la redacción, fueron botadas a la calle, muchas de las cuales eran curtidos periodistas y editores. Hubo agrios cuestionamientos porque mientras los reporteros empacaban sus corotos para salir al rebusque, en plena crisis, los directivos del Grupo Prisa seguían “bañándose en oro”, como consta en un reportaje que publicó la revista Arcadia (lea aquí reportaje de Arcadia sobre el tema). Pero si la foto hubiera sido auténtica, El País no saldría mejor librado. El debate puramente periodístico ha soslayado lo que hay de antiético y deliberadamente político en todo esto. Para empezar, debió existir una razón muy poderosa para que un medio con las credenciales de El País, con periodistas tan profesionales como los que todavía componen su nómina, se atreviera a publicar la imagen de un hombre que se debate entre la vida y la muerte. Desde el punto de vista ético, revela cierto desprecio hacia la dignidad humana. Y desde el estético, es sencillamente vulgar. La enfermedad es una circunstancia terrible, que requiere cierto pudor y elegancia para ser abordado. “Es difícil seguir siendo emperador ante un médico, y también es difícil guardar la calidad de hombre”, dice el emperador Adriano en las memorias escritas por Margarite Yourcenar. En periodismo, el respeto al dolor ajeno aplica para presidentes, dictadores, madres de la caridad, héroes o villanos. El País se ha excusado por haber publicado una imagen apócrifa, más no, hasta cuando escribo esta columna, por desdeñar la condición actual de Chávez. Esgrime que la publicación se justificaba dada la “opacidad” que ha rodeado la enfermedad del presidente bolivariano. Sin embargo, hasta ahora todo el mundo sabe que Chávez se ha sometido a varias cirugías, que es lo único que se podría inferir de la foto. ¿Dónde estaba, entonces, la primicia? No me cabe duda de que en todo este episodio hubo una mano invisible que buscaba sembrar la foto en los medios de comunicación, para darle el último empujón a Chávez. Y, tristemente, la nave insignia del periodismo hispano se convirtió en el comodín que hizo la tarea, tirando por la borda su credibilidad. Dicen que un fiasco como este le pudo pasar a cualquiera. Pero le pasó a El País, por sobrados motivos.