El primer hecho fue el asesinato de Dimar Torres, un desmovilizado del ahora partido Farc, quien habría sido torturado. Inmediatamente se conoció el homicidio, el ministro se apresuró a decir que había muerto en medio de un forcejeo, sin embargo, apenas, horas después, se supo que no hubo forcejeo y que serían varios militares los que participaron en un homicidio, que además habría sido planeado. En otras palabras, el ministro no solo dijo mentiras, si no que quedó como cómplice al intentar encubrir un homicidio. Luego de tremendo error no pasó nada. En segundo lugar, cuando ocurrió el asesinato de la lideresa María del Pilar Hurtado, el señor ministro de la Defensa dijo que habría sido el ELN. Nuevamente era una gran mentira, incluso para los más desprevenidos en el tema, esa versión era más que ridícula, ya que en la zona del sur del departamento de Córdoba no opera el ELN desde hace varias décadas. Además, la versión según la cual María del Pilar no era lideresa rápidamente tomó fuerza en las autoridades, en este caso posición secundada por el alcalde de Tierralta, lo cual a su vez llevó a que gran parte de la sociedad colombiana sintiera que había algo más complicado que no se había dicho y los intentos por torpedear las investigaciones eran más que evidentes. Sin embargo, de la indignación con las posiciones del ministro de Defensa, la semana pasada, se pasó a la burla, pues en un Taller Construyendo País, el ministro manifestó que los mayores problemas de seguridad en Puerto Carreño, la capital del Vichada, eran producto del robo de ropa. No debe olvidarse que actualmente el Vichada es una de las zonas donde hay cultivos de hoja de coca, el sur del departamento es dominado la disidencia de la exguerrilla de las Farc y particularmente Puerto Carreño es zona de paso de droga y ahora es ruta de trata de personas. Es cierto que los asuntos de seguridad deben ser divididos en tres grupos. 1. Aquellos típicos de problemas de civismo o conflictos entre pares, por ejemplo, la conflictividad en la propiedad horizontal es bastante común, o las riñas en medio de consumo de licor. 2. Luego están los problemas de percepción de inseguridad, donde hay asuntos que van desde problemas de desarrollo urbanístico hasta la delincuencia común, estos dos, entre muchos otros son los principales componentes que afecta la percepción de inseguridad. 3. Un último eslabón, son los problemas de seguridad derivados del crimen organizado. Estos últimos en muchos casos no producen violencia y eso lleva a que estos fenómenos sean invisibilizados, en muchos casos las organizaciones criminales prefieren la corrupción y no la violencia intensa como mecanismo para someter las autoridades. Todo parece indicar que el ministro ni siquiera sabe de esta división básica que debe hacerse a la hora de analizar los problemas de seguridad en un territorio. Al final, hay una sensación entre risa y preocupación por el papel del ministro Botero. Lo complicado del asunto es que todo parece indicar que internamente no se toman decisiones para evitar que el ministro siga haciendo el ridículo, es decir, no se han mejorado los protocolos de comunicación y tampoco se ha castigado a aquellos que hacen caer en estos errores a Botero. Internamente se dice que al ministro lo han utilizado o “manoseado” descaradamente, él parece no percibir estos hechos y nadie responde. En fin, una vergüenza total.