Ni en las peores épocas del paramilitarismo, incluso con gobernador a bordo, el Magdalena y Santa Marta vivieron lo que pasó esta semana en Buritaca y en la capital del departamento. Y eso que estamos en pleno gobierno del cambio, de la paz total y de la potencia de la vida. El renacer del paramilitarismo se da con plena complicidad del presidente y de su ministro de Defensa, hoy fieles representantes de ese nuevo movimiento que crece en la región: el progrefazismo (la z no es casualidad, tiene una connotación histórica de los treinta en Alemania).

¿Qué pasó? Numar Amich Chinchilla, alias Numar, líder de un grupo criminal –o paramilitar, quitémosle la máscara–, los Pachencas, murió en un accidente de moto en la glorieta de Mamatoco en plena Santa Marta. La primera pregunta que nos debemos hacer es: ¿un hombre tan buscado qué hacía tan tranquilo recorriendo la ciudad?

Luego de su muerte, el pasado martes, los miembros de la autodefensa Conquistadores de la Sierra lo recibieron y lo homenajearon con disparos al aire en Buritaca ante el terror de los ciudadanos, que hoy regresan a las peores épocas del paramilitarismo, cuando debían guardar silencio por temor a ser asesinados. Llamé a preguntar sobre este tema a muchos amigos y periodistas de la región y el silencio fue evidente. Lo que hoy se siente es lo que vivimos los colombianos antes del 2002. Los pocos que hablaron dejaron sentir el pánico que hoy hay. “Estamos como en el 2001, volvemos a sentir ese miedo”, dijo una persona que me pidió no decir su nombre.

Pero lo que sucedió después ni en las peores épocas de control y poder territorial del paramilitarismo o de la guerrilla se dio en ciudad alguna, mucho menos en una capital de departamento. El miércoles llevaron el féretro a la cárcel distrital en pleno centro de la ciudad para que sus compañeros criminales allí encerrados le rindieran un homenaje póstumo y luego siguieron tan campantes al cementerio Jardines de Paz. Y dónde estaba la Policía y los guardias del Inpec. ¿La paz total permite ahora ese tipo de actos de intimidación y muestras de poder?

Ahora empezamos a entender los acuerdos que se dieron en La Picota entre los emisarios del hoy presidente Gustavo Petro y los grupos criminales. Primero me eligen y consiguen el millón y medio de votos –su hermano reconoció–, que salieron de zonas de control de estos grupos criminales. Luego yo los meto a un plan de paz que les garantice control territorial y, además, freno a las Fuerzas Armadas y de Policía para que puedan hacer sus negocios. Con razón este grupo paramilitar puede hacer lo que le dé la gana, tienen a un presidente que les garantiza tranquilidad, y, además, se usan mutuamente.

De ahí el término progrefazismo, porque, si a esta lógica que destapó Juan Fernando Petro sumamos los 100.000 asesinos o futuros asesinos a los que les va a pagar dizque para dejar de matar, tenemos un control territorial y social a través de organizaciones paramilitares, como las Camisas Negras italianas o la SS alemana. En Colombia, en la costa Caribe, se van a llamar los Pachencas, en otras regiones serán las respectivas organizaciones criminales dedicadas al narcotráfico o esas supuestas organizaciones campesinas que van a empoderar para la toma de tierras. Para cerrar el círculo, en otras regiones serán el ELN o las Farc –quitémosles la careta también, pues no son disidencias– y en el resto esos colectivos que crea al pagarles a esas 100.000 hermanitas de la caridad.

Más claro no puede ser, tenemos un gobierno progrefazista. Hitler, Franco y Mussolini utilizaron el mismo método para generar temor, para silenciar y para tener control territorial. Como Petro sabe que no tiene ni el 20 por ciento de apoyo y necesita neutralizar a ese otro 80 por ciento, hace lo mismo, pero con lo que hoy hay, narcos, narcos y más narcos. Venezuela, Chávez y Maduro le enseñaron el camino. Claro, para tener éxito hay que neutralizar a la fuerza legítima del Estado, cosa que el ministro de indefensa se ha encargado muy bien de hacer.

¿Y la parte progre del título? Ya la conocemos, pues llevan construyendo esa exitosa narrativa. Quien no está con ellos es un paramilitar, la campaña contra Álvaro Uribe es un gran ejemplo de cómo destruyen un formidable rival. Ya no lo fusilan como lo hacían Stalin y Hitler, usan los amigos periodistas, las redes sociales y sus bodegas, y el sistema judicial para ello. Se apropian del discurso feminista y medioambiental y quien esté en algo en desacuerdo es un violador homófobo sexista o está al servicio de las petroleras. No hay punto medio, no hay discusión, o con ellos, o hay que destruirlos. Esa es la estrategia del progrefazismo.

El elemento nuevo, el que faltaba sumarle a esta narrativa, por lo menos en Colombia, era pasar de esa primera línea violenta, que abrió paso al proyecto político extremo de Petro y sus progrefazistas, a una consolidación del control territorial, político y social aquí descrito. Poco a poco allanan esa estrategia.

Alistémonos, pues la resiliencia democrática que ha mostrado nuestro país puede no ser suficiente. Lo del Magdalena, con lo que ya pasa en el Cauca y en el Catatumbo, entre otras zonas del país, es el microcosmos de para dónde vamos. La democracia va a necesitar nuestra ayuda, nuestro esfuerzo y seguramente nuestra sangre. Yo estoy firme. ¿Usted?