La centroderecha cogió pinta ganadora para las elecciones presidenciales del 2022 con la llegada de Alejandro Char a la contienda electoral. No porque el exalcalde de Barranquilla tenga gran opción de triunfar, sino porque su participación pone lo que le faltaba al grupo de precandidatos centroderechistas que está dispuesto a ir a una consulta: plata, poder político en una región clave, voto partidista, voto de opinión y carisma.

Así, la centroderecha se acerca a la elección por consenso de un candidato que promete ser un serio competidor de Petro, del candidato que elija el Centro Democrático el 22 de noviembre y del que resulte de la Coalición de la esperanza.

Pero Char también debilita la moralidad de un grupo que quiere convencer por su trayectoria técnica, su espíritu de renovación política y su distanciamiento de las corrientes políticas tradicionales. Era lo que buscaban Enrique Peñalosa y Federico Gutiérrez como fundadores del grupo, pero que han ido perdiendo con la llegada de Juan Carlos Echeverry y ahora de Alejandro Char, quien representa -pese a la gorra y los jeans- a la casta política más tradicional del Caribe colombiano. Y ni hablar del efecto que generaría el posible aterrizaje de Dilian Francisca Toro, la gamonal valluna que quiere reinventarse a través del grupo de los exalcaldes y de David Barguil, el representante del conservatismo tradicional.

Sin embargo, todo parece indicar que Char suma más de lo que resta, al menos en las actuales circunstancias que vive la centro derecha. Es el precandidato que mejor combina estructura partidista clásica con favorabilidad de opinión. Por un lado, cuenta con una evidente influencia política en siete departamentos de la Costa Caribe, donde tiene el apoyo de cientos de concejales, diputados, alcaldes y gobernadores.

Durante el Gobierno de Duque y de Elsa Noguera, a nivel nacional y departamental, respectivamente, su familia ha tenido el poder de distribuir los avales de Cambio Radical para importantes cargos político administrativos en su región y en Bogotá, y nadie duda además que son los jefes naturales de la alcaldía de Barranquilla, donde mandan a través del actual mandatario.

Y por otro lado, tras su doble paso por la alcaldía de su ciudad, Alejandro Char ha construido un capital reputacional positivo que le genera un importante volumen de votos de opinión. Por mera percepción o por realidad fáctica, la gente del Caribe lo asocia con la modernización de la capital del Atlántico y con la visión de desarrollo que hoy tiene la ciudad. Y miles no lo ven como el delfín que es, sino como un político auténtico, gerencial, orgulloso de su cultura y amigo de todos. Lo ven como un fanático más del Junior.

Pero esa imagen no la tiene en el interior del país. Aquí el escrutinio es diferente. En primer lugar, su reconocimiento es muy bajo, llegando incluso a ser inferior al que tiene Federico Gutiérrez en las principales ciudades no costeras, y peor del que tiene Enrique Peñalosa en el Caribe. Y quienes lo reconocen, que suelen pertenecer a las élites políticas o económicas del interior, lo perciben como un hijo de la oligarquía costeña, con experiencia de gestión pública muy local y con prácticas políticas cuestionables relacionadas con Cambio Radical.

Pero la estrategia de los exalcaldes con Char no es conquistar el centro y sur del país. Es arrebatarle el importante electorado a Petro en todo el Caribe, conquistar el voto de derecha que aún no encuentra candidato en el Centro Democrático y dejarle poco espacio a la centroizquierda que, por definición, no gusta a los costeños. La consigna secreta de Peñalosa, Fico y Char es que, sin importar quién gane la consulta entre ellos -más los que se sumen-, la Costa Caribe, Antioquia y Bogotá contarán con una fuerza de centroderecha fundada en la experiencia exitosa en administración pública.

Ellos saben que por sí solos, ninguno gana, y que sumados, tampoco tienen garantizado nada, más que su capacidad de negociación política y programática con el candidato que resulte de la derecha pura. Pero saben que estar en esa negociación es mejor que no estar y que por el desgaste del Gobierno nacional y del Centro Democrático su probabilidad de éxito en la medición de fuerza con el candidato o candidatos de la derecha pura es alta.

De cualquier manera, independientemente del desenlace que tenga la coalición fundada por los ex alcaldes, su alianza es un laboratorio electoral muy interesante para nuestro sistema democrático. Envía un mensaje de la importancia de las regiones, del valor de la experiencia en la administración pública, del ánimo descentralista que mueve a una buena parte del país y de cierta renovación del liderazgo político. Adicionalmente, muestra que en las condiciones políticas actuales, en solitario nadie ganará, lo cual resulta muy conveniente para nuestra democracia. Pero también alecciona sobre lo utópico que resulta en Colombia forjar coaliciones con fines electorales sin la participación o respaldo de los clanes políticos tradicionales, que siguen influenciando significativamente el ambiente electoral de propuestas que quisieron ser apolíticas, tanto en la derecha como en la izquierda.

Y a propósito de esto, ¿qué pensará Vargas Lleras de que uno de sus aliados haya despreciado su aval, a través de Cambio Radical, para lanzarse por firmas? ¿Lo habrán concertado?... Pronto sabremos.