Desde hace años los chilenos están con la idea en la cabeza de meterle la ficha en serio a depender menos de una economía basada en la extracción de sus recursos naturales y más de otros sectores, entre esos la ciencia y la innovación. Colombia también se ha apoyado, digamos demasiado, en la bonanza de la extracción de recursos pero no hemos desarrollado ningún Plan B para cuando estos escaseen o para cuando no podamos ser más competitivos en el mercado internacional. Casi al mismo tiempo, los dos países han comenzado a mirar a la ciencia como posible “salvadora de la patria”. Aún falta mucho para ver tanta dicha pero Chile ya esta haciendo cosas que tienen sentido y que permiten creer que se lo están tomando en serio. Un año se pasa volando así que los chilenos se pusieron las pilas y decidieron ponerle nombre y cara a los responsables de la implementación y creación del ministerio para que todo el país pudiera ver que la apuesta por la ciencia iba en serio. En agosto del año pasado, el presidente Sebastián Piñera sentencia la Ley 21.105 por la que se autorizaba la transformación de la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (CONICYT) en el nuevo Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación del Chile. Cuatro meses después, en diciembre, nombraba al gabinete ministerial pues, al igual que la ley colombiana, la ley chilena ordena la creación del ministerio durante el año siguiente de la promulgación de dicha ley. Un año se pasa volando así que los chilenos se pusieron las pilas y decidieron ponerle nombre y cara a los responsables de la implementación y creación del ministerio para que todo el país pudiera ver que la apuesta por la ciencia iba en serio. Ya no era solo una idea o una ley escrita, sino que estaba siendo cumplida. A día de hoy, y aunque no tiene aún un presupuesto oficial adjudicado, dicho gabinete participa ya en los consejos de ministros y es ya el representante oficial en los convenios de colaboración con otros países. “La implicación del Gobierno ha sido clave para que el tema avance y las oficinas están en el mismo Palacio de la Moneda, un detalle que es muy importante”. Quien dice estas palabras es la bióloga Carolina Torrealba, subsecretaria del ministerio, la segunda al mando del ministerio junto al ministro, el neurocientífico Andrés Couvé Correa. “Hemos recibido un apoyo trasversal grandísimo y hay un gran interés del gobierno y todas las instituciones en que esto salga bien”. Y esta rapidez en el desarrollo se debe principalmente porque desde el inicio fue un proyecto propuesto por el Poder Ejecutivo. En el caso colombiano, la propuesta vino del Legislativo a través del senador Iván Darío Agudelo. Esta diferencia es clave a la hora de comparar ambos casos pues la implicación del Gobierno y las herramientas para crear la estructura son diferentes. Carolina Torrealba estudio biología en la Universidad Católica de Chile y allí mismo realizó su doctorado en biología celular, específicamente en el transporte celular y las rutas de secreción de proteínas. “Pero hace ya ocho años que estoy fuera de un laboratorio. Hace mucho me saqué el delantal” declara en entrevista para SEMANA. En estos años sin tocar una pipeta ha trabajado en el desarrollo e implementación de políticas y planes de desarrollo de la ciencia en la “Fundación Ciencia y Vida” y también en la dirección de la “Iniciativa Científica Milenio (ICM)”, un programa público con más de 20 años de actividad que ha creado 36 institutos de investigación puntera en diversas áreas de las ciencias naturales, exactas y sociales. “Tal vez el problema más profundo que tiene el estado con la investigación que financia es que pocas veces es capaz de comprender el proceso de la actividad científica” añade la subsecretaria Torrealba. “Es importante que quienes dirijan las estrategias y políticas científicas comprendan cómo funciona la ciencia, pero no necesariamente tienen que ser un investigador activo con una larga y exitosa carrera. Es más importante que sea también alguien que comprenda el sistema político y su funcionamiento, y que a la vez tenga muy claro que está creando un ministerio para toda la sociedad, no solo para un nicho o un área científica”. En nuestro país no podemos decir que las cosas hayan estado paradas pues la ley se promulgó en enero, la Misión de Sabios se creó en febrero y se hicieron convenios con otros países en marzo. Pero hace falta dar una cabeza visible a la idea del ministerio, una que se encargue de aunar los esfuerzos de las entidades oficiales que trabajan en esto. Que exista ya una figura respondiendo por esto, que coordine el trabajo con los demás ministerios o que entable relaciones con la Misión de Sabios sería un gran primer paso. Nada de esto se ha dado a conocer de forma oficial ni está en el texto de la ley aprobada. Todos esto es importante para lograr que el país confíe en un plan a largo plazo. Obtener esa confianza será un gran desafío, pero sin duda alguna la mejor forma de lograrlo es que el gobierno de Duque se crea de verdad el cuento de la ciencia y lidere esta transformación comenzando por nombrar cuanto antes a los responsables. “Uno de nuestros objetivos principales es intentar que nuestra sociedad y la clase política vean el valor que tiene la ciencia para el desarrollo del país añade Torrealba para terminar. “Pero ojo, no solo para el desarrollo económico, o el beneficio de unos cuantos científicos sino para beneficio de toda la sociedad. La ciencia puede y debe servir como una herramienta cultural, no solo como motor de la innovación sino como un elemento inspirador, que sorprenda a todos”. *Comunicador y periodista científico colombiano afincado en Bruselas. En Twitter @juansarasua