¡Esta es la verdadera trascendencia de la raza humana!

La vida es una colección interminable de pérdidas, desde que naces hasta que partes de este mundo terrenal y temporal.

Esta es la realidad que experimentamos desde niños y a medida que vamos creciendo; vamos perdiendo nuestra seguridad, nuestra salud, nuestra serenidad, nuestra estabilidad, nuestros seres queridos, nuestras relaciones más importantes, nuestra tranquilidad económica y así sucesivamente.

“No es el sufrimiento en sí mismo el que te hace madurar, eres tú quien le da sentido a tu sufrimiento”, ¿pero cómo?

La libertad interior se va convirtiendo entonces en nuestro mayor tesoro, en los últimos años hemos tenido que aprender a sobrevivir, ya no vivimos simplemente como antes; hemos tenido que hacer maestría tras maestría en resiliencia y cuando sentimos que ya la época de crisis va a acabar, abrimos los ojos en una nueva mañana y sentimos como si tuviéramos un elefante sentado en el pecho, tan pesado que nos cuesta trabajo respirar con serenidad.

Atravesamos senderos de temor y oscuridad cuando nos envistió una pandemia mundial que nos encerró para mostrarnos nuestra propia realidad, ya no podíamos escapar de nuestra verdad para huir y llenar nuestros momentos de una vida frenética, repleta de actividades que nos anestesiaban y no nos dejaban tiempo para el descanso y mucho menos para la reflexión.

Muchos habían construido una vida exterior fuera de casa, pues sus hogares se habían convertido en lugares fríos y hostiles en los que las almas estaban tan desconectadas que parecían robots automatizados y programados para vivir la misma rutina diariamente.

Nos vimos frente a frente con nuestros seres queridos y tuvimos que convivir 24 horas del día por meses eternos, aun con aquellos que nos costaba amar.

Se termina poco a poco la pandemia y surge una nueva pandemia emocional, representada en una avalancha de divorcios, relaciones rotas, familias desesperadas y divididas, en donde muchos anhelaban salir corriendo para alcanzar autonomía y libertad, después de haberse ahogado en corrientes subterráneas de hostilidad.

Algunas familias y algunos matrimonios, en cambio, sí encontraron espacios de unión, amor, solidaridad y reconciliación, dejando un gran legado como patrimonio espiritual a sus sucesores.

Sin embargo, hay lecciones que nunca en la vida se aprenden; en mis silencios y reflexiones siempre pensé que la pandemia era un llamado de nuestro Dios para que todas las almas del mundo se repensaran la vida y le dieran una nueva lectura a su existencia.

Pensé que era una segunda oportunidad para quienes tuvimos la bendición de no morir ahogados en un hospital por el cruel virus, pensé que era un momento sagrado de transformación personal y mundial, pero, hay lecciones en la vida que jamás se aprenden…

El ego siguió gobernando en muchos corazones, el egoísmo se mantuvo victorioso y la insensatez tomo el control de nuestra triste y rota humanidad.

Hoy, tristemente nuestra humanidad sigue viéndose destruida y arrasada por monstruos disfrazados de humanos, incapaces de comprender, como decía Confucio, que para ejercer el arte de gobernar un reino, primero se tiene que saber gobernar su propia familia y que para saber gobernar su propia familia, primero se debe gobernar uno mismo y para saber auto gobernarse se debe aprender a gobernar las propias pasiones y la propia conducta, pues es de la única manera que se puede ser digno de gobernar y liderar a otros.

Es la primera vez en la historia que se nos transmite en vivo y en directo la más desgarradora y cruel guerra; las imágenes de la invasión de Rusia a Ucrania llegan a nuestros ojos y revientan nuestros corazones por dentro a través de redes sociales, casi en el mismo instante en el que están sucediendo.

Esto nos produce un impacto interior tan violento que nos sentimos como amordazados en cuerpo y alma, sin poder correr para consolar y salvar a quienes son victimas de depredadores que se creen dioses, con derecho de disponer y destruir las vidas de los demás.

Hoy nos sentimos vulnerables, desprotegidos, cansados y aterrorizados, hoy el mundo esta habido de ayuda humanitaria espiritual para saciar la sed de nuestras almas que claman y gritan a nuestro creador: ¡Ten misericordia Señor ¡!Ten piedad!

Hoy la fe y la poderosa fuerza del espíritu de los buenos es la mejor arma contra esta devastación de los valores, hoy solo nos queda refugiarnos en la trinchera de nuestra alma inmortal e imperturbable, pues aun si se nos arrebatara la vida, sería el único lugar en el cual sabemos que nos encontraremos con la presencia absoluta de Dios.

Mi píldora para el alma

Si sientes temor e incertidumbre, refúgiate en el silencio y en la oración…

Eleva tu plegaria al cielo, cierra tus ojos físicos, abre los ojos del alma y crea en ti un espacio de libertad interior que nadie pueda arrebatarte…