Colombia recibió con alegría la noticia de que Shakira invertirá en un colegio en Uribia, La Guajira, para beneficiar a 1.200 niñas y niños, de los cuales 300 viven en las instalaciones actuales. Se construirán entre cuatro y siete aulas de clases, una batería de baños (los niños que viven en el colegio no tienen baños), un comedor y una cocina. La inversión será de 1.200 millones de pesos y, por medio de su cuenta de Twitter, la cantante convocó al Gobierno nacional y al sector privado para que inviertan en la educación de los niños y niñas del país.

En contraste, el mismo día del anuncio de la inversión de Shakira para una de las regiones más olvidadas del país, la vicepresidenta Francia Márquez daba una rueda de prensa, acompañada de un nutrido grupo de servidores públicos, para explicar los “logros” de su cuestionada e impopular gira/paseo África 2023. La vicepresidenta cuestionó fuertemente a quienes hemos tenido la desfachatez de criticar el derroche de esa gira (con más pinta de paseo) con el argumento del “sesgo racial”. Incluso, Márquez mencionó que nunca a una funcionaria de su nivel se le había preguntado por el costo de la gasolina del avión de las Fuerzas Armadas que la llevó hasta el continente de sus raíces ancestrales.

Mientras que Shakira invertirá 1.200 millones de pesos para beneficiar la educación de 1.200 niños en La Guajira, la señora vicepresidenta gastó solo en la gasolina del avión, que la llevó a ella, su novio y sus 60 acompañantes al continente africano, 1.700 millones de pesos. Y es ahí donde está el punto de los innumerables cuestionamientos que se le hacen a la vicepresidenta y que, con la excusa de un supuesto sesgo racial, evade el debate de lo que significa el derroche de los recursos públicos y la obligada transparencia que corresponde a la administración pública, que, por demás, no es un favor, es un deber y un principio constitucional.

A la vicepresidenta se le olvida su indignado trino del 18 de julio de 2019: “Mientras nuestros niñas y niños se mueren de hambre, esta gente se gasta el dinero que sale de nuestros bolsillos en viajes, sin ningún problema”. ¿Qué parte de estos cuestionamientos no entiende Francia Márquez? ¿Cuáles son los resultados de la “potencia mundial de la vida” para superar estos problemas en casi un año de este agotador cambio?

Y, pues, su pasado como activista defensora del medioambiente se estrelló con su nueva realidad de contaminante vicepresidenta. Solo su viaje al África generó una huella de carbono estimada de 90 toneladas de CO2 equivalente (la unidad con la que se mide la contaminación). Para comprender el tamaño de este despropósito ambiental, basta decir que un europeo contamina en promedio 8,2 toneladas y un latinoamericano, 2,76 toneladas por año. El viaje a África de la vicepresidenta del gobierno de la potencia mundial de la vida que quiere acabar con el cambio climático equivale a la huella de carbono de 32 colombianos por año. ¿Esto también es “sesgo racial”?

Nadie cuestiona que se hagan alianzas con países en África, pero ¿no salía mejor, financiera y ambientalmente, que la gira África 2023 se realizará en una aerolínea comercial y con una comitiva un poco más modesta? Y, pues, ¿cuándo van a revelar los nombres de las personas que acompañaron a Francia? ¿Por qué ocultan esa información? ¿Eso también es “sesgo racial”?

En la rueda de prensa, la vicepresidenta le pidió al país que no esperaran resultados en materia económica muy rápidos porque “eso no funciona así”. Es entendible. Por una parte, es natural que no se produzcan resultados comerciales de inmediato porque es lo normal en los negocios. Nadie que haya vendido alguna vez en su vida siquiera una camiseta esperaría que con el primer acercamiento a un cliente se produzca la venta. Y, por otra parte, qué bueno que la vicepresidenta comience a comprender cómo funcionan los negocios para que haga pedagogía en el mundo “progre”, del que ella formaba parte cuando era oposición y tanto criticaba este tipo de viajes.

Entre los logros que presentó la vicepresidenta de su gira África 2023, se cuenta la firma de un memorando de entendimiento en Kenia para que allá aprendan a hablar español y acá el idioma de allá, es decir, el suajili. Pero ¿para hacer negocios en grande, no es mejor que los colombianos aprendan a hablar inglés, alemán, francés o chino? ¿Esta crítica de simple realidad mundial también es racista?

La señora vicepresidenta no ha podido entender que ocupa un cargo público, que su sueldo se paga con dineros públicos y que sus viajes en helicóptero de su casa en Dapa, Valle del Cauca, a su oficina en Bogotá (300 km) también salen del bolsillo de los colombianos. Por lo tanto, es al menos una indelicadeza ética, y hasta una ilegalidad, pretender ocultar información sobre sus desplazamientos o negarse a rendir cuentas sobre agendas, comitivas y resultados. No es un favor, repito, es un deber.

Para cambiar la vida de los niños y las niñas del país, se requieren alianzas con Gobiernos, el sector privado y artistas de talla mundial, como nuestra querida Shakira con su Fundación Pies Descalzos, y para lograrlo hay que gestionar, presentar proyectos y cerrar negociaciones. La vicepresidenta podría iniciar agendas internacionales con la meta de construir colegios en las zonas que le fueron asignadas en su decreto de funciones. Pero ¿cuántas veces ha ido Francia como vicepresidenta a la olvidada Guajira? O, mejor, ¿cuáles son las políticas del cambio para acabar el hambre y la pobreza de los niños? Porque hasta ahora, entre tanto viaje y tanta cámara, no se ha visto nada de nada.