El confinamiento impuesto por la pandemia ha puesto de presente la importancia de la información seria y del papel que en ese sentido cumplen los medios de comunicación. Frente a la crisis, la incertidumbre y la angustia, hemos volcado nuestra atención hacia los medios en búsqueda de información confiable, lo cual ha incrementado la audiencia, lectura y uso de los medios de comunicación en todas partes. Su labor para desbancar y desmontar mitos, falsas informaciones, desde curas milagrosas a teorías de la conspiración sobre el origen del virus, han sido fundamentales, más en estos tiempos de redes sociales que riegan informaciones falsas más rápido y más peligrosamente que la covid-19, propagadas incluso por líderes políticos y dirigentes. Y es que la creciente influencia de las redes sociales ha sido el caldo de cultivo de toda clase de mentiras, medias verdades y mitos recurrentes en todas las áreas y temas, pero también una competencia creciente frente a los medios de información profesionales. En muchos casos incluso los han desplazado como fuente de información principal de muchas personas. Un estudio realizado durante la última campaña electoral arrojó resultados sorprendentes: el 68 por ciento de los colombianos utilizaban la televisión para informarse sobre las elecciones, seguido del 57 por ciento (se eleva hasta 78 por ciento en el caso de las personas entre 18 y 45 años) que tomó sus decisiones basándose en información que recibía por redes sociales. https://gerente.com/co/se-informan-los-colombianos-esta-epoca-electoral/). Según el último informe "Bogotá Cómo Vamos”, 42 por ciento de los capitalinos se informa usualmente a través de la televisión; el 21 por ciento, con las redes sociales; el 15 por ciento, con prensa escrita y el 14 por ciento, escuchando la radio.https://www.eltiempo.com/bogota/tv-redes-sociales-y-periodicos-los-predilectos-para-informarse-294040 Dada la falta de rigor y de verificación de contenidos de buena parte de las informaciones que circulan en las redes, los medios de comunicación son más relevantes que nunca. El periodismo es esencial para la democracia. Una de sus principales tareas es la de servir de contrapoder, denunciar y exponer los abusos tanto públicos como privados en lo político y en lo económico para así defender las libertades y los derechos de todos. Y la mayor parte de los medios de información han cumplido extraordinariamente ese papel. Son innumerables los casos de corrupción, violencia y delitos sacados a la luz pública por los medios, lo cual ha llevado a la justicia a tomar cartas en el asunto y a los ciudadanos a castigar políticamente a los responsables. Otra función que cumplen los medios, igualmente importante, es la de abrir la ventana para que sus audiencias puedan observar, conocer y sobre todo comprender y a hacer inteligible el mundo. Así los ciudadanos pueden formarse una opinión, y actuar en consecuencia, en lo político, lo social y lo económico. En estos tiempos de confinamiento si que hemos podido confirmar hasta que punto cada uno de nosotros necesita de los medios de información para hacerse una idea de lo que pasa al exterior de nuestras casas. Los periodistas han sido nuestros ojos y oídos para saber lo que pasa afuera mientras todos estamos adentro. En esta función, la responsabilidad cívica de los medios es inmensa. Sin embargo, el foco de las noticias se centra casi siempre en lo que va mal. Como dice el viejo refrán “un tren que llega a tiempo, no es noticia”. Y si bien es innegable que una parte valiosísima de la labor de los medios es denunciar lo que no funciona, el retrato de la sociedad y del mundo que surge de la lectura de las noticias es a veces parcial e incompleto. Nos entrega una visión del mundo donde lo malo, lo perverso y lo mezquino es preponderante, mientras que lo bueno, lo generoso y lo bondadoso es excepcional y anecdótico. La realidad es más matizada y compleja, e incluso –me atrevo a decir—más positiva y alentadora de lo que se puede concluir solamente al leer, ver o escuchar las noticias. Esto contribuye a explicar como, año tras año el pesimismo sobre la situación actual y las perspectivas hacia el futuro va en aumento constante en los sondeos de opinión, a pesar de que las mismas encuestas revelen que las personas suelen creer de manera masiva que su situación personal ha mejorado y que su vida es mucho mejor que la de sus padres. Esta disonancia cognitiva tiene mucho que ver con el mundo “tremendo” que nos muestran las pantallas y los medios. Es cierto que tenemos instintivamente una inclinación por interesarnos por lo extraordinario y no por los trenes que llegan a tiempo. Por eso es tan importante que los medios busquen equilibrar la información que nos brindan para incluir no solo lo malo y lo terrible que pasa en el mundo (que es mucho) si no también incluir lo bueno, lo positivo y lo esperanzador que existe. Obviamente no se trata de hacer propaganda, de ocultar los problemas ni de dorar la píldora. Se trata de presentar una realidad más completa del mundo. Eso contribuye a enfocar los esfuerzos en lo que hay que corregir y reconocer lo que hemos alcanzado. Nos permite mantener la esperanza, y nos anima a atacar con mayor ánimo y perseverancia los problemas que tenemos a sabiendas de que podemos superarlos y podemos aportar para mejorar el estado del mundo. El optimismo no viene de negar la realidad. Viene de la convicción de que se puede transformar para mejor y que no estamos condenados a un futuro peor que el presente. En estos momentos en los cuales todo parece ir tan mal, con tanta incertidumbre y preocupación frente al presente y al futuro, tener esos elementos que nos dan esperanza es esencial para la sanidad mental y para actuar con decisión constructivamente en aras de un mejor mañana.