No hay duda alguna de que Colombia es un país de regiones. En ellas están permanentemente interactuando nuestros soldados y policías; porque nacimos y trabajamos allí bajo la conducción estratégica y operacional de los generales de las Fuerzas Militares y de Policía. Todos ellos hacen lo posible por conjugar sus diferentes esfuerzos para materializar las líneas estratégicas diseñadas por el mando superior.
Es así como militares y policías se integran en nuestras regiones, sin dejar de lado la idiosincrasia que las caracteriza, con sus propias tradiciones, costumbres y formas de ver la vida. Por esto, militares y policías, sin distingo de grados y cargos, deben integrarse a las poblaciones y comunidades de las regiones, ansiosas de apoyo, ayuda, orientación y dirección, con un espíritu de servicio comprometido y un acendrado amor a la patria. Todo con el fin de construir tejido social como colombianos.
La Colombia soñada, la Colombia añorada, se construye desde los territorios y no desde las capitales. Gobernar y servir a Colombia desde los territorios es el más preciado don de mando que amerita todo sacrificio, dedicación, entrega, compromiso, constancia, consagración... y esto solo se logra con la presencia del Estado en los territorios. ¡Sí!, con la presencia física e indelegable de los servidores del Estado, que realmente quieren comprender las problemáticas particulares de las regiones. En este sentido, el trabajo territorial debe ser el centro de nuestro mayor esfuerzo. Los servidores de las Fuerzas, y los colombianos en general, debemos enfocar nuestro apoyo en la ruralidad; acompañando al campesinado, a ese hombre, mujer o núcleo familiar que se preocupa como colombiano por sembrar y cosechar los alimentos, que mantienen al día la despensa de todos los colombianos y catapultan a nuestro país fuera de nuestras fronteras, exportando sus productos. Como soldado del Ejército Nacional de la República de Colombia pude evidenciar que donde existen necesidades hay más pasión por Colombia.
Es precisamente en este punto en que militares y policías predican, con el ejemplo, su espíritu de servicio y su amor a la patria, con su presencia real para garantizar la seguridad de las regiones. Entre las tareas de la fuerza pública en los territorios también está la contribución en la búsqueda de soluciones concertadas en la resolución de problemas sociales, con la participación de comunidades y autoridades locales. Especialmente, con deseo abnegado y decidido de acertar y poner lo mejor de sí como servidores públicos para garantizar la seguridad territorial y, consecuentemente, abrir las puertas a la presencia del Gobierno nacional.
La virtud del militar y del policía, al igual que la del político y de todo ciudadano comprometido con la forja de su país, no emana solo de su valentía para enfrentar problemas inherentes a sus oficios y profesiones. Además, su vocación debe venir acompañada de un denodado esfuerzo por servir a los demás, haciendo de todos los actos de sus proyectos de vida la justificación del bien.
Precisamente eso es lo que hacemos quienes hemos servido a la nación con abnegación y fe en la causa, desde nuestras diferentes regiones del país. De esta manera, nos convertimos en la extensión de brazos comunitarios y de puentes de comunicación entre los gobiernos locales –tanto departamentales como municipales–, y el Gobierno nacional. Un militar virtuoso debe escuchar las voces de las comunidades y sus gobernantes, sumándose a la solución de sus problemáticas regionales. Esto, en el nivel táctico de parte del subteniente, teniente, capitán, sargento, cabo, en una palabra, del soldado, trátese de tierra, mar o aire; y las voces de gobernadores de parte de los generales y coroneles en el nivel operacional.
Desde el trabajo en territorio, en cada una de las veredas, corregimientos y municipios, inicia la acción conjunta del sector defensa, definiéndose, de esta manera, la línea estratégica al más alto nivel, en manos de la cúpula militar y policial. Esta última encargada de comunicar las necesidades nacionales al Ministerio de Defensa Nacional, y este, a su vez, al presidente de la República.
A los señores generales, que hoy tienen la gran responsabilidad de comandar a las tropas desplegadas a lo largo y ancho del territorio, solo puedo expresarles en estas líneas que el golpe a la seguridad y defensa de la nación fue enorme. Perdimos hombres valiosos, a quienes la experiencia militar les dio el conocimiento pragmático de la Colombia que con amor patrio hemos conocido al detalle. Les envío un mensaje de ánimo, mis apreciados compañeros de armas, tanto para aquellos en uso de buen retiro y para los que aún siguen dándolo todo por nuestra nación, porque su extenso conocimiento y experiencia no puede ser en vano en la tarea de construir un mejor país. Estoy completamente seguro de que ustedes pondrán sus mejores acciones al servicio de nuestros compatriotas, que esperan lo mejor de los militares de la República de Colombia, un país de regiones.
Para finalizar estas reflexiones de un general comprometido con el país, extiendo a ustedes, mis estimados generales, la preocupación de muchos colombianos sobre los problemas que hoy enfrentamos a nivel local y nacional. La nación colombiana espera de las Fuerzas Armadas un servicio fiel y leal a la Constitución y la ley, obrando con la verdad y el debido respeto, pero con carácter y entereza en el cumplimiento de la misión por salvaguardar la seguridad y defensa.