En la última década casi 70 millones de personas salieron de la pobreza en Latinoamérica, además se redujo la desigualdad hasta en un 10% según el coeficiente de Gini. Estas cifras obedecen al crecimiento económico que experimentó la región y que representó progresos sociales sin precedentes según el Banco Mundial. Sin embargo, la región corre el riesgo de quedar rezagada frente a otras partes del mundo debido a la desaceleración económica actual y a la falta de innovación que produzca bienes y servicios con valor agregado. Ahora bien, como la productividad incrementa el crecimiento y bajo un panorama de crecimiento aumentan los ingresos públicos que permiten la inversión social, una tarea prioritaria para cerrar la brecha es entonces impulsar la productividad. Para cumplir con esta tarea el emprendimiento es clave. El emprendimiento es consecuencia y motor del crecimiento y del desarrollo, pues transforma un escenario de empleos irregulares y de subsistencia en uno de economías competitivas de innovación, de generación de oportunidades y de creación de fuentes de trabajo bien remunerado. Los emprendedores tienen la capacidad de transformar buenas ideas en modelos de negocio rentables a través de nuevos productos, del contacto con mercados no explorados, pero sobre todo a través de la innovación. Hay diferentes indicadores para determinar el grado de innovación, como la introducción de nuevos productos, productos mejorados, nuevos procesos, procesos mejorados y el registro de marcas, patentes, entre otros. Para determinar el nivel de innovación de Latinoamérica basta con saber que aunque algunos países de la región como Brasil, México y Chile han llegado a duplicar el número de sus patentes y registros en los últimos cinco años, la región se sigue quedando cada vez más rezagada frente a otras economías también emergentes. Sorprende por ejemplo que entre todos los 32 países de América Latina y el Caribe con más de 600 millones de habitantes se hayan registrado cerca de 836 patentes durante el último año, cifra que no es ni la cuarta parte de los registros y patentes que produjo Israel durante el mismo período. Con indicadores tan bajos de innovación no solo se perjudica la competitividad y se frena el crecimiento económico, sino que no se cumple la tarea prioritaria de impulsar la productividad. Es determinante para los gobiernos latinoamericanos respaldar la actividad emprendedora y empresarial con un ambiente económico propicio para estimular la innovación y la competencia, pues las causas que habitualmente frenan éstos procesos son: La falta de recursos humanos con formación en temas de ciencia y tecnología, ya sabemos del déficit de ingenieros que tienen países como Colombia. Falta de cultura de protección de la propiedad intelectual que impide incluir otros factores de valor agregado y que desalientan la inversión en investigación y desarrollo, incluso de empresas multinacionales presentes en Latinoamérica. La cultura del empleo asalariado como construcción social de identidad y la resistencia al riesgo que supone el emprendimiento. La infraestructura, la logística, el transporte, los procesos aduaneros y la calidad de los servicios que podrían obstaculizar la competitiva de productos locales.
Los productos y servicios con valor agregado, resultado de la innovación, son claves en la gestión de la sostenibilidad empresarial. Habitualmente aquellas empresas que gestionan la sostenibilidad han apropiado sistemas eficientes y suelen aprovechar las últimas tecnologías para su crecimiento exponencial. Por eso, aunque el desarrollo económico de países como Brasil, México, Chile o Colombia no puede apoyarse solamente en el impulso a los emprendimientos, un estudio del Banco Mundial revela que las empresas más jóvenes y grandes son las que generan más puestos de trabajo. La tarea de impulsar la productividad estaría en identificar las que cuentan con más procesos innovadores y capacidad de crecimiento. Para superar entonces la brecha de innovación de la región e impulsar el desarrollo social se requiere promover la educación de calidad que cubra la necesidad de contar con recursos humanos orientados a la investigación, el desarrollo y el uso amplio de las TIC para el crecimiento acelerado. Esto podría ser el camino más corto para cumplir con la tarea de estimular la productividad.