El 2019 fue un año movido en muchos frentes. Tal vez uno de los que más impacto tendrá hacia el futuro es el surgimiento de nuevos movimientos de protesta ciudadana frente a gobiernos de diferentes países, independientemente de su orientación ideológica. De Chile al Líbano, de Bolivia a Hong Kong, pasando por Francia, Ecuador, Irak y por supuesto Colombia, las manifestaciones ciudadanas fueron protagonistas. La gente salió a marchar por diferentes razones. En algunos casos en favor de la democracia, en otros de la independencia, por la lucha contra el cambio climático, o para oponerse a medidas económicas y para exigir más solidaridad y mayor justicia social. Sin importar los motivos, hay un resurgir de la movilización, en particular de los jóvenes y de las mujeres, que demuestra una conciencia política robustecida y una necesidad de expresión y de participación que marcará la dinámica política y social por los años venideros. Con la generalización de las redes sociales, la militancia y la defensa de causas entra en una nueva fase. En Estados Unidos, el juicio político contra el presidente Trump tomó un giro inesperado por cuenta del escándalo de Ucrania y las elecciones del año entrante, cuando la gente todavía estaba pensando Rusia y su interferencia en las elecciones del 2016. El 2020 nos dirá si ese juicio hunde a Trump o galvaniza a sus votantes. Luego de tres años de debate e inestabilidad paralizante, el Reino Unido logró por fin tomar una decisión clara (mala en mi opinión) respecto de su salida de la Unión Europea. Boris Johnson sale fortalecido y con un mandato sólido para cumplir el Brexit. Y se verá entonces si jugar solo es más benéfico que ser parte de un equipo. En nuestro continente hubo giros ideológicos fuertes. Mientras Argentina viró a la izquierda, Brasil y Uruguay giraron a la derecha y probablemente Bolivia lo hará también. Más allá de las preferencias políticas de cada uno, es de rescatar la importancia de la alternancia política y por ende el fortalecimiento de la democracia (incluso en el caso traumático de Bolivia). Ya en Colombia, además del cacerolazo, las elecciones regionales trajeron un mensaje altamente esperanzador, con nuevos liderazgos, con la victoria de Claudia López en Bogotá, y en general con un rechazo a los extremos polarizantes de lado y lado. Todos esos hechos y fenómenos, y seguramente otros que faltan por mencionar, son de gran trascendencia y significado. Pero para Colombia la historia más relevante del año es sin duda alguna la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP). Desde sus inicios esta instancia fundamental para la reconciliación y la justicia en el marco del acuerdo de paz ha tenido que enfrentar problemas y ataques. Algunas críticas se deben a sus propios errores y a las inevitables tensiones que genera una nueva jurisdicción. Pero la mayoría de los ataques provienen de una visión ideológica que niega la realidad del conflicto que hemos sufrido los colombianos. Y por ende la necesidad de contar con una instancia en la que verdad, justicia, reparación y no repetición sienten las bases de la reconciliación y el reencuentro entre los colombianos. Su eliminación, o por lo menos su incapacitación, fueron objetivo central del gobierno en su primer año, como lo demostraron las objeciones presentadas por este a la ley estatutaria. A pesar de esto, la JEP sobrevivió. Sobrevivió también a los incumplimientos inaceptables de jefes de las farc como Márquez o Santrich. Hoy, el balance de funcionamiento de la justicia transicional es positivo. Hasta el momento, a la JEP se han sometido 9.713 excombatientes de las Farc, 2.375 miembros de la Fuerza Pública, 68 agentes del Estado, y varios políticos condenados por la justicia ordinaria han tocado a su puerta. La JEP avanza en la investigación de 7 macrocasos, de los cuales los más sensibles son el secuestro y las ejecuciones extrajudiciales. Son más de diez mil víctimas que han sido reconocidas por la JEP. Tampoco puede olvidarse el avance en materia de la investigación de delitos de violencia sexual. Las fosas comunes de Dabeida reveladas a la justicia transicional por militares involucrados en asesinatos y desapariciones forzadas son aterradoras y necesarias al mismo tiempo. Es parte de conocer la verdad, y por ese medio reconocer los derechos de las víctimas. Aún más cuando la justicia ordinaria no había logrado generar tales colaboraciones. Son más de 200 militares que están declarando, esclareciendo hechos terribles y por ese medio ayudando a las víctimas a que puedan conocer los hechos y hacer el duelo de sus seres queridos. Por supuesto falta mucho. A la JEP le falta aún mucho por hacer. Ya vendrá el momento de las sanciones y las reparaciones. Pero una cosa es segura. Si aspiramos genuinamente a que se construya paz en Colombia y podamos dejar definitiva y realmente atrás el conflicto armado, el trabajo que está adelantando la Justicia Especial de Paz es esencial. Y este año, 2019, será recordado como el año en el que la JEP sobrevivió y se consolidó. Por eso es mi personaje del año. Ojalá su futuro siga cumpliendo las expectativas que tenemos los colombianos. Y debemos apoyarla y alentarla para que lo logre.