No esperen a un Petro más sereno, sobrio y racional en 2025. Aunque deje el trago fuerte, como anunció en uno de sus últimos incendiarios y disparatados discursos, tendremos a un presidente aún más agresivo, radical y pendenciero.

Cada día sube el volumen de sus calumnias, amenazas e insultos porque siente que se le agota el tiempo para inmortalizarse como un Allende. Tampoco le darán el golpe de Estado que tanto anhela, única manera de eludir su salida del poder por la puerta trasera.

También prodiga sus teorías estrafalarias y clasistas, como esa de que sus hijos poseen un espíritu más libre, porque estudiaron en el idioma de la revolución de 1789, a diferencia del común de los colombianos, a los que tilda de ignorantes. O la idea de ordenar a sus huestes del Pacto Histórico que denuncien en organismos y tribunales internacionales al Consejo de Estado, ahora que la CIDH falló en su contra.

En todo caso, a estas alturas del partido no puede disimular que su problema, aparte de una compleja personalidad cargada de lacras que afectan su raciocinio, no es solo el alcohol de 40 grados, sino otras sustancias que lo dejan fuera de combate. No parece probable que las prolongadas ausencias e incumplimientos laborales los vaya a frenar nadie el próximo año, menos cuando Verónica Alcocer ya no vive en Palacio y se la pasa viajando.

Por cierto, ¿no será que la singular decisión de Petro de desplazarse en algunas ocasiones en jets privados, en lugar del avión presidencial, obedece a evitar testigos “no comprables” de sus secretas desapariciones?

En todo caso, poca mejoría se puede esperar de un jefe de Estado que no disimula sus excesos, como dejó patente el día que defendió al depravado Mendoza. Vimos a Petro preso de una excitación febril, vociferando argumentos propios de quien no está en sus cabales, como si hablara bajo los efectos de alguna droga.

Lo único rescatable de tan lamentable episodio fue que el frustrado embajador confesó lo que muchos anticipamos: que su bazofia Matarife tenía el único propósito de ayudar a Petro a conquistar el poder. “La serie ya cumplió el objetivo y tú ya eres vicepresidente”, le recordó ese tal Mendoza a Francia Márquez cuando ella criticó su designación en Tailandia.

La destapada también dejó mal parado al Premio India Catalina. Si bien era conocido el sesgo izquierdista del jurado, la declaración de su galardonado Mendoza corroboró que ellos premiaban pensando en impulsar al exguerrillero.

Y qué decir de los tics dictatoriales que deja Petro al adelantar la toma de posesión del procurador entrante y organizar semejante circo en el departamento más emblemático de la corrupción petrista.

Esa ceremonia, mucho antes de tiempo, es una manera de comunicar a sus compatriotas que no respeta la institucionalidad; que considera a Gregorio Eljach (que perdió la dignidad antes de asumir el cargo) un vasallo que debe rendir pleitesía al amo; y que se ríe de la Colombia que lo critica por incumplir sus promesas y presidir un Gobierno rebosante de corruptos.

Dado el escenario elegido, supongo que más de un asistente habrá pensado en la incongruencia de que metan presa a Sandra Ortiz, que ofició de mensajera de los dineros de los carrotanques guajiros, mientras siguen libres los que ordenaron los pagos y quienes se llevaron la plata. Inaudito, habrán murmurado, que la Justicia considere que ella puede destruir pruebas y no crea que lo hacen Andrés Calle, Iván Name, Carlos Ramón González –uno de los (presuntos) grandes cerebros de la trama–, el exministro Velasco y demás implicados.

O Nicolás Petro, que estará tramando lo imposible para ocultar evidencias, mientras su papi arregla el expediente por las alturas.

Tampoco esperemos un giro en política internacional en 2025. La izquierda más recalcitrante no modificará unas posiciones que lastran el progreso de la América Latina del siglo XXI. La reciente reunión de Petro con la apolillada comunista que preside México nos lo dejó nítido.

Sheinbaum alardeó de que ambos forman parte del club de gobiernos “progresistas” de la región, incluidas las criminales dictaduras de Cuba y Venezuela. Lógico, por tanto, que a Petro lo incomode que la mayoría del Congreso le pida no acudir a Caracas el 10 de enero para avalar el fraude de Maduro. Y que siempre replique, en uno de sus típicos arranques de emperadorcito, que ya verá “si voy o no voy”.

También en la visita a México sufrió otro ataque de populismo parroquiano y ordenó cerrar todas las residencias de embajadores similares a la preciosa del Distrito Federal. Dijo que lo decidía por los lujos que vio y para ahorrar costos. Dedicará los fondos, adujo, a mejorar los consulados “del pueblo”. Olvidó mencionar que reabrió una inservible embajada en Roma, clausurada 20 años atrás, para silenciar a Benedetti.

El Petro modelo 2025 será otra desgracia.