En economía como en medicina, lo único que no puede hacerse es equivocar el diagnóstico del enfermo. Equivocado el diagnóstico, equivocada la terapia y muerto el paciente. Colombia atraviesa por la crisis económica más aguda de los últimos cincuenta años. Lo comprueban la disminución en el producto, la rebaja en los niveles sociales de consumo los altos y crecientes niveles de desempleo y subempleo, la quiebra recurrente de empresas y la inseguridad que no es, como algunos quisieran creer, producto de la ley de amnistía sino de la recesión industrial en las grandes ciudades y la crisis de rentabilidad en los campos. No es ciertamente una situación imputable al gobierno del Presidente Betancur porque sus orígenes tienen horizontes cronológicos y geográficos mucho más amplios.La terapéutica oficial recomendada para salir de la crisis afirma la necesidad de reducir el déficit fiscal para abrirle espacio a la expansión del crédito privado. Espera que el aumento de la financiación disminuya las tasas de interés y propone conjurar la crisis empresarial con apoyos crediticios y un rígido control al contrabando. Sugiere adicionalmente como metas inmediatas el control de la infiación y la reorganización del sistema financiero. El diagnóstico, en si mismo, supone la adopción de un esquema de desarrollo airededor del cual debería centrarse el debate para no correr el riesgo de terminar discutiendo sobre las sábanas y no sobre la calentura.Empecemos por analizar la consistencia del diagnóstico con el enfermo. La reducción del déficit es una meta deseable pero su oportunidad no es inmediata. En momentos de enfriamiento, como los actuales, el gasto público de inversión tiene que cumplir una función de revitalización económica. El Presidente Hoover, hace cincuenta años, perdió las elecciones contra Roosevelt porque, tercamente asesorado, insistió en combatir la gran crisis con calmanies que la agudizaban similares raciocinios podrían hacerse respecto a la pretensión de mantener los salarios por debajo de la inflación, restringiendo el poder de compra que necesitan las empresas para colocar sus inventarios y la decisión de no acelerar la devaluación al ritmo necesario para que los exportadores no salgan del mercado internacional, especialmente del fronterizo.Aunque es probable que la reducción del déficit libere recursos para prestar al sector privado, la dura realidad es que a los empresarios no les interesa más crédito sino mayores ventas. Así parece comprobarse con los indicadores crediticios más recientes. A pesar de existir a,bundante crédito "ofrecido" de fomento en el Banco de la Republica, hasta febrero de este año las operaciones de fomento (PROEXPO, FIP, FFI, FFAP etc.) estaban por debajo en algo más de $ 7.000 millones en términos reales respecto al año pasado. Para no hablar de las colocaciones totales de los bancos que entre febrero82 y febrero83 disminuyeron en cerca de $17.000 millones nominales.Respecto a la meta de disminuir las tasas de interés lo único que se ha avanzado es lo que logró el Presidente Betancur en sus contactos directos con el sistema bancario oficial. El aumento en los rendimientos del UPAC ha contrarrestado sin embargo, la tendencia que se llevaba a la baja y ha producido, de contera, el peligroso efecto de concentrar en el sistema de valor constante los incrementos del ahorro financiero contra las otras alternativas de captación.En lo corrido de este año el aumento del ahorro en UPAC del 16.6% ha sido a costa del ahorro social (-0.8%), de los certificados de depósito a término (-4.2%), de los bonos de desarrollo económico (-21.3%) y del ahorro cafetero (-83.6 % ).Finalmente, la protección industrial como antídoto para las quiebras producidas por el contrabando es una aspirina para un cáncer. Problemas estructurales, como los que atraviesan las textileras o Paz del Río, se aplazan parcialmente colocando guardias en nuestras fronteras para que no entre el acero venezolano o las telas de Taiwan, pero la verdadera solución implica cirugías más profundas que tocan, nuevamente, con el esquema de desarrollo que se predique y practique.Con todo respeto, pienso que el Presidente Betancur está embarcado en una política económica en la cual no cree. Tuve la satisfacción de trabajar a su lado y contribuir, en ANIF, al diseño de algunos de sus planteamientos. El sello característico suyo, en materia económica, es el del pragmatismo. Me atrevería a decir que los mejores logros económicos, durante su administración, los ha conseguido guiado de ese instinto pragmático: el pacto de cuotas cafeteras, la superación de la crisis financiera, la rebaja administrativa de las tasas de interés oficiales y la contratación textilera, para citar los más sobresalientes y que coinciden con otros suyos, desafortunadamente aún no puestos en práctica, como el seguro de cosechas, el mercado secundario de hipotecas o el CAT de generación de empleo. -