Definitivamente, Petro, a base de decir todo tipo de cosas, entre más polémicas y absurdas, mejor, tiene al país las 24 horas del día hablando de él. Semejante fenómeno jamás se había dado en la historia política de Colombia.
Ahora el anuncio de la semana es que en el informe periódico que se debe presentar ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas sobre la marcha del proceso de paz con las Farc, expresará que el Estado colombiano no puede cumplirlo. Lo que equivaldría a afirmar que él como jefe de Estado sí quiere, pero el Estado no. Algunos dirían, entonces, que el Estado se le salió de las manos. Ese caso no lo han visto.
En esas condiciones,y de acuerdo con su temperamento, podría solicitar al Consejo de Seguridad que envíe a nuestro país una fuerza internacional parecida a la que se empieza a desplegar por Kenia en Haití para respaldar el proceso.
No hay que sorprenderse por lo de la fuerza internacional, porque incluso el expresidente Álvaro Uribe, como gobernador de Antioquia, hizo la propuesta. Además, entre 1933 y 1934 un destacamento de la Liga de las Naciones, la actual Naciones Unidas, estuvo a órdenes de una Comisión de la Liga que administró a Leticia y el trapecio amazónico durante ese período.
Eso sí, el contingente que se enviaría ahora tendría que ser muy numeroso y dotado de los mismos armamentos que Estados Unidos le está enviando a Ucrania, porque aquí lo estarían esperando Mordisco, el ELN y el Clan del Golfo, dotados de drones y armas muy modernas.
El problema sería su conformación. De América Latina seguramente habría fuerzas venezolanas y tal vez cubanas, que tuvieron tanto éxito en Angola; igualmente de Brasil, que está metido en todo y de pronto tendría un grupito especializado en derechos humanos de Nicaragua.
En el Consejo de Seguridad, después de la exposición de Petro, alguno de sus miembros podría sugerir revisar los resultados del referendo que se hizo por Juan Manuel Santos después del acuerdo con las Farc, o incluso podría preguntarse por qué no se hace otro para verificar si la población colombiana apoya ahora la llamada paz total.
Si el resultado fuera negativo, nuestro querido presidente pudiera decir ante el mundo, no que el Estado, sino que la nación colombiana, no está de acuerdo con la paz total como él la concibe.
En ese caso sería un presidente sin Estado, como en la tragicomedia de Lope de Vega El rey sin reino.