“Yo recordaré por ustedes”, digo usurpando el título de un libro hermoso de Juan Forn. Un piloto solitario padece un accidente que lo obliga a aterrizar en el desierto del Sahara. Le consuela encontrar al “Principito”, único habitante de un asteroide, de quien aprende cosas asombrosas sobre los gobernantes de otras “galaxias”. Esa sola circunstancia lo hace relevante para entender a nuestro presidente, quien nos ha dicho que, por ellas, pretende esparcir el polen de la vida. Por eso viaja tanto.
Otras peripecias del relato son pertinentes. El Principito cuenta que en otro planeta gobierna un rey que carece de súbditos. Que en un viaje posterior conoció otro que se creía la persona más inteligente del mundo. Y que en un tercero llegó a un planeta cuyo gobernante estaba tan obsesionado en sus teorías sobre el mundo que no había tenido tiempo de conocer… El mundo. No terminan aquí las analogías. Quienes las descubran tendrán derecho a boletas para los juegos inter-barrios de Barranquilla, que serán organizados como premio de consolación para esa frustrada ciudad por la inepcia gubernamental (¿o se dice ineptitud?) por la pérdida de la sede de los panamericanos.
Como lo dice en su autobiografía, Una vida, muchas vidas, el presidente es un revolucionario: considera que el orden social es fundamentalmente injusto y que debe ser sustituido por otro. Como otros sectores de la sociedad, considera que se requieren reformas, pero no arrancar de cero, es el primer terreno donde lo confrontamos. Igualmente en otros, tales como la incompatibilidad de muchas de sus iniciativas con la Constitución; y en lo que podríamos llamar “chambonadas”: iniciativas improvisadas y carentes de factibilidad. Tres ejemplos recientes son interesantes.
El presidente ha dado la orden a las Fuerzas Militares de construir un tren que conecte a Villavicencio con Puerto Gaitán. Así de sencillo. Sin que se efectúen estudios de factibilidad técnica y financiera; realizarlos daría entrada a los técnicos, es decir, a los que saben, que son destinatarios de su desprecio, como lo corrobora la fulminante destitución de los directores del DNP y del Presupuesto Nacional.
A Petro no le interesa establecer la capacidad del Ejército para realizar una obra de esa magnitud, no importa que jamás haya realizado una obra semejante. Es igualmente indiferente a si existen recursos en el presupuesto nacional de la actual vigencia para financiarlo –lo cual, por cierto, dudo–. Tampoco le importa saber si existen inversionistas privados dispuestos a acometer esa obra en mejores condiciones. Y lo que sería fundamental: si la grave situación de orden público permite distraer recursos en tareas distintas a combatir una delincuencia que viene creciendo con celeridad.
Otras iniciativas son del mismo tenor: darle a la Armada el manejo de los puertos, convertir su astillero en una gran empresa exportadora, y conferirle a Satena la condición de una gran aerolínea internacional.
En esta materia sigue la estrategia de militarización de la sociedad y el Estado que adelanta AMLO en México. Entre los elementos de esa política, cabe mencionar la construcción de un nuevo aeropuerto para el DF y el llamado, por motivos propagandísticos, el “Tren Maya”. No se sabe cuánto costaron esas obras, que son tratadas, como mucha laxitud, como asuntos propios de la seguridad nacional. Muchos sectores de la sociedad mexicana consideran que son elefantes blancos. Se dice también que la opacidad financiera ayudó a enmascarar actos de corrupción en favor de oficiales de alto rango. No importa. AMLO cree, quizás con razón, que los militares le corresponderán su generosidad cuando fuere necesario.
Ahora se nos dice que se cometieron “yerros” en un decreto en materias presupuestales que ya fueron corregidos. No es verdad. Fue un intento de Petro por apropiarse de recursos importantes para sus propios propósitos, en contra de lo que ya se había definido, por iniciativa del Gobierno, en el Plan Nacional de Desarrollo y en el presupuesto nacional de esta vigencia. Como si fuera poco, se intentó privar de recursos ya asignados a obras importantes de Antioquia y Bogotá, jurisdicciones que no gozan de sus simpatías.
Ha reculado, aunque solo en apariencia: se acaba de liberar un proyecto de decreto que condiciona el otorgamiento de vigencias futuras con cargo al presupuesto nacional a la aprobación del presidente, una medida fatal para el sector de infraestructura. Se degradan, de un plumazo, las instituciones financieras del Estado; el ministro de Hacienda y el Director del DNP pasarían a ser simples estafetas. Vamos camino de tener, como lo fue Rojas Pinilla, un nuevo “jefe supremo”.
Los reproches de Petro a la ministra de Agricultura por “no ponerse las pilas” ante la pérdida de participación en el mercado mundial del café, es resultado de una ignorancia enciclopédica. El pacto mundial de cuotas se terminó en 1989; desde entonces, un conjunto de agentes privados, ubicados en distintos lugares del mundo tropical, compiten por colocar su producción en el mercado mundial. Es necesario recordarle al Gobierno que la economía, en sus diferentes ámbitos, no es un torneo en el que sus actores buscan medallas de oro, plata y bronce (¡ay, para eso eran los juegos panamericanos!), sino para optimizar sus utilidades.
Pobre ministra: no tiene con quién negociar un incremento de las exportaciones del grano, ni puede darle orden a los caficultores de que siembren más, ni llevarle a su jefe la cabeza del gerente de la Federación de Cafeteros que le disgusta por no ser de su cuerda. Sin embargo, queda preavisada.
Petro, que tanto simpatiza con la Cuba comunista, debe haber olvidado los apoteósicos fracasos de Fidel Castro en su empeño por lograr determinados volúmenes de producción de azúcar. Y de pronto se le pasa por alto esta idea simple: que lo que importa no es producir café, azúcar o cualquier otro bien o servicio, sino venderlo a buen precio.
Y, por último, que para tierras que antaño fueron cafeteras, en el Quindío, por ejemplo, existen hoy alternativas más rentables que el café. El turismo, presidente, que a usted tanto le gusta, pero que no prospera tanto como sería deseable. Es que pocos quieren venir a pasar vacaciones en un territorio asolado por la inseguridad y la violencia, así lo llamemos, con antipática prepotencia, “el país de la belleza”. Muchos otros son igualmente hermosos… a pesar de ser capitalistas.
Briznas poéticas. Bello y breve poema de José Emilio Pacheco: La noche yace en el jardín, / La oscuridad en silencio respira. / Cae del agua una gota de tiempo. / Un día más se ha sepultado en mi cuerpo”.