Debido a la pandemia, la inflación durante la mayor parte de 2020 estuvo aletargada. Pero la situación está cambiando. En los cuatro primeros meses de 2021, la canasta de consumo familiar se encareció 2,2 por ciento, y en mayo seguramente tendrá un buen salto por cuenta de los bloqueos de carreteras y los desabastecimientos de alimentos en varias ciudades. Mientras la mayor inflación sea transitoria, no afectará las tasas de interés, puesto que la economía colombiana está muy lejos de una situación de pleno empleo.

Por eso es poco probable que el Banco de la República suba en el futuro cercano la tasa de intervención, que sirve de ancla a las tasas de interés del sector financiero.

Pero las tasas de interés de la deuda externa son otra historia. El regreso de la inflación en Estados Unidos puede elevarlas pronto, lo que afectaría, sobre todo, al Gobierno, que tiene grandes necesidades de financiamiento.

¿Puede decirse que la inflación está de regreso en Estados Unidos? El aumento anual de precios en abril fue 4,2 por ciento, el más alto desde 2008. Los automóviles usados fueron el artículo que más jalonó los precios debido a que hay escasez de chips electrónicos para la producción de autos nuevos y a que muchas familias tienen muchos ahorros y pocas ganas de usar el transporte público.

Los alimentos también contribuyeron fuertemente a la inflación porque no hay suficiente mano de obra para recoger las cosechas en California y otras regiones agrícolas.

Las cadenas de suministro de diversas industrias han sufrido tropiezos por las restricciones al comercio con la China y por la escasez de barcos para transportar contenedores.

La oferta laboral parece estar llegando a su límite: en abril se crearon apenas 266.000 empleos, y muchas empresas tienen vacantes que no han podido llenar.

Por todo esto, analistas tan reconocidos como Lawrence Summers, exsecretario del Tesoro, creen que Estados Unidos estaría pasando en un tiempo récord de su más aguda recesión a una típica situación de recalentamiento. Pero no hay consenso sobre este diagnóstico.

La opinión todavía predominante es que las restricciones de oferta que han causado los aumentos recientes de precios tenderán a aliviarse a medida que la economía se reacomode a las nuevas circunstancias. Otros creen que la oferta laboral, especialmente femenina, podría crecer mucho si se abren suficientes cupos en centros de cuidado infantil, y que más mujeres saldrán a buscar trabajo tan pronto como la vida escolar retorne a la normalidad.

En cualquier caso, lo que importa para países como Colombia es lo que pueda ocurrir con el costo del financiamiento externo si aumentan los temores de que la Reserva Federal reducirá sus compras de títulos de deuda del Gobierno y contemplará posibles aumentos de la tasa de interés de intervención.

La FED ha insistido en que no está siquiera cerca de empezar a pensar en estas cosas. Pero temores como los expresados por Lawrence Summers pueden producir un giro abrupto en las percepciones. No es necesario que la FED adopte efectivamente esas políticas. Basta con que suficientes operadores vean señales claras de que la FED tendrá que tomar en serio esas opciones para que haya posibles ‘berrinches’ en el mercado de bonos de deuda pública, como en 2013.

Es cierto que el peso colombiano resistió muy bien el ‘berrinche’ de 2013, y que en esa ocasión no pasó nada con los márgenes de los títulos de deuda del Gobierno colombiano. Pero estábamos todavía en medio de la bonanza petrolera, con precios por barril cercanos a los 100 dólares, lo que significaba una buena oferta de divisas y abundantes recursos para el fisco.

La situación actual es muy distinta. Los mercados están alertas con respecto a Colombia, pues la deuda pública está aumentando en forma insostenible, y es evidente para todo el mundo que el Gobierno no tiene margen político para hacer un ajuste fiscal sustancial.

Los títulos de deuda colombiana, que desde abril de 2020 hasta febrero de este año se cotizaban muy bien, han tenido, desde entonces, un terrible desempeño. De hecho, entre los peores de todos los países emergentes.

El 19 de mayo, la deuda colombiana fue rebajada a la categoría de ‘basura’ por una de las tres calificadoras más importantes. Si otra calificadora secunda esta decisión, los inversionistas institucionales tendrán que deshacerse de los bonos colombianos, lo cual podría generar una estampida de capitales.

Así que, de momento, lo más inquietante no es lo que ocurra con la inflación en Colombia. Lo grave es la precaria situación de nuestra deuda externa y lo que podría ocurrir si los mercados financieros internacionales, temerosos de las presiones inflacionarias en Estados Unidos, tienen un ‘berrinche’, como en 2013.