El jueves de la próxima semana en el Senado se va a consumar un espectáculo repugnante que confirma por qué en el ranking de Transparencia Internacional hoy Colombia aparece como el país más corrupto del mundo. Ese día las mayorías del Gobierno Duque, en una votación exprés, cocinada en la trastienda, van a elegir por abrumadora mayoría a la ministra de Justicia, Margarita Cabello –reconocido alfil del oscuro e intocable Clan Char– como nueva procuradora general.

Acto seguido, esa misma manguala en la que están los del Centro Democrático, los de La U, los de Cambio Radical, los conservadores y los liberales, tienen planeado elegir como nuevo magistrado ante la Corte Constitucional a Marino Tadeo, que es el candidato que tiene César Gaviria para poner otro pelele en la Corte (ya tiene al magistrado Rojas). Gaviria es un expresidente en decadencia porque acabó con el Partido Liberal y se convirtió en el jefe de un clan familiar, como los Char, e invierte todos los días sus energías para que la Fiscalía no se meta con su hijo Simón por cuenta de Odebrecht. Por primera vez se le va a entregar un órgano de control a un clan político que además ya tiene la presidencia del Congreso –Arturo Char– y que quiere poner de presidente en 2022 a su hermano Álex.   Y si se elige a Marino Tadeo en la Corte, el Clan Char va a terminar con un alfil en ese alto tribunal a través del expresidente Gaviria. Es decir, todos quedan contentos y empieza a feriarse el Estado de Derecho como si fuera un botín. Para Arturo Char, la elección de la Cabello es una garantía de que su reinado en el Congreso va a ser sin ningún sobresalto. Para la aspiración presidencial del exalcalde Álex Char significa la oportunidad de lavarse la cara y quitarse la mugre que le imponen esas sendas investigaciones que tiene en la Fiscalía y en la Procuraduría. Si logra deshacerse de esa carga podría llegar impoluto a la Presidencia, como quiere su papá.    La toma de la Procuraduría es el comienzo de ese festín. Aunque el fallo de la CIDH en favor de Gustavo Petro la dejó sin dientes porque le quitó la facultad de destituir a los funcionarios que hubiesen sido elegidos, la Procuraduría sigue teniendo un papel muy importante en todos los procesos penales. Tener una procuradora en manos de los clanes políticos, que son los que detentan el poder en todas las regiones, es casi que un sueño cumplido.

La elección de Margarita Cabello se cocinó en Palacio en una reunión a la que fueron invitados el nuevo defensor del Pueblo, Carlos Camargo; el contralor Carlos Felipe Córdoba y el registrador Alexánder Vega. Todos fieles a la mermelada del poder. Pero quienes realmente la catapultaron fueron los senadores de La U, quienes la ungieron primero. Ellos tienen tantas investigaciones como los Char. La reunión en la que la eligieron por una mayoría aplastante los de La U sumaba más prontuarios que votos y fue liderada por el senador Pulgar, a quien la Procuraduría le acaba de abrir una investigación y la Fiscalía una indagatoria, y por el senador Armando Benedetti, quien también tiene sobre sus espaldas investigaciones en la CSJ y en la Fiscalía por el tema de la Fiduprevisora. Allí estaba igualmente Johnny Besaile, hermano de Musa –él mismo involucrado en un proceso de despojo de tierras en la Fiscalía en Córdoba– y José Alfredo Gnecco, sobrino de Cielo Gnecco e hijo del exgobernador condenado Lucas Gnecco. Ellos forman parte de un poderoso clan que controla no solo el Cesar, sino La Guajira y están en desgracia porque el primo del senador José Alfredo Gnecco, el gobernador del Cesar, Luis Alberto Monsalvo, acaba de ser condenado por la Fiscalía. Por si fuera poco, el senador Gnecco, que le dio el aval a la Cabello, ha sido mencionado por el exfiscal anticorrupción Luis Gustavo Moreno como la persona que le habría entregado 150 millones de pesos para que dilatara el caso que tenía su padre, Lucas Gnecco.  Todos esos clanes, según me cuentan, la eligieron sin dudar emocionados. Y lo hicieron pensando más en su impunidad que deslumbrados por sus aciertos como ministra de Justicia. Que quede claro.   Si la manguala se completa y se elige al candidato de César Gaviria en la Corte Constitucional se cerrará el círculo de la trapisonda. No solo el Clan Char tendrá poder en esa Corte por cuenta de la alianza con el expresidente Gaviria, sino que será también un triunfo de los que no quieren que llegue Jorge Enrique Ibáñez a la Corte. Él tuvo la valentía de proferir el laudo arbitral que le quitó al Grupo Sarmiento y a Odebrecht sus pretensiones de sacarles plata al Estado y a los colombianos por cuenta de una obra en la que hubo coimas y dineros que terminaron pagando campañas políticas. Yo espero que no se convierta en un veto para llegar a la Corte, el haber tenido fallos en contra del Grupo Sarmiento. Pero todo parece indicar que en este río revuelto todos quedarían contentos. Desde los Char hasta Junior Sarmiento y Odebrecht.

Los corruptos pueden ganar el jueves, pero se las van a tener que ver con una sociedad que se les va a indignar, que está sedienta de justicia y que quiere nuevos liderazgos. Lo grave es que el jueves se va a sellar el comienzo de nuestra entrada al castrochavismo, que en Colombia no fue propiciada por la izquierda sino por la derecha que está disfrazada por estos clanes familiares que están en pos de la captura del Estado. Nos dirigimos hacia un país con menos independencia de los jueces, con menos independencia de los poderes públicos. Ese es el mejor escenario para que la corrupción se asiente y siga carcomiéndonos.  ¿Quién podrá salvarnos? Bienvenidos al castrochavismo.