Entre las reflexiones que genera este bicentenario, hay un tema que suele pasar inadvertido: la relación entre lo militar y la infancia. Para comprender esta situación se pueden destacar dos casos: la imagen de menores de edad que posan con armas y prendas militares, y el uso de Pedro Pascasio como arquetipo de “pequeño prócer”. En el primer caso, la imagen de un niño de unos cuatro años generó cierta controversia. Se trataba de un pequeño disfrazado de soldado que marchaba orgulloso con su uniforme camuflado, gafas de sol, boina y un fusil de juguete. La fotografía fue tomada en Bogotá durante el desfile militar del 20 de Julio. Algo similar ocurrió en Cúcuta a los pocos días en el centro comercial Ventura Plaza: el centro comercial quiso vincularse a la celebración del 7 de agosto rindiendo homenaje a la Fuerza Pública exhibiendo uniformes, armas y vehículos de ésta. El Ventura Plaza subió las fotografías de niños y niñas sobre motos de policías y de jóvenes que posaban sonrientes con ametralladoras y máscaras antigases. Las imágenes resultan grotescas en muchos sentidos, pues son una celebración de la guerra vacía y sin contexto. En la administración del centro comercial no son conscientes de los problemas legales que conlleva el subir fotografías de menores de edad sin el consentimiento de sus padres, y que el vínculo de niños, niñas, adolescentes y jóvenes a un actor armado en un contexto de guerra es una violación al Derecho Internacional Humanitario (DIH). Puede leer: Bicentenario, por Antonio Caballero A la pobre mirada de reducir la conmemoración del bicentenario a un stand en el que los compradores pueden detenerse a tomar fotos, se suma el error histórico de quienes afirman que también se cumplen 200 años del Ejército Nacional, pues éste, como institución, nació en 1907. Es fundamental que esta mirada del bicentenario nos permita explorar otras identidades en la formación de la república más allá de la relación entre independencia y gesta militar. El segundo caso para reflexionar es la figura de Pedro Pascasio, quien constituye la imagen emblemática del niño héroe que defiende la patria. Hace pocos días, visitando un colegio de Bogotá, vi un mural en el que estaba pintada la aguerrida figura de este “pequeño prócer”. Al preguntar por el motivo del mural, me contestaron que lo hicieron porque iban a hacer parte del Foro Educativo Nacional que este año tiene como tema el bicentenario. El uso de la figura de Pedro Pascasio en las aulas de clase es complejo, pues convierte en valores patrios una situación que pone en riesgo la vida de niños, niñas, adolescentes y jóvenes, ya que los menores de edad han sido reclutados forzadamente y también usados como mensajeros e informantes de grupos armados. Sin embargo, al decir que Pedro Pascasio es un “héroe” por delatar al general Barreiro, comandante de las tropas realistas, se está exaltando una acción que también es considerada un crimen en el marco del DIH. Recomendamos: Una violencia silenciada, por Arturo Charria Si bien la categoría de infancia es reciente y no existía a comienzos del siglo XIX, lo que es importante no es cuestionar la acción de Pedro Pascasio el 7 de agosto de 1819, sino la forma en que se enseña y transmite en los colegios. Hay que llamar la atención sobre lo complejo que resulta enseñar como un valor patrio su acción y, al igual que la reducción militarista de la conmemoración del bicentenario, resulta importante preguntarnos ¿Cómo trabajar esta relación de menores en la guerra entre el bicentenario y las dinámicas actuales de nuestro conflicto armado? La respuesta no puede ser una izada de bandera en la que se represente el acto heroico del "pequeño prócer", debe ser una oportunidad para que se pregunten qué implicaba ser niño, niña, adolescente y joven hace doscientos años y qué implica serlo hoy, su papel en la sociedad y su capacidad de acción más allá de su posible participación en la guerra. Sugerimos: Cartas cruzadas, por Arturo Charria (*)Politólogo, profesional en Estudios Literarios, Mg. Estudios Culturales. Actualmente coordinador del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación de Bogotá. Ha colaborado con distintos medios abordando temas de memoria histórica, conflicto armado, educación, discapacidad auditiva y literatura. En 2016 fue nominado al Premio Compartir al Maestro.